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Darwin Castro es un fondista nato

Darwin Castro (079) tuvo ayer la ayuda de Diego Arévalo (de verde) durante la prueba de los 5.000 metros. La competencia se realizó en la pista Jefferson Pérez de Cuenca.
Darwin Castro (079) tuvo ayer la ayuda de Diego Arévalo (de verde) durante la prueba de los 5.000 metros. La competencia se realizó en la pista Jefferson Pérez de Cuenca.
Fotos: Fernando Machado / EL TELÉGRAFO
04 de agosto de 2018 - 00:00 - Redacción Fanático

Los III Juegos Nacionales Adaptados de Cuenca terminaron ayer. Pichincha ganó el certamen con 53 medallas de oro, 33 de plata y 17 de bronce. Guayas fue segundo con 48 preseas de oro, 37 de plata y 25 de bronce. El tercer lugar fue para Santo Domingo de los Tsáchilas, con un registro de 15 doradas, 4 plateadas y 1 de bronce. 

Un total de 460 atletas participaron en el certamen nacional, cuya última jornada se concentró en la pista de atletismo Jefferson Pérez y en el polideportivo de tenis de Totoracocha.   

En atletismo, el cuencano Darwin Castro afianzó su superioridad en esta disciplina. El jueves llegó primero en la prueba de los 1.500 metros y ayer, en los 5.000 metros, que es su especialidad, logró la medalla dorada con un tiempo de 16.43.59.  

En estas dos competencias, Darwin Castro no pudo contar con su compañero de carrera y guía, Sebastián Rosero. Un desgarro le impidió estar en la prueba. Su reemplazo fue Diego Arévalo, un fondista cuencano.

Darwin, de 25 años, es un multimedallista. En 2015 ocupó el segundo lugar en los 1.500 metros en los Juegos Parapanamericanos en Toronto, mientras que en el 2016 representó a Ecuador en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro, donde se ubicó en séptimo lugar.

Castro es ciego, pero tiene a su mano derecha, que es Rosero, un joven quiteño que le sirve de guía en sus competencias. “Nos conocimos en 2014, cuando un familiar de mi padre me invitó a que guíe a una persona con capacidad visual en un selectivo para Juegos Sudamericanos. Siempre tuvimos una granempatía”, dijo Rosero. El guía, en ese tiempo, vivía en Quito y estudiaba en la Universidad Católica; era seleccionado en 5.000 y 10.000 metros.

El atleta paralímpico es ciego desde los 16 años, tiene glaucoma y queratocono, dos enfermedades visuales. 

Hasta los 15 años, la vida de Darwin giraba en torno al deporte, los amigos, los paseos y la familia. “Es una enfermedad hereditaria que no me traté a tiempo”. (I)  

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