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Carolina Lasso vence barreras con constancia

Carolina Lasso, de 42 años, revela parte de su vida. Suele entrenar en las canchas del Círculo Militar de Quito. Dice que su ventaja es ensayar con varones.
Carolina Lasso, de 42 años, revela parte de su vida. Suele entrenar en las canchas del Círculo Militar de Quito. Dice que su ventaja es ensayar con varones.
Foto: Carina Acosta / EL TELÉGRAFO
05 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Fanático

Algo que nunca entiende ni entenderá, es cómo muchas personas se hunden en un vaso con agua. Carolina Lasso está diseñada para luchar contra corriente y siempre aspira a más. El domingo pasado se adjudicó la Copa Quito Tenis ITF y se convirtió en la primera ecuatoriana en ganar ese torneo, un hecho inédito en singles, tanto en mujeres como en varones.

“Si me caigo 1.000 veces, me tengo que levantar 1.001”, comenta para explicar que las trabas están en uno mismo y que toda aspiración es posible, si en realidad se lucha por ella con toda la fuerza de voluntad.

Considera que es responsabilidad de cada persona tratar de cambiar las realidades que la afectan, no por nada hace varios años participó activamente en la campaña de los corazones azules, que buscaba reducir la mortalidad por accidentes de tránsito o, como en el suyo, los casos de discapacidad.

Los proyectos sobre aquello continúan, tiene listo un plan de seguridad vial y es posible que en aquello la apoye una empresa muy importante.

Al hablar de aquello, le mete retro al reloj y se detiene en el sábado 29 de mayo de 1993; es una de los seis tripulantes que ocupan un automotor que circula por la avenida de Los Granados, sector del Redondel del Ciclista. Va conversando amenamente; repentinamente, otro vehículo impacta contra el auto en el que viaja.

“Iba en el asiento de atrás, sin cinturón de seguridad. Sentí dolor al momento del choque, me desmayé. Cuando desperté estaba en el suelo, no sabía lo que había ocurrido. Mis compañeros sufrieron fracturas, pero nadie algo tan grave como lo mío: fractura en la sección medular al 50%, que me provocó un cuadro de paraplejia”.

En aquel entonces “Carito” tenía 17 años y estaba en el sexto curso de contabilidad del colegio Sagrados Corazones de Rumipamba. Su existencia tomaba un giro radical.

Defecto o virtud, algo que la caracteriza es su necedad. Pese a tener un tiempo para recuperarse y suspender sus estudios, apenas la dieron de alta empezó a prepararse para rendir los exámenes trimestrales y los de grado. La prueba de educación física la dio en forma escrita.

Recibida de bachiller en noviembre de ese año, su siguiente empeño era rehabilitarse y volver a caminar, para ello se mudó a Baños (Tungurahua) y se internó por varios meses en una clínica.

Las terapias le dieron fortaleza a sus músculos, pero no mejoró. Aceptó entonces que por el resto de la vida debía movilizarse sobre una silla de ruedas.

Con 18 años de camino por el mundo encontró en el deporte un aliado fiel. Gracias a incursionar en el baloncesto en silla de ruedas conoció nuevos amigos, entre ellos a Nastia Smith, una chica tres años mayor a ella con quien cultivó una fraternidad insospechada.

Como parte del elenco de la Asociación Parapléjica de Pichincha, recorrió casi todo el país y halló interesantes motivaciones.

“No tuve tiempo de deprimirme, en esos tiempos el básquet adaptado no era muy competitivo, la mayoría de jugadores eran varones y, pese a que actuaba poco, estaba bien para empezar, me fue de mucha ayuda”.

Mientras practicaba la disciplina de la cesta también resolvió probarse en la música. Un compañero que la sorprendió tarareando una canción la instó a intervenir en un concurso de canto para personas con discapacidad.

Venció el miedo escénico y, aunque era su primera presentación en público se ubicó en el tercer lugar entre 25 participantes. Allí arrancó su faceta de baladista; la contrataban para peñas y festivales. Sus piezas favoritas son las de solistas como Jeanette, de España; Angélica María y el grupo Mocedades.

Ha grabado los discos Carol con corazón de poeta (2008) y Dejando huellas (2015); para 2019 alista su primer compacto con letras propias. Sus principales fans son sus hijos, Andrés (17 años) y Danna (15 años).

Son la muestra más importante de que todo sueño es alcanzable porque, al diagnosticarme la paraplejia, el médico le advirtió que no podría tener hijos.

Alexandra Padilla, amiga de “Carito” desde la primaria, reconoce en ella a una mujer completa, que siempre desborda fortaleza y tenacidad. Sus “flaquezas” son ser terca y algo celosa. Enfatiza que su toque artístico estuvo siempre en ella, no por nada la apodaban “Madonna”.

Al igual que Alexandra, el entrenador Roberto Castro alude la tozudez de Carolina, a quien siempre le insiste en optimizar su posición en la cancha. “Como la mayoría de tenistas adaptados ecuatorianos, ‘Carito’ tiene su dosis de talento y lo que le falta de eso lo suple con persistencia”.

El principal objetivo de la deportista capitalina es destacar en los Juegos Parasudamericanos de este año. Y, conociendo su obstinación, es muy factible que lo logre. (I)   

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