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La parroquia padece las sequías y crecidas del río Zarumilla que divide al suroeste de Ecuador con el noroeste peruano

Carcabón, el pueblo fronterizo que oculta un cementerio con la memoria militar del país

Pese a que la temporada seca obliga a sus moradores a cavar profundas pozas en busca de agua, el parque fronterizo de Carcabón se mantiene florido y cuidado. Fotos: Luis Fernando Fonseca / El Telégrafo
Pese a que la temporada seca obliga a sus moradores a cavar profundas pozas en busca de agua, el parque fronterizo de Carcabón se mantiene florido y cuidado. Fotos: Luis Fernando Fonseca / El Telégrafo
06 de octubre de 2015 - 00:00 - Luis Fonseca Leon

Pocos escenarios pueden ser tan desoladores como las fronteras o los cementerios, lugares de paso, nichos que conducen a otros mundos, a otra vida. Cuando alguien abandona un país, muere de alguna forma, para volver a nacer en otro sitio y si lo hace atravesando las aguas del río Zarumilla —junto al cordón fronterizo del suroccidente ecuatoriano— Carcabón será el enclave obligado.

Al estar cerca de la frontera con Perú, la parroquia rural Carcabón suele ser difícil de encontrar en los mapas. El punto, que se pierde junto a las líneas que demarcan territorios, está ubicado en la provincia de El Oro, a unos 50 km al suroeste de Machala, y pese a estar junto al río que divide a 2 países, tiene un pueblo —porque barrio sonaría muy urbano— llamado Quebrada Seca. Los otros pueblitos que componen Carcabón son Guabillo, al norte, donde inicia la parroquia; y Rancho Chico, al sur, donde termina.

El bus que va de Arenillas a Carcabón hace su recorrido cada hora, por la vía a Chacras, y lleva la leyenda “Trans Victoria” aunque conduce al territorio en que el Ejército ecuatoriano tuvo una derrota memorable en 1941. Así lo recuerda José Florencio León (85) sobre una bicicleta azul a la que le ha atado un par de costales vacíos en el asiento y el manubrio para ver si el verano inclemente le ha dejado unas sobras que cosechar. En Carcabón se cultivan productos de ciclo corto, como limones, plátanos, cacao, melones, tomates, pimientos y sandías y es durante los fines de semana invernales que sus calles de tierra reciben a los visitantes que llegan al río que hace más de 7 décadas se tiñó de sangre y, durante gran parte de la segunda mitad del siglo pasado, fue un hilo de tensión frecuente entre Ecuador y Perú.

“Había una guerra de nervios (un conflicto psicológico)”, dice José Florencio, quien llegó al Carcabón de casitas con techo de paja que escapaban de las tinieblas gracias al queroseno de los mecheros que encendían durante las noches de hace 50 años. “Aquí no había combates, sino la idea pesimista de que nos atacarían en cualquier momento, esperábamos que pase eso y al otro lado del río también tenían ese miedo”, dice con la mirada en el horizonte, tras una iglesia cerrada, que solo abre en domingo, cuando llega a dar misa un cura de Arenillas, el último cantón de la Costa, cuyo centro —al sur de la parroquia que nos ocupa— conserva esa identidad tropical de calles amplias y altos cobertizos en las casas.

Entre los pueblos fronterizos Rancho Chico y Quebrada seca, una hectárea de terreno fue demarcada para restaurar el Cementerio de los héroes caídos.

Después de un cruce de balas en el río Zarumilla, Ecuador y Perú habían firmado el Protocolo de Río de Janeiro y las fronteras en la Costa y la Sierra se demarcaron, dando paso a una paz relativa, algo que no ocurrió en 3 provincias del Oriente, en la selva amazónica, cuyos límites continuaron en disputa. La huella material que queda de la Guerra del 41 es un cementerio abandonado en el pueblito limítrofe Quebrada Seca.

Como la mayoría de pobladores del lugar, Luis Gálvez Correa vino de otra provincia, es lojano, y, en marzo de 2014, se convirtió en el presidente de la Junta parroquial de Carcabón luego de vivir más de 4 décadas en Huaquillas, la ciudad orense fronteriza por antonomasia. Luis, un empresario camaronero que tiene una finca en Guabillo, dice que descubrió en la montaña unos “templetes cívicos bien ‘hechecitos’, de capitanes, de un mayor y, luego, el cementerio” abandonado al que conduce sobre su Chevrolet Silverado negro, mientras los pobladores lo saludan cada tanto e, incluso, lo detienen para contarle las novedades del pueblo. Gálvez ha puesto una bandera tricolor en el parque central de Carcabón para no olvidar su idea de que la recuperación de la memoria, a través de la restauración de las efigies de los militares caídos, fortalecerá la identidad en los moradores, quienes apenas sobrepasan los 700 votantes y llegan al millar de personas con quienes viven ahí temporalmente.

“Es una historia terrible —dice el lojano—. Donde están las fosas de los héroes, yo encontré huesos y unas vestimentas, estaba todo destruido”. Antes de llegar a ese paraje, hay que tomar un camino de arena, cerca de una estación de policía que luce tan desolada como la iglesia. En los senderos hay cúmulos de material pétreo que sirve para asfaltar carreteras y era extraído de las minas antes que el Ministerio del Ambiente lo prohibiera por el impacto que genera su explotación en la reserva ecológica Arenillas. A diferencia de otras ciudades de la provincia, como Zaruma, Portovelo o Santa María, el oeste carece de oro bajo sus tierras y eso se nota en sus parajes sobrecogedores.

Lo que arrojaron las minas de Carcabón será usado para hacer un puente en la quebrada que luce seca en esta época del año pero que, durante el invierno, es invadida por aguas que suelen llegar hasta las copas de los árboles cercanos.

Florencio León recuerda que, en 1969, el entonces presidente José María Velasco Ibarra destacó la labor de los campesinos cuando llegó a encender 3 motores de luz para alumbrar Balsalito, Guabillo y Carcabón. La obra había sido financiada por Luis Felipe Sánchez, quien desde la Junta de Fomento de El Oro, se había preocupado de los pobladores fronterizos. Al ver su situación, Velasco definió a los agricultores como “centinelas de la patria sin relevo”, una suerte de héroes activos para quienes hizo una carretera que los comunicara con la Panamericana, en 1970.

Uno de los militares que murieron en 1941 fue el teniente Carlos Díaz Terán, de quien Gálvez restauró un templete levantado en su honor el año pasado. En una de las placas del lugar tiene escrita la fecha 29 de enero de 1991 y, cerca de allí, están las tumbas abandonadas, entre ceibos secos y guayacanes. Una lápida data de 1908, junto a una cruz en la que aparece el año 1937 y, más allá, un montículo de piedras parece ocultar lo que un día fue una fosa común. (I)

DATOS

Carcabón debe su nombre a la tradición carbonera del lugar aunque pudiera hacerse un juego de palabras con carcavón: barranco de las avenidas de agua en tierra movediza.

La parroquia está ubicada en la ribera del río Zarumilla y abarca a los pueblos Guabillo, Rancho Chico y Quebrada seca. Limita con Chacras, al norte; Arenillas, al sur; Palmares, en la parte oriental; y el Perú, al occidente.

La población registrada en Carcabón es de 703 habitantes en una extensión de 79,8 kilómetros cuadrados. Está situada a una altitud de 49 metros sobre el nivel del mar y las temperaturas van de los 28 °C a 34 °C.

Las fiestas por los 22 años de parroquialización (24 de octubre de 1993) irán del 21 al 24 de octubre. Habrá juegos, cuadrangulares de ecuavóley y fútbol con participantes de las provincias de Los Ríos y Santo Domingo. De manera provisional, la junta parroquial funciona en un Infocentro.

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