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El Telégrafo
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Durante la II guerra mundial les encargaron, desde el extranjero, muchas de estas prendas en fibra gruesa

Los sombreros de paja toquilla, hechos por Flérida Pachay, se lucen en el extranjero

Flérida Pachay conserva la sencillez, pese al roce internacional que ha adquirido por la confección de sus sombreros de paja toquilla, desde Montecristi. Foto: Gerónimo Altamirano
Flérida Pachay conserva la sencillez, pese al roce internacional que ha adquirido por la confección de sus sombreros de paja toquilla, desde Montecristi. Foto: Gerónimo Altamirano
01 de diciembre de 2015 - 00:00 - Gerónimo Altamirano Hernández

“Mi papá solo dejó 20 sombreros y con esos comencé mi negocio”. Esta frase repite Flérida Pachay cuando le preguntan cómo empezó un negocio cuyos productos han sido requeridos por celebridades del espectáculo mundial, mandatarios de diferentes países y hasta miembros de la realeza.

A sus 85 años, aún recuerda aquella época cuando de niña jugaba en el taller de sus padres a tejer sombreros de paja toquilla, tal como ellos aprendieron de sus abuelos. Lo cuenta pausadamente, pero con mucha seguridad, mientras sus enormes ojos parecen brillar al recordar los cocachos que tuvo que aguantar.

Hoy recorre esos mismos espacios que caminó de niña al lado de sus padres y 10 hermanos en Montecristi, cuna del general Eloy Alfaro Delgado.

En 2007 este cantón del sur de Manabí se convirtió en la sede de la Asamblea Constituyente, espacio que hoy contiene una serie de edificios históricos llamado Centro Cívico Eloy Alfaro, distribuido en 5,4 hectáreas en las faldas del Cerro Montecristi, a 240 metros sobre el nivel del mar.

En ese pueblo devoto de la Virgen de Montserrat, Flérida aprendió el oficio de tejedora por curiosidad y después por necesidad. “Siempre fui muy curiosa desde pequeña. Mi mamá no dejaba que me meta al taller, me decía que mi único oficio debía ser el de estudiar”.

Asistía a clases regulares y destacó por ser buena alumna, mientras que en sus ratos libres estudiaba costura para sacarle provecho a ese ‘don’ que Dios le había dado de ‘crear’ con sus manos.

Eso más adelante la convertiría en una de las modistas más reconocidas del pueblo. No solo vistió a sus vecinas y amigas, sino a grandes señoronas que la visitaban de Portoviejo y sus alrededores.

Pero antes, sus inquietudes estaban entre las fibras de la paja toquilla. De hecho, cuando el mundo estaba convulsionado por la II Guerra Mundial pudo meter mano en el negocio familiar.

“El mundo estaba en guerra y nos encargaban bastantes sombreros de fibra gruesa. Así que todos teníamos que ayudar porque no se abastecía mi papá”, recuerda.

Cuando la guerra terminó, su madre falleció y años más tarde ella se dio a la tarea de hacerse cargo de su padre. Lo ayudaba en lo más que podía, tanto en el negocio como en sus cuidados personales, ya que don Abraham, sufrió mucho con la muerte de su esposa. Él no volvió a ser el mismo.

Con el tiempo se sumergió en una depresión que poco a poco fue afectando su salud hasta que le impidió valerse por sus propios medios. Flérida lo cuidaba casi las 24 horas del día, un esfuerzo sobrehumano que -según cuenta- la dejó indispuesta, anémica y contrariada.

Se tomó su tiempo para reponerse y echar a andar nuevamente el negocio que sus padres habían heredado de sus ancestros y sostenido con esfuerzo. Solo le quedaron 20 sombreros, pero los supo aprovechar gracias a la ayuda de un amigo de la familia.

Él la recomendó con los proveedores de paja y así comenzó nuevamente el negocio, que se convirtió años más tardes en todo un emblema de Montecristi y del país.

El sombrero de paja toquilla es originario de la Costa ecuatoriana, especialmente de Montecristi y sus alrededores. Es un producto mundialmente demandado por su exquisita confección artesanal, siendo actualmente el producto representativo de las artesanías nacionales.

El tejido del sombrero fino de paja toquilla ecuatoriano es reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Este organismo reconoció la labor de la familia Pachay y los certificó con el Premio a la Excelencia 2011 por la calidad de sus tocados, tras analizar cientos de trabajos originarios de varios países de la región. “Fue un reconocimiento a todo ese trabajo que realizan los artesanos que nos ayudan en su elaboración y a ese cuidado que le damos a cada sombrero”, señala Doña Flérida, quien viajó a Francia para recibir el reconocimiento mundial.

Su visita a París no es la primera que hacía al exterior. Por años ha viajado con su familia para posicionar los sombreros en diferentes mercados, especialmente en países como España, Australia, Inglaterra, Estados Unidos, Italia, Francia, Japón.

“Fuimos a España invitados por la reina Sofía para exponer los sombreros de Montecristi y causamos mucha sensación. La prensa española nos dio mucha apertura y nos dedicaron portadas e inclusive tuvimos que hacer exposiciones de cómo es la elaboración del sombrero, porque estaban fascinados”, recuerda. “Los miembros de la familia real estuvieron muy contentos con los sombreros que les regalamos”. Otra de las anécdotas que recuerda fue su visita a una feria de artesanías latinoamericanas en el Castillo de Bellver, una fortificación de estilo gótico mallorquín, en Palma de Mallorca. “Se organizó un desfile de modas y nosotros entregamos nuestros sombreros que lucirían famosas modelos europeas. Pero por alguna razón hubo inconvenientes con el vestuario que ellas tenían que llevar, así que pedí rapidito una máquina y me puse a coser en un sótano y les hice unas batas beige con un cinturón negro y en la parte de atrás les puse la palabra Ecuador, y fue una sensación. Yo desfilé al final y me aplaudieron”.

Doña Flérida asegura que cada vez que va a Europa y habla de Ecuador la gente se queda maravillada con las bondades que tenemos. “Varios europeos se nos acercaban y nos felicitaban y nos decían que habían visitado Ecuador y que ya no pensaban que somos un país del tercer mundo. Hasta recordaban lo rico del hornado que habían comido”, recuerda entre risas.

Lamenta que todavía tenga que explicar -en cada visita que realiza- que el sombrero de paja toquilla es originario de Ecuador y no de Panamá, a pesar de los esfuerzos que han hecho las autoridades de organismos internacionales y ecuatorianas como el Instituto Ecuatoriano de la Propiedad Intelectual (IEPI), que les dio la certificación de la Denominación de Origen del sombrero Montecristi.

Aún así, dice sentirse orgullosa de que por sus manos hayan pasado sombreros que han lucido celebridades como Michael Jordan, Harrison Ford, Michelle Pfeiffer, entre otros, quienes son clientes exclusivos de varias casas de modas a los que ellos entregan sombreros.

“Nos enteramos porque ellos piden especificaciones para cada sombrero y nos los mandan a hacer a medida”.

Doña Flérida asegura que mientras tenga fuerzas y aliento mantendrá vivo este patrimonio del Ecuador y de la humanidad que sale de los pulgares de las manos de las toquilleras de comunas como Pile, Aromo, Las Pampas, entre otras, para recorrer el mundo transformado en un sombrero de paja toquilla. (I)

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