En el mundo hay 202 millones de personas que no tienen empleo según la oit
La discriminación laboral empieza a los 40 años
La palabra discriminación significa diferenciar excluir, separar, disgregar. La posibilidad de discriminar aplicada al ser humano y las consecuencias que ello trae es lo que se condena.
El punto crítico y reprobable es la actitud discriminatoria que atenta contra la igualdad ante la ley, contra el derecho, contra la libertad de culto, por temas de género, racial, cultural, nivel socioeconómico, orientación sexual, etc., y entre ellos el que nos toca observar, la llamada discriminación por edad.
Lamentablemente este tipo de discriminación comienza muy temprano en Latinoamérica, incluso hombres de edad madura o de mediana edad son considerados ya ‘viejos’, la oferta laboral rara vez considera personas mayores a 40 años.
Si es este el caso para ‘cuarentones’ el asunto se agrava con las personas adultas mayores, los prejuicios sobre la vejez siguen siendo muy fuertes e impiden la continuidad laboral o la reinserción laboral.
Si bien hoy existe información muy valiosa los tabúes continúan imponiéndose. No nos engañemos, hay otros motivos más allá del tema de la edad, se dice que los jóvenes son más ‘baratos’ y aceptan más fácilmente una oferta laboral, con triquiñuelas legales de algunas empresas que buscan abaratar costos y no tener ‘problemas’.
Las personas adultas mayores necesitan trabajar, más aún si no cuentan con una pensión o esta es exigua y no cubre las necesidades. En toda sociedad existen personas mayores que se sienten bien y desean seguir activas en su comunidad y seguir cultivando sus profesiones y oficios.
Digamos no a la discriminación por edad. Las personas mayores de 40 desempleadas o mal empleadas son una bomba de tiempo, que no augura una vejez con calidad de vida. Pensemos en ello.