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Turquía, el socio necesario de Occidente

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, pronuncia un discurso, flanqueado por su esposa Emine, durante una recepción en el Palacio Presidencial, en Ankara.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, pronuncia un discurso, flanqueado por su esposa Emine, durante una recepción en el Palacio Presidencial, en Ankara.
Foto: AFP
15 de febrero de 2016 - 00:00 - Gorka Castillo

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, siempre ha sido un político controvertido. Desde su faraónico palacio de Ankara, un complejo de casi 1.000 habitaciones que ocupa una superficie de 200.000 metros cuadrados, dirige su país como un habilidoso ajedrecista que no desaprovecha la más mínima oportunidad para lanzarse al ataque de su oponente sin descuidar la retaguardia. No solo lo demostró al desafiar a Vladimir Putin derribando un avión militar ruso sino que ahora lo exhibe en las difíciles relaciones estratégicas que mantiene con Estados Unidos y Europa.

“En cierta manera, ha doblado el brazo a estadounidenses y europeos por la importancia que representa su colaboración en la guerra contra el Estado Islámico y en el control del flujo de refugiados”, indica la periodista francesa Silvia Dacouré, experta en política turca.

A Dacouré le sorprenden poco los enfrentamientos y polémicas que acompañan a Erdogan desde que el pasado 1 de noviembre ganó con mayoría absoluta las elecciones en su país. “Incidentes como el protagonizado por su seguridad privada en Quito son actos que retratan el autoritarismo que le acompaña y la falta de respeto de su régimen hacia otros países”, afirma la periodista francesa.

En realidad, Erdogan sufrió una mutación peligrosa tras la derrota de su formación, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), en unos comicios de junio de 2015 que planteó como la prueba definitiva para instaurar un sistema presidencialista. “De ser una figura integradora pasó a ser un integrista”, asegura la ex corresponsal francesa a EL TELÉGRAFO.

En los 5 meses que siguieron a la salida del AKP del poder, Turquía puso fin a la tregua que mantenía con los kurdos, se despreocupó de los refugiados que salían por miles de Siria rumbo a Europa y sufrió el peor atentado de su historia reciente con más de 100 muertos. La situación era tan explosiva, “con el país al borde de una guerra civil” -según el columnista Cengiz Çandar-, que el regreso de Erdogan fue recibido con una mueca de alivio en Europa y Estados Unidos.

Desde entonces, el país está dividido “entre quienes le adoran como el único político capaz de traer la seguridad a las calles y entre quienes le aborrecen por la represión desatada por sus fuerzas policiales y los servicios de inteligencia”, relataba el copresidente del prokurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP), Cesim Soylu, en una reciente entrevista a un canal de televisión español.

El HDP es la tercera fuerza política turca. Esta división se ha extendido a la esfera internacional donde ven a Erdogan como un socio “necesario” mientras censuran el creciente autoritarismo de su política y el recorte de libertades civiles, especialmente en el ámbito de la prensa. En el olvido quedan ya las palabras de Barack Obama, que en su primera visita a Turquía describió a Erdogan como uno de sus “5 aliados internacionales más cercanos” y le calificó como un líder “islamista, demócrata y tolerante”, un ejemplo a seguir por el resto de países musulmanes.

Pero la guerra en Siria ha cambiado las prioridades. La relación de Washington con Ankara está salpicada de controversias tan desagradables como incendiarias y que solo su pertenencia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y, sobre todo, su estratégica frontera con la zona bajo control del Estado Islámico ha logrado aplacar.

Su partida con la UE tiene otra dimensión, pero Turquía también tiene ventaja. En noviembre logró arrancar de Bruselas una propuesta que organizaciones humanitarias como Médicos sin Fronteras no han dudado en calificar de “indecente”. A cambio de controlar el tránsito de refugiados, algo que han reducido considerablemente, los europeos han liberalizado los visados de entrada a los ciudadanos turcos y han aprobado un paquete de ayudas superior a los $ 3.000 millones. “Europa sacrifica así sus principios de democracia y derechos humanos por los imperativos de la geopolítica. Los círculos europeístas de Turquía ya no creen en la UE”, denunció el analista turco Cengiz Çandar en un artículo publicado en diciembre en el semanario ‘Al Monitor’. Para MSF, es mucho peor ya que Erdogan utiliza el drama humano como arma política, algo siempre presente en las negociaciones que mantiene con la UE desde 2003.

Para el presidente turco hay otras prioridades y son de carácter interno. “El AKP lo ha dicho cientos de veces: su primer enemigo es el PKK kurdo, al que quieren aniquilar. Es más importante esta guerra que la que libra contra el Estado Islámico”, recuerda Silvia Dacouré. Hay multitud de datos que lo demuestran. Erdogan, como buen integrista musulmán, busca la islamización de la sociedad turca y de Oriente Medio. Justo lo opuesto al PKK y al resto de organizaciones kurdas, que defienden la diversidad religiosa y cultural en la región, que, además, han formado una temible infantería que martillea sin cesar al Estado Islámico tanto en el norte de Irak como en Siria.

Para la periodista gala, “estas cuestiones explican por qué el factor kurdo es un obstáculo que desean eliminar tanto Turquía como el EI, ya que ambos aspiran a la islamización de un vasto territorio”. (I)    

El gobierno turco quiere que Rusia suspenda bombardeos durante tregua

El gobierno de Turquía estima que Rusia debe poner fin a sus bombardeos contra posiciones rebeldes en el norte de Siria, ya que de lo contrario el cese al fuego parcial acordado por las grandes potencias para la siguiente semana no podrá ponerse en práctica.

El ministro turco de Relaciones Exteriores, Mevlut Cavusoglu, celebró el acuerdo alcanzado el jueves pasado en Munich por el Grupo Internacional de Apoyo a Siria para cesar las hostilidades a fin de permitir la entrada y distribución de ayuda humanitaria y la transición política en ese país.

Turquía y sus socios no objetan que Rusia apunte contra grupos como el Estado Islámico (EI) y el Frente al Nusra en Siria, pero consideran que Moscú debe hacerlo en coordinación con la coalición liderada por Estados Unidos, declaró Cavusoglu a la cadena turca de noticias TRT.

El acuerdo del cese a las hostilidades para proporcionar ayuda humanitaria fue “un paso importante” hacia la resolución de la crisis siria, y las partes en conflicto deben aprovechar la oportunidad para detener bombardeos, ataques contra civiles y dar paso a la ayuda, indicó el secretario.

Se trata del primer avance diplomático en un conflicto que inició en 2011 con un levantamiento contra el presidente sirio Bashar al Asad (foto) y derivó en una guerra civil que ya se ha cobrado la vida de más de 250.000 personas y obligado al desplazamiento de millones.

Pero el permitir que la lucha continúe una semana más, le da al gobierno de Al-Assad y a las tropas rusas tiempo para seguir con una ofensiva que ha provocado una nueva ola de refugiados sirios hacia Turquía, escribió el periódico turco The Hurriyet.

Aviones rusos continúan sus bombardeos en la norteña provincia siria de Alepo, sin mostrar ningún signo de desacelerar los ataques a pesar del acuerdo en Munich, el cual sin embargo no fue firmado por las partes en conflicto: El gobierno de Damasco y las fuerzas opositoras.

Al respecto, Vladimir Dzhabarov, primer vicepresidente del comité de asuntos internacionales en el Consejo de la Federación, cámara alta del Parlamento ruso, comentó que Rusia continuaría su campaña antiterrorista en Siria.

Además, señaló que el acuerdo de Munich está relacionado con el conflicto entre el gobierno sirio y los grupos de oposición, pero no incluye a “los terroristas que se encuentren en el territorio sirio y parcialmente en Irak”.

“Rusia mantendrá su operación antiterrorista ya que conoce la ubicación de los militantes del EI y las rutas de su alimentación de municiones y armas, así como sus fábricas de armamento”, sostuvo el legislador, citado en despachos de la agencia informativa rusa TASS.

Ante esto, George Sabra, integrante del Alto Comité de Negociaciones (ACN), sostuvo que un eventual alto el fuego en Siria dependerá de la voluntad de los grupos armados rebeldes en el terreno. (I)

Datos

La UE aprobó el 3 de febrero las modalidades de financiación de un fondo de $ 3.000 millones destinado a los 2,7 millones de refugiados sirios que viven en Turquía, que fue prometido a cambio de que Ankara frene el flujo migratorio hacia Europa.

Desde el 1 de febrero el régimen de Bashar Al Asad, apoyado por Rusia, ha lanzado una violenta ofensiva contra los rebeldes de la provincia de Alepo (norte), que ha dejado 500 muertos y provocó el éxodo de 30.000 personas hacia la frontera turca.

Turquía, apoyada por varias ONG, ha preferido ayudar a los refugiados en territorio sirio, enviándoles toneladas de asistencia humanitaria y dejando entrar solamente a las personas enfermas.

En 2015 más de 850.00 migrantes consiguieron cruzar el mar Egeo y entrar en Grecia.

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