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El Telégrafo
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Rosita es exigencia, disciplina y ritmo

Rosita es exigencia, disciplina y ritmo
01 de agosto de 2012 - 00:00

Tras una extenuante jornada de entrenamiento su primera actividad es acercarse al celular para comunicarse con su madre Julia Silva y a través de ella escuchar la voz de su hija Natasha, de 3 años.

Esa es la rutina inalterable en la vida de la pesista guayaquileña Rosa Tenorio, quien participa hoy (06:30) por primera vez en el máximo evento deportivo a nivel mundial.

Sabe de la responsabilidad que significa representar al país y por eso, incluso, sacrificó su tiempo como madre para perfeccionar su estilo.

Por nueve meses (6 de embarazo y 3 de lactancia) estuvo completamente alejada del deporte, pero luego retornó con más entusiasmo. “He pasado muy poco tiempo con mi hija, pero esas son las exigencias de esta disciplina que hasta el momento han valido la pena”.

Su inclinación por el deporte se dio en la secundaria. Practicó durante los seis años de estudios el atletismo, pero por obligación.

Un día, por casualidad, observó el trabajo de  las pesistas esmeraldeñas Seledina Nieves y Alexandra Escobar en el gimnasio porteño y se vio atraída por la fortaleza de ambas para levantar la barra.

Desde ahí las dos deportistas se convirtieron en su fuente de inspiración y convicción para alcanzar cada una de las metas que se propuso. “Seledina y Alexandra son grandes referentes para mí. Son como mi familia, que siempre me apoya y me impulsa a seguir adelante”.

Su experiencia previa en el atletismo le ayudó a aprender más rápidamente la técnica. “Lo complicado es saber levantar bien la barra y paulatinamente incrementar el peso para crecer deportivamente, porque si uno no sabe pararse jamás va a poder superar lo que ya consiguió”.   

En su debut  en el máximo evento deportivo mundial, hoy, a las 06:30, espera al menos inscribirse en el top ten.  “Es complicado asegurar una medalla porque todos los participantes se preparan de la mejor forma, pero prometo que me esforzaré totalmente para llegar al objetivo. Mi país se lo merece”.  

Con sinceridad reconoció que el estudio no está entre sus fortalezas, pero sabe que necesita crecer intelectualmente para subsistir cuando deje la actividad competitiva. “Soy una alumna regular, pero siempre me doy modos para cumplir con las tareas encomendadas”.

Está en primer año de licenciatura en Cultura Física en la Universidad de Guayaquil. Desea convertirse  en instructora de halterofilia a nivel nacional, el deporte que llena su vida.   

Su mayor debilidad es la gastronomía. Le fascina la comida, en especial los mariscos y el pescado. “No sé prepararlos a la perfección, pero mi madre sí; lo primero que hago cuando llego de un viaje, después de abrazar a mi hija, es comer un buen ceviche o encocado”.

Es muy espontánea y amigable. Le gusta disfrutar de su tiempo libre en las redes sociales, sobre todo cuando está fuera del país. Ahí mantiene a sus amigos informados de las actividades que cumple y siempre sube fotografías de los lugares en los que se encuentra.

Durante su permanencia en Quito, junto a David Arroyo, fue la más alegre y hábil al momento de mostrarse en el  baile. Con destreza se movió mientras levantaba las pesas. El ritmo de la salsa es su preferido. Casi siempre hay esas melodías de fondo en el gimnasio en que practica.

Entre risas comentó que su swing está en la sangre. “Llevo esa facilidad de movimiento desde niña. Uno debe ser siempre entusiasta para saber sobrellevar todas las situaciones de la vida diaria”. Su figura es menuda -llega a los 1,60 m-, pero tiene la fortaleza para levantar 214 kg, su mejor registro, obtenido en los Juegos Panamericanos en México 2011. (VNH)

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