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La Cerriza abre camino para el ciclismo de montaña en Guayas

En la categoría de parejas se coronaron con el primer lugar Ana Isabel Idrovo y Felipe Égüez.
En la categoría de parejas se coronaron con el primer lugar Ana Isabel Idrovo y Felipe Égüez.
Fotos: cortesía
31 de julio de 2018 - 00:00 - Redacción Fanático

Los cerros de Guayaquil amanecen nublados. Es domingo y mientras el vendedor de periódicos de la Avenida del Bombero arrastra su carreta hasta la esquina, empiezan a subir camionetas cargadas de bicicletas montañeras en sus baldes. La escena se repite hasta las 08:30.

Más de 400 ciclistas se congregan frente al lago de la Escuela Superior Politécnica (Espol) para la segunda edición de la Cerriza, una carrera de ciclismo de montaña (MTB) que quiere posicionar a Guayaquil como destino de esta modalidad en el país.

Antes de empezar la carrera, Germán Arias, uno de los organizadores de este encuentro, da algunas instrucciones. Él les advierte a los padres que no dejen a sus hijos sueltos. “Queremos que esto sea una fiesta y no se arruine”. Acto seguido le da paso a un sacerdote, para todos aquellos que no se portaron tan bien el fin de semana. El religioso se disculpó con los no creyentes y empezó a rezar un padrenuestro. Los competidores se persignan.

A las 08:45 empiezan las largadas. Hay 10 categorías de competencia. Primero sale la élite y al final los novatos. La carrera arranca desde este terreno de la Espol y baja hacia los exteriores, en la vía Perimetral. Algunos aceleran demasiado sin saber lo que se viene después del asfalto de la carretera, con un carril cerrado por la señalización de la Agencia de Tránsito Municipal (ATM) para sorpresa de los buses que se quieren lanzar al espaldón todo el tiempo.

En una vuelta hacia el Panteón Metropolitano los ciclistas tienen que modificar las velocidades. Y ahí empiezan las dificultades. La primera parte de la subida a Cerro Azul, la cual está llena de piedras y a veces usar los cambios no basta si no se tiene buena técnica.

En la categoría novatos todos suben su bicicleta a pie. La carrera no llega ni al 1% y ya se vuelve interminable. Un guardia baja en moto y les da ánimos: “Ya hay gente que está bajando de regreso, súbase a su bicicleta”.

Luis Felipe Molina ha viajado desde Lomas de Sargentillo para estar en esta competencia. Tiene una prótesis de neón en la pierna izquierda hace 14 años, después de sufrir un accidente que lo obligó a amputarse su extremidad cuatro dedos más arriba de la rodilla. Se arrastra con su pierna mientras usa la prótesis en el pedal de su bicicleta eléctrica. Lo hace sin parar. No tiene otra opción, mientras el resto decide avanzar a pie. En el camino le va dando ánimos a la gente “¿Cansado?”, les pregunta.

No cree que haga trampa. Se dedica a dar ánimos a todos los que le parecen cansados, pero para él también es difícil. El sol y la humedad entorpecen el movimiento de su prótesis y no se deja ayudar de nadie.

Empezó a competir este año en MTB luego de cansarse de hacer ciclismo de ruta. Necesitaba acción y el ciclismo de montaña lo aproxima más a la naturaleza. Para él, lo más difícil de esta carrera es subir hasta las antenas. Piensa en regresar, pero llegó a la competencia para terminarla. Cuando corona la cima del Cerro Azul inicia el trillo y su diversión. Termina 99 entre 104 competidores.

Antes de comenzar el primer trillo hay un distribuidor de agua. “Aquí empieza todo”, dicen algunos competidores mientras se persignan. Se trata de un camino angosto, lleno de ramas y piedras por el cual es fácil resbalarse.

Son 35 kilómetros de pista. Ana Isabel Idrovo compite con su pareja, Felipe Égüez. Ambos son cuencanos y juntos ganaron la competencia Cape Epic 2018, la más dura del mundo, que se realiza en África durante ocho días. Ellos se levantaban cansados a correr más de 100 kilómetros diarios.

Hoy se preguntan a qué hora terminan los senderos y los ponen a correr en asfalto. No tenía idea de que en Guayaquil hubiera tantos kilómetros y cerros para pedalear. Está fascinada. Terminan la carrera primeros, pero sorprendidos. Tuvieron ventaja porque son expertos en la técnica y el senderismo.

Ana practica este deporte desde los 9 años, aunque a veces se cuestiona si bajarle los ritmos a sus entrenamientos, por sus dos hijos pequeños. Ella hace todo lo posible por distribuir de la mejor manera su tiempo. “Mis hijos merecen tener una mamá feliz”. (I)   

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