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La diástole y la sístole del Chito Vera palpitan al ritmo de Chone

El Chito Vera rodeado del calor de sus familiares, incluidos sus padres, previo a un combate en Argentina.
El Chito Vera rodeado del calor de sus familiares, incluidos sus padres, previo a un combate en Argentina.
Cortesía: Pierina Delgado
21 de agosto de 2020 - 15:46 - Isabel Hungría

Desde que se despertaba a las seis de la mañana para pedir leche y pan Chimborazo, en su Chone del alma, han pasado más de dos décadas y miles de horas de entrenamiento porque si hay algo que ha marcado su vida es la disciplina.

Ya desde pequeño se atistaba, a través de sus innegociables puntualidad e impaciencia, a un hombre irremediablemente entregado, por eso hasta ahora sufre disgustos cuando las cosas no le salen como las tiene planificadas.

Planificar y entrenar. Entrenar y planificar. Planificar y entrenar para ganar han sido su santa trinidad, por eso cuando mencionan su nombre y sube a la lona del santo santorum arropado con la bandera de Ecuador, ingresa con optimismo y con la confianza de que va a salir en hombros.

22 encuentros, 16 victorias y 6 derrotas, estas últimas por decisión de los jueces y no por nocaut, avalan esas horas de preparación y de irrestricto apego al rigor. Así es el Chito Vera, luchador infatigable, hombre competitivo, e hijo, esposo y padre cariñoso.



Nació en Chone, Manabí, el 2 de diciembre de 1992 y es el menor de tres hermanos. A la edad de los 10 años sus padres decidieron trasladarse a Guayaquil, ciudad donde se enamoró del jiu jitsu y el muay-thai, luego de que unos amigos lo invitaran a entrenar. Desde aquel día, a sus 16 años, jamás ha dejado de lado las artes marciales y ha seguido esa misma lógica en su vida sentimental porque a su esposa, María Paulina Escobar, con quien tiene tres hijos, la conoció en su adolescencia.

Cuenta su tío, Ítalo Delgado, que desde pequeño Marlon Andrés Vera Delgado era hiperactivo, travieso y bromista. Narra entre risas que en más de una ocasión causó dolores de cabeza a su abuelo "Beto" por su pícara costumbre de liberar los gallos que él con tanto esmero cuidaba.

Y hoy por hoy esos gallos, todos de pelea, están presentes en la sístole y la diástole del joven luchador porque el campeón irreverente, el hijo pródigo de Ecuador, pelea para la UFC (Ultimate Fighting Championship) en peso gallo.

Lleva cinco años viviendo fuera de los linderos ecuatorianos, pero su país, su provincia y su cantón, Chone, son reductos endógenos de su naturaleza, de ahí que hasta cuando pudo (la UFC no se lo permite) entró al octágono a pelear con la célebre canción de Don Medardo y sus Players: Cumbia Chonera.

Pero antes de convertirse en lo que ahora es fue a Brasil, a Panamá, a Colombia, y a todo confín y a toda lucha que le sirviera de vitrina porque su norte siempre fue ser famoso y llegar a la UFC. Una vez que consiguió su objetivo agarró sus maletas y sus sueños, siempre con la familia, y se fue a vivir a Costa Mesa, California, donde reside hasta hoy.

Doña Pierina Delgado, su madre, cuenta que Andrés, como ella y su familia lo llaman, adoptó el apodo de Chito cuando en su niñez lo llamaban Andresito y él, recién empezando a articular palabra, decía que se llamaba "AndeChito".

Hurgando precisamente en esa niñez asoma su cariz tierno: de niño no podía dormir sin un muñeco al que había bautizado como "Apito", un peluche del que no se separaba y del que ella debía estar pendiente porque si se extraviaba él no paraba de llorar.

Narra su tío, don Ítalo Delgado, que el Chito era huidizo a la hora de comer, al punto que se metía debajo de la cama para que no lo obligaran a ingerir bocado, pero la vida es a veces un baúl insondable y hoy su alimentación (el éxito exige disciplina) está a cargo de un grupo de nutricionistas a los que obedece a pie juntillas, aunque eso no signifique que sus papilas gustativas hayan dejado de añorar un encebollado, un viche, un bolón, una tonga, sus platos predilectos.

¿Cábalas? Sube los cuatro peldaños del octágono como si se tratara de un cuadrúpedo porque salta al redil como un semoviente: gallardo, impetuoso, ganador. En ese trayecto no suelta su bandera, la tricolor, emblema que lleva con orgullo y con la cual se cubre como si se tratara del sudario de Turín.

Don Marlon Vera y doña Pierina Delgado, padres del deportista, se sienten felices de sus logros y remarcan que tienen en Marlon Andrés a un hijo cariñoso, sentimental y bromista.

El Chito Vera viene de una familia de comerciantes, de ganaderos, de agricultores, por eso don Marlon Vera y doña Pierina Delgado nunca lo privaron de nada, sin embargo, esa necesidad connatural de él, de ganar y de ganar siempre, lo han llevado al vértice del éxito, logro que tiene mucho más mérito debido a que algunos que denostan de las artes marciales y de sus actividades paralelas han aparcado su sesgo deportivo elitista (tenis, golf, F1) para hacer suyos las derrotas y los logros del Chito.

El Chito Vera, el joven choneño de 27 años, 61 kilos y 1,72 metros de estatura, amante de la competencia y de la gloria, no solamente ha dado la cara sino también el pecho, las extremidades y el corazón por un Ecuador lánguido de triunfos que contempla pletórico cómo los sueños y el idioma (de la dicha) no tienen frontera: "¡Viva Ecuador, h...!". 

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