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No es lo mismo hablar de arquitectura para la discapacidad que de arquitectura para personas de avanzada edad
¿Cómo se construye una ciudad amigable con el adulto mayor?
Las ciudades no se han adecuado a la existencia cada vez mayor de personas que superan los 60 años y a las particularidades que estas requieren, considera el arquitecto y gerontólogo Eduardo Schmunis, para quien mejorar la accesibilidad del medio físico es inclusión.
No es lo mismo hablar de arquitectura para discapacidad que para adultos mayores porque no todos ellos tienen discapacidad. Pero todo lo que hagamos para mejorar la accesibilidad sirve para todas las personas. Esta es la característica de universalidad que tiene la accesibilidad del medio físico, indicó Schmunis.
El arquitecto, que desde hace 25 años trabaja en la temática, aseguró que las ciudades, como fenómeno centenario, no se han ido adecuando al aumento de la expectativa de vida y a las cuestiones particulares que necesitan los mayores.
Si bien no toda discapacidad es no habilitante para las actividades cotidianas o funcionales, se estima que un 30% de las personas mayores de 80 años tiene alguna discapacidad. De hecho a partir de los 60 comienzan a aparecer algunos signos como artrosis en las rodillas, necesidad de uso de anteojos o disminución auditiva.
En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció la necesidad de propender a tener entornos favorables en ciudades amigables para las personas mayores. Esto implica que las ciudades tienen que ser accesibles y la accesibilidad del medio físico, como se denomina técnicamente, significa la eliminación de las barreras arquitectónicas, urbanísticas, del transporte y de la comunicación, ya sea verbal o no verbal.
30% de personas mayores de 80 años tiene alguna discapacidad que le impide movilizarse libremente en las urbe.Las barreras arquitectónicas refieren a las que se dan en los edificios de cualquier índole. “La existencia exclusiva de escaleras sin otro medio de elevación, de pisos resbaladizos o rotos, o de desniveles superiores a dos centímetros que dificultan no solo la circulación de una persona en silla de ruedas, sino de una persona con un andador o con marcha vacilante, son ejemplos de esas barreras”, indicó Schmunis.
Pero el especialista, autor de los libros ‘Arquitectura y envejecimiento, hacia un hábitat inclusivo’ y ‘Accesibilidad al medio físico para los adultos mayores’, reconoce detalles aún más sencillos de eliminar: alfombras o patines al pie de la cama sobre pisos generalmente encerados.
También el calzado de taco alto o sin sujeción del tobillo puede producir una luxación. Por eso lo que recomendamos son los calzados abotinados, con velcro y suela antideslizante, dijo. Y añadió: Otra barrera es la gran cantidad de muebles que dificultan el andar, no solo de los que tiene problemas motrices, sino también para personas con disminución en la visión.
Para los baños también hay indicaciones: lo ideal sería que la puerta abriera hacia afuera o sea corrediza, que tuviera alguna superficie libre donde pueda girar una silla de ruedas (por ejemplo sacar el bidé) y reemplazar la bañera por la ducha.
Por su parte las barreras urbanísticas refieren al espacio público y aquí, entre los ejemplos más típicos, figura la falta de rampas en el ascenso a las veredas o la instalación de puestos de venta en las veredas que en ocasiones no son detectadas por las personas no videntes.
El transporte es directamente el eslabón roto en la cadena de accesibilidad y no solo afecta el ingreso de personas en sillas de ruedas, sino por ejemplo, la altura en la que se encuentran los pasamanos que hacen imposible sujetarse.
La barrera comunicacional se refiere tanto a lo verbal como a lo escrito, como, por ejemplo, el tamaño de las letras de los carteles de las paradas de los colectivos o los carteles luminosos en los frentes que, para quienes tienen dificultades en la vista, ven solo una mancha.
Cuando uno de estos eslabones se rompe la cadena de accesibilidad no existe. Esto sucede mucho con el transporte y es muy grave porque las personas no pueden pagar taxis para movilizarse.
El resultado de todos estos obstáculos es que con el tiempo la persona va saliendo cada vez menos de su casa, se va encerrando y deprimiendo y en ocasiones termina con medicación innecesaria. De esto hablamos cuando decimos que la accesibilidad es inclusión, manifiesta el arquitecto Schmunis.