Marlene: “Sofía nunca se olvida de llevar su Biblia”

Un cuarto de la casa de Sofía Padilla está dedicado a sus medallas, trofeos, diplomas y fotos, todos ellos recuerdos de los triunfos que ha obtenido en su carrera como tiradora.

Su madre, Marlene Bustamante, los guarda como su colección más sagrada y en un corto recorrido explica dónde y en qué torneo fueron ganados.

Solo imaginar a su hija mayor participando en sus primeros Juegos Olímpicos es una ilusión, muy propia, cristalizada para Marlene, puesto que cuando ella era estudiante de secundaria jugaba básquet, pero no continuó por los estudios. Sin embargo, desde aquel tiempo se imaginó que sus “descen dientes ” lograrían lo que ella no pudo.

Creyente en Dios y asidua lectora de la Biblia, Marlene cuenta que Sofía desde pequeña estuvo vinculada con el deporte, y que dio sus primeros pasos en triatlón y natación. Su esposo, Joselito, militar de profesión, solía llevar su rifle al domicilio y practicar algunos tiros, recuerda.

“Él venía a casa a entrenar con el fusil, y como toda niña curiosa, Sofía quiso practicar y un día disparó y dio en el centro. Le dije al papá: ¡Mira, está mejor que tú! (ríe) y desde ese momento comenzó a llevarla al polígono para que entrenara”.

Marlene describe a Sofía como una chica tímida, pero que comenzó a desenvolverse mejor por las continuas entrevistas que daba a los medios de comunicación. “Ya se le ha quitado la vergüenza”.

Su padre, quien también es su entrenador, ya se encuentra con ella en la villa olímpica de Londres. La ecuatoriana llegó a este evento ecuménico por una wild card que se ganó por su quinta ubicación en los Juegos Panamericanos del 2011, celebrados en Guadalajara, México.

“Nunca se olvida de su Biblia; yo le pongo frases que me impactan y las escribo para que cuando se sienta sola en los viajes las lea y se motive. Le coloco mensajes de Dios en los cartoncitos de tiro que utiliza en su entrenamiento”. El mejor recuerdo que tiene de Sofía, en lo deportivo, es cuando ganó a los 14 años su primera medalla de oro para el Guayas. (APS).

Viviana: “César y mi familia nos sentimos agradecidos”

La madre del piragüista César De Cesare, Viviana Grassi, confesó que la mejor decisión de su vida fue la que tomó una tarde cuando inscribió a sus tres hijos en una escuela de canotaje que había abierto la Prefectura de su natal Colón, Entre Ríos, como lo haría cualquier madre que deseaba que sus pequeños practicasen un deporte en sus vacaciones.

Viviana, por entonces, no imaginaba que su segundo hijo iba a desfilar en unos Juegos Olímpicos con la bandera de otro país. “Me siento muy orgullosa, estoy satisfecha con su país de adopción, Ecuador, con los dirigentes por todo lo que le dieron a mi hijo. César está luchando desde chiquito en Argentina, pero su don y capacidad no pudo desarrollarlos en su nación, por lo que nos sentimos agradecidos y contentos. Para mí todo esto aún me parece increíble”.

Viviana reside en Ecuador desde hace siete años. La primera vez que visitó Guayaquil quedó encantada y ya en la segunda venida no regresó más a Argentina. Recuerda a su hijo como un chico muy inquieto en casa, pero de buen comportamiento en la escuela.

“Siempre fue un chico agradable, hablaba con todo el mundo, era sano, no era agresivo, y además grandote”. Los padres del campeón mundial en kayak ayudaron a su vástago con los viajes e implementos cuando era seleccionado en Buenos Aires, pero a los 16 años tuvo que retirarse de la disciplina puesto que no contó con apoyo económico.

Sin embargo, en Ecuador encontró el respaldo necesario para seguir con los entrenamientos, gracias a la ayuda de su hermano Sebastián, quien fue el primero en residir en Guayaquil como profesor de una escuela de canotaje. Ahora es su técnico. “Que el hermano sea el entrenador es un orgullo completo para mí. Yo con el papá, Hugo, luchamos para que los hermanos estén unidos y ahora verlos juntos en esta odisea... No hay palabras”.

Posiblemente, el progenitor de César viaje a Londres. “Él sabía que su hijo iba a llegar lejos y así fue”. Viviana se quedará en Guayaquil y observará la competencia con su hija Daniela, quien llegó a ser campeona sudamericana en K-1, a los 16 años. (APS)

Mireya: “Siempre imaginé ver a Emilio en los JJ.OO.”

A las 7 de la mañana de un fin de semana ya estaba despierto y listo para entrenar con su bicicleta. Así recuerda Mireya Buchely a su hijo Emilio desde los 4 años: disciplinado, responsable y comprometido con el deporte. Fue en una Navidad de 1990 que Emilio recibió una “bici” como regalo. En ese momento se montó en su juguete y empezó a darle vueltas a la sala, hasta que después de unos minutos le pidió a su madre que le sacara las ruedas de apoyo logrando así mantener el equilibrio hasta el final.

“Me siento muy bendecida, ya que desde pequeño nació con esta cualidad. Es un compromiso que tiene las 24 horas, de lunes a domingo. Emilio y sus hermanos ponían rampas en la casa y así empezó su constancia. Un día su papá lo llevó a una competencia de bicicross en Quito y le encantó. Allí se puso a llorar y dijo que quería ser como ellos”.

Mireya extraña mucho a su hijo cuando no está en el hogar por sus continuos viajes al exterior, ya sea por entrenamientos o competencias, pero ese tiempo lejos de casa lo ha recompensado con los logros obtenidos.

Los de Londres serán los segundos JJ.OO. para él, puesto que ya asistió a los de Beijing 2008. A ese evento, Mireya y su esposo, Eduardo, lo acompañaron, tal como lo harán ahora, pues ya tienen la visa y los pasajes comprados para Inglaterra. “Por el compromiso que tiene siempre imaginé verlo en unos JJ.OO. Así como hemos disfrutado de sus hazañas, hemos sufrido con los accidentes, como el que tuvo en los Juegos Panamericanos de Guadalajara (sufrió un hematoma renal de un centímetro en su muslo izquierdo). Fue terrible, yo por skype veía que
no se movía”.

Ese episodio quedó en el pasado y ahora se prepara para observar a Emilio en el evento más importante a nivel olímpico. Él ya está en Londres y antes de armar su maleta Mireya le mostró los 4 dedos de una mano para recordarle las cosas que no puede olvidar: pasaporte, dinero, casco y chompa. “Sus uniformes se los lavo con el detergente que le encanta porque a veces los olores comunes lo ayudan a acercarlo a la familia”. (APS)