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El Telégrafo
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Los sondeos otorgan a la mandataria 14 puntos de ventaja en la intención de voto

Rousseff y Silva, dos modelos en pugna por el poder en Brasil

La presidenta y candidata presidencial por el Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff (izq.) La ecologista y evangélica Marina Silva, candidata presidencial del Partido Socialista Brasileño (PSB). Fotos AFP.
La presidenta y candidata presidencial por el Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff (izq.) La ecologista y evangélica Marina Silva, candidata presidencial del Partido Socialista Brasileño (PSB). Fotos AFP.
29 de septiembre de 2014 - 00:00 - Pablo Giuliano. Corresponsal desde Sao Paulo, Brasil

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, favorita a la reelección del próximo domingo, además de anunciar que cambiará a su ministro de Economía, Guido Mantega, resistido por el mercado financiero, lanzó que promoverá la reforma política y una gran bandera de la izquierda, una nueva ley que regule la propiedad de los medios de comunicación.

Dos modelos de país están en pugna con dos mujeres, la presidenta Rousseff y la opositora Marina Silva, en Brasil, que serán puestos a prueba el domingo próximo en las elecciones presidenciales que servirán para determinar parte del rumbo de América Latina, teniendo en cuenta que el gigante sudamericano es la séptima economía del planeta y el principal motor industrial de la región.

Rousseff defiende el modelo llamado de ‘nacional desarrollismo’ iniciado por su antecesor y jefe político, Luiz Lula da Silva en 2003, mientras que Silva ha mostrado un inédito discurso sobre neoliberalismo, en reducir el rol del Estado en la economía y, sobre todo, de la banca pública, y en términos regionales.

En ese sentido coincide con el programa económico de Aecio Neves, el tercero en discordia y posible fiel de la balanza en una posible segunda ronda el 26 de octubre, que defiende las privatizaciones y la reducción del Estado.

“No veo diferencias entre los programas económicos de Marina Silva y Aecio Neves”, comentó Bresser Pereira, exministro del gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), quien declara su apoyo a Rousseff por entender que este modelo es el más viable para el Brasil del siglo XXI.

En el centro de las críticas del PT está la mano derecha de Marina Silva, Alice María Setúbal, alias Neca, una socióloga que realiza trabajos sociales pero que además es la heredera del imperio bancario Itaú, un banco que abiertamente, al igual que otros, se ha decidido por apoyar a la ecologista.

La elección se produce en medio de un escándalo de desvío de dinero público y lavado de millones de dólares de los últimos 15 años en Petrobras, con el testimonio del exdirector de la estatal Paulo Roberto Costa, quien hizo un acuerdo con la justicia para entregar nombres de políticos que podrían haber recibido sobornos.

La revista opositora Veja apunta este caso como el más importante de los últimos tiempos, que podría afectar a Rousseff, quien entre 2003 y 2005 fue ministra de Minas y Energía y presidenta del consejo de Petrobras.

Pero la tecla de la corrupción dentro del Partido de los Trabajadores (PT) no detuvo la recuperación de Rousseff en las encuestas: la última, del viernes, de Datafolha, le otorga a la mandataria el 45% de los votos válidos, contra 31% de Silva y 21% de Neves. En una segunda vuelta, tendría el 48% contra el 43% de Silva, quien había subido en las encuestas tras la muerte de su compañero de fórmula, Eduardo Campos, el 13 de agosto.

La ecocapitalista, como la empieza a llamar parte de la prensa, dijo ser víctima de una campaña de odio por parte del Partido de los Trabajadores (PT), que machacó en la publicidad electoral contra proyectos como la independencia del Banco Central, su posición a favor del lobby evangélico contra los gays y la política de reducción de prioridad del petróleo, toda vez que Brasil acaba de poner en marcha la extracción en los megayacimientos submarinos.

Silva, una fundadora del Partido de los Trabajadores en el estado amazónico de Acre, fue ministra de Ambiente de Lula hasta 2007, cuando dio el portazo porque el jefe había elegido a Rousseff como su sucesora. La ambientalista, negra, tuvo un origen de película, con 11 hermanos en una familia de extractores de caucho, fue alfabetizada a los 14 años por monjas católicas, se recibió en Historia y luego abrazó la causa política y últimamente la religiosa, como activa practicante del culto neopentecostal Asamblea de Dios.

Por el lado de Rousseff, los movimientos sociales son los que más han perdido durante su primer gobierno, en especial el Movimiento Sin Tierra: el de Dilma fue el peor gobierno para la reforma agraria, incluso relegado por el liberal de Cardoso.

El líder del MST, Joao Pedro Stédile, crítico de Rousseff, volvió a escena al participar de un abrazo a la sede de Petrobras junto a Lula y sindicalistas en Río de Janeiro para protestar por los planes de Silva para la industria del petróleo. “Si Marina toca a Petrobras tendrá una manifestación todos los días”, avisó el líder campesino. Su presencia en un acto para apoyar a una presidenta que fue fría y distante de los movimientos sociales en gran parte de su mandato marca que podrá haber un giro a la izquierda en un Rousseff II.

“Es un sector que necesita regulación, como los puertos o el petróleo. Los oligopolios no pueden ser permitidos”, dijo en una entrevista ante blogueros, en la cual lanzó parte de lo que vendrá si es electa: el choque directo contra la principal organización de medios de América Latina, la cadena Globo, que domina gran parte del sistema audiovisual del país.

En política externa existen varios puntos en conflicto entre los candidatos. No es casual que la única entrevista con la prensa extranjera Silva la otorgó a la agencia estadounidense AP, ante la cual habló sobre una “transición a la democracia de Cuba”.

“Brasil no debe practicar el intervencionismo, no se entromete en asuntos internos ni lanza certificados de buena conducta ni para Cuba, ni Francia, Estados Unidos o China”, dijo a EL TELÉGRAFO Marco Aurelio García, asesor especial de asuntos externos de Rousseff.

La apuesta del PT en el gobierno será mantener el Mercosur y esperar, como dijo García, el ingreso de Bolivia y Ecuador, y reforzar el grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

“Queremos hacer correcciones en la política externa”, comentó a EL TELÉGRAFO Mauricio Rands, coordinador del programa político de Marina Silva. Entre esas correcciones está flexibilizar el Mercosur para que Brasil pueda firmar acuerdos comerciales con otras regiones o en distinto compás que sus socios sudamericanos y ‘relanzar de hecho’ las relaciones con Estados Unidos.

Rousseff enfrío como nunca las relaciones con Washington desde que 2013 explotó el escándalo del exespía Edward Snowden, que reveló documentos sobre cómo espiaba la Agencia Nacional de Seguridad (ANS), tras lo cual suspendió una visita a Barack Obama.

En el discurso ante la Asamblea General de la ONU, Rousseff destacó  que Brasil salió del mapa del hambre de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y que rechazaba otra intervención militar de las potencias en Medio Oriente, con motivo de los bombardeos contra el  califato del Estado Islámico en Siria e Irak.

Pero los brasileños no pudieron ver ese discurso: el principal canal de noticias del país, Globonews, de la cadena Globo, boicoteó el discurso de Rousseff ante la ONU -al que luego calificó de electoralista- y puso en su lugar a varios periodistas a discutir temas como el aborto. “La regulación de los medios, dijo Rousseff, es un reclamo cada vez mayor que existe entre la gente”.

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