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Hoy la sociedad empieza a adaptarse al estudiante de 70 años y al grupo de turistas de la tercera edad

Actividades recreativas mejoran la vitalidad de adultos mayores

Un entorno social positivo levanta la autoestima de los adultos mayores y los ayuda a sentirse útiles y respetados; la exclusión, por el contrario, los vuelve vulnerables a sufrir discapacidades. Foto: Cortesía
Un entorno social positivo levanta la autoestima de los adultos mayores y los ayuda a sentirse útiles y respetados; la exclusión, por el contrario, los vuelve vulnerables a sufrir discapacidades. Foto: Cortesía
26 de abril de 2014 - 00:00 - Kléver Paredes B.

Para quienes actualmente tenemos en promedio 40 años o más, la figura de los abuelos -nacidos en el siglo pasado- se reduce a su presencia muy arraigada y, sobre todo, dependiente de la familia. A ellos, sin ser consultados, se les imponía la responsabilidad de cuidar a los nietos, y en el caso de las mujeres, adicionalmente de sus esposos.

La vida de estos abuelos se limitaba a sus hogares, a largas jornadas frente al televisor y a unas pocas cuadras de recorrido alrededor del barrio. El fallecimiento del hombre o mujer era trágico para su pareja y para los hijos una ‘carga’ por los cuidados futuros.

Años atrás, ser viejo, vivir solo, sin alternativas, era lo común. Frases como: “esto no es vida; nadie me toma en cuenta; soy una carga para mis hijos” se escuchaban con resignación entre los adultos mayores.

Si comparamos a los viejos del siglo pasado con quienes ahora tienen 60 años, vemos contextos generacionales diferentes. El adulto mayor sigue atado al ámbito familiar, a sus hijos y, en algunos casos, al cuidado de nietos, pero estos roles dejaron de ser la única aspiración. La certeza de que la vejez no es un factor limitante y que también existe espacio para el desarrollo individual, ahora tiene mayor trascendencia.

Por diferentes razones, personales o del entorno social, los adultos mayores salen de sus casas y van más lejos de las fronteras de su barrio. Algunos han optado por vivir solos, prescindiendo de hijos o parientes, lo que no significa menos amor por sus familiares.

Ahora los miramos en las calles, en centros comerciales, en el cine, en programas de jubilados, estudiando en la universidad.

DISFRUTAR LA VIDA MÁS ALLÁ DE LOS 60 AÑOS

En la actualidad, los adultos mayores y personas de otras edades aparecen en plena transformación, redescubriendo un nuevo cuerpo, una identidad y sentidos variables del tiempo y de lo que queda por vivir.

En su libro El poder de la vejez, el psicólogo argentino Ricardo Lacub menciona cómo a mediados del siglo pasado se distribuían los roles de acuerdo a las edades. Todo parecía pautado de antemano. Llegar a los 50 años significaba adoptar un tipo de vestimenta, una serie de actitudes propias de la edad y despojarse de deseos y espacios muy valiosos.

Anteriormente parecía haber una sincronización en las etapas de la vida: estudiar, trabajar y retirarse correspondían a una organización social. Ahora esos ciclos dependen de cada persona.

Hoy, la sociedad empieza a adaptarse al estudiante de 70 años, al director de la universidad de 30, a la abuela de 35 años, al jubilado de 50, al padre de 65 que tiene un hijo en el jardín de infantes. Es decir, las normas y restricciones concernientes a la edad pierden importancia.

ESPACIOS PROPICIAN LA INCLUSIÓN

A fines del siglo pasado, en Ecuador empezaron a crearse los programas de encuentro y recreación para los jubilados, especialmente del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Estos permitieron la integración de miles de personas a un envejecimiento activo. Su vida dejó de estar cerrada en opciones solo para determinadas edades.

Los jubilados de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, de igual manera, cuentan con programas para sus jubilados, además de la atención médica.

En el caso de los jubilados del Seguro Social, cuentan con grupos de turismo que programan viajes a nivel nacional e internacional. A través de agencias de turismo, los  paquetes que se ofertan a otros países, en promedio, cuestan 3.000 dólares. Los destinos preferidos son México. EE.UU. y la Tierra Santa.

Otra alternativa para los adultos mayores es el programa ‘60 y Piquito’, del Municipio de Quito, que ofrece una variedad de talleres y actividades recreativas. Con una atención integral, en Guayaquil, un referente es el Centro Gerontológico Municipal Arsenio De La Torre.

DE REGRESO A LAS AULAS UNIVERSITARIAS

La Universidad de la Tercera Edad se creó en Toulouse, Francia, en 1973, por iniciativa del profesor Pierre Vellas. Constituye una nueva lectura del proceso de envejecimiento, el cual deja de ser visto como un momento de deterioro psicofísico y, por ello, de retiro social, para ser pensado como una etapa rica en posibilidades.

En países como Argentina, Uruguay  y Chile, las universidades abrieron sus puertas a los adultos mayores a fines del siglo pasado. En Ecuador, la Alcaldía de Cuenca, el Hogar Miguel León, la Comisión Interinstitucional del Programa Universidad del Adulto Mayor y la Universidad de Cuenca llevan adelante la Universidad del Adulto Mayor, que pretende cumplir tareas de investigación, docencia y servicios.

Una extensión funciona también en el instituto Juan César García y el colegio Thomas Jefferson, en Quito. Asimismo, la Escuela Politécnica del Ejército (ESPE), para contribuir al desarrollo de una cultura de envejecimiento activo, promueve el programa universitario ‘Ignacio Dávila’ para el adulto mayor.

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