Aline Rocha, única competidora sudamericana en los Juegos Paralímpicos de Invierno de PyeongChang (Corea del Sur), ha cambiado el atletismo por el biatlón para convertirse en la primera mujer brasileña en disputar un torneo de esta magnitud.

Aline, nacida en Pinhao hace 27 años, tuvo un accidente de coche en 2006, cuando tenía 15, que la dejó parapléjica y en silla de ruedas. El deporte hasta ese momento no era una prioridad, pero después de ese percance se convirtió en el principal motor de su vida. 

“Me volví mucho más activa durante la rehabilitación y hoy en día no miro mi vida como si hubiera un antes o un después del accidente, sino en función del deporte. El accidente me quitó el derecho a caminar, pero el deporte me ha dado alas para volar”, confiesa.

Aline forma parte de la élite de atletas que tiene en su currículum deportivo unos Juegos de verano y otros de invierno, puesto que en Río de Janeiro (2016) disputó tres pruebas de atletismo sobre silla de ruedas y en una de ellas, en los 1.500 metros clase T54, llegó a la final.

Sin embargo, a Aline ya le rondaba por la cabeza dedicarse a los deportes de nieve y al poco tiempo comenzó a entrenar con la selección nacional en el Centro de Ski La Parva, en Chile. Luego se fue a Europa para seguir mejorando.

“Supe que algunos corredores en silla de ruedas utilizaban el esquí cross-country para complementar sus entrenamientos. Entonces, al ver que era un desafío, pensé que una segunda modalidad podría contribuir mucho con mi condición como atleta”, apunta Rocha, a la que sus buenos resultados le han permitido cumplir su sueño de estar en Corea del Sur.

“El deporte paralímpico en Brasil ha crecido mucho para el verano, pero para deportes de invierno aún somos muy nuevos, no existe mucho desarrollo. Solo por estar aquí ya hemos recibido muchos mensajes de otros atletas que quieren probar y experimentar. Ojalá sea el inicio de algo grande”, comenta la brasileña, doble ganadora de la media maratón de Río de Janeiro y cuatro veces de la San Silvestre de Sao Paulo.

“Creo que Brasil tendrá muchos más deportistas en los próximos Juegos de invierno de Pekín”, declara Aline, que está en Corea del Sur con otros dos compatriotas, el esquiador Cristian Ribera y el rider de snowboard André Cintra. 

Los Juegos de Invierno de PyeongChang ya comenzaron de forma especial para Aline, que fue la abanderada de Brasil en la ceremonia de inauguración. “Fue un gran honor. Llevo todos estos días muy emocionada y muy feliz. Nosotras, las mujeres, mostramos nuestras fuerzas en el deporte y espero que mi participación aquí contribuya para que otras puedan seguir el mismo camino”, declara.

Junto con su entrenador y esposo, Fernando Orso, Aline Rocha disfruta de la experiencia de los Juegos de invierno, en los que firmó un decimoquinto puesto en los 12 kilómetros de biatlón.

En el 1,1 km esprint terminó este miércoles vigésima segunda en la ronda de clasificación y aún tiene prevista la participación en los cinco kilómetros, el próximo sábado.

Su perfil en la web de los Juegos Paralímpicos menciona a Ayrton Senna como su héroe y recoge una frase que la define: “No miro mi vida en términos de antes y después del accidente, sino de antes y después del deporte”.

La Villa Paralímpica, al servicio del deportista

En la Villa existe la llamada ‘Zona internacional’, en la que los deportistas pueden reunirse con amigos o familiares externos a las delegaciones. Foto: EFE

La Villa Paralímpica en la que residen las delegaciones nacionales de los países que compiten en los Juegos es un lugar cerrado para público y prensa, lleno de facilidades para que los deportistas estén centrados únicamente en su competición.

En la Villa Paralímpica no hay horarios. El claro ejemplo es que hay un comedor abierto las 24 horas que no cierra nunca. “La gente se hace sus horarios en función de sus competiciones, de sus entrenamientos o de sus intereses”, explica César Carlavilla, jefe de la expedición española los últimos cuatro Juegos, desde Londres 2012.

La vida en la Villa está hecha para que las necesidades se adapten al deportista y este solo tenga que estar centrado en rendir en su participación. “Es una especie de hotel al que llaman centro de residentes y que cuenta con su propia recepción. Todos los días te hacen la habitación, cada dos días te cambian toallas y cada cuatro las sábanas”, desvela Carlavilla, que apunta a que si se requiere de “alguna necesidad adicional se puede solicitar sin problema”. En la Villa hay ordenadores e impresoras para obtener información específica de los rivales y de los propios Juegos. Está todo encaminado a que la gente pueda tener la mayor información posible.

La Villa Paralímpica abre entre seis y ocho días antes del inicio de los Juegos y cierra dos días después. Una vez en la Villa, el deportista puede estar el tiempo que quiera o que su delegación quiera que esté. Residir en la Villa no cuesta dinero a los atletas ni a sus Comités. (I)