Fue una tarde luminosa a ritmo de vals. La campaña del ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) congregó el viernes junto al gran mercado turco de Viena a cientos de fervorosos simpatizantes convencidos de que su candidato, Norbert Hofer, será hoy el nuevo presidente del país. Aunque no hubo incidentes y todo discurrió con normalidad podría parecer la provocación de un grupo de ultras envalentonado por los resultados favorables de las últimas encuestas. Según la empresa Gallup, Hofer aventaja en casi cuatro puntos a su rival en esta segunda y definitiva vuelta, el portavoz federal de los Verdes austriacos, Alexander Van der Bellen, un veterano político de 72 años muy apreciado por el electorado de la izquierda austriaca.

El viernes, Van der Bellen echó el resto para rebañar voto a voto la presumible ventaja de Hofer con dos mítines, uno en el sur, en la ciudad de Graz por la mañana, y otro por la noche en la capital del país. “Creemos que al final ganará porque recibirá los votos de los partidos de la coalición que gobierna desde 2007”, asegura Marcus Baumgartner, un vendedor de cepillos de dientes que siempre ha votado al partido socialdemócrata (SPÖ), una formación que como su aliado conservador del Partido Popular (ÖVP) están pagando los platos rotos de la crisis y los recortes del Estado del Bienestar. Ambos partidos sufrieron el pasado 24 de abril un revés demoledor al quedar eliminados en primera vuelta de las elecciones presidenciales que hoy pueden convertir a Norbert Hofer en el primer presidente ultraderechista de la UE.

Entre los seguidores del FPÖ se aprecia un exceso de confianza. “Ganaremos porque no hay otra alternativa”, clama un hombre con una abigarrada gorra del partido. No es el único que aguarda la llegada de su líder con ansiedad, entre sones del tema “Sex bomb” a todo trapo y sonatas de Strauss destrozadas por la electrónica que la gente recibe bailando como si estuviera en una discoteca. “¡Hofer, Hofer!”, animaba el DJ. Y el público respondía: “¡Mi ídolo, mi presidente!”. Entre la concurrencia, podía verse de todo. Desde jóvenes engominados con aspecto de cotizar en la bolsa a jubilados machacados por la crisis, agujereados por el alcohol y la desidia. No faltaban pequeños grupos de cabezas rapadas, alguno tatuado hasta las orejas. Todo el recinto, al aire libre, estaba fuertemente vigilado por la policía.

Aunque la ciudadanía es consciente de que una victoria de Hofer no incidirá mucho en la gestión cotidiana de la política austriaca, su triunfo es contemplado como el primer paso para licuar el europeísmo centroeuropeo y convertirse en el nuevo referente de la ultraderecha continental. De hecho, el presidente de Austria, elegido por un periodo de seis años, dispone de poderes para nombrar un nuevo canciller e incluso disolver el parlamento. ¿Lo hará Hofer? Esa es la duda. Una mujer vestida con un ceñido traje blanco responde: “No tengo dudas de que así será”.

En la primera vuelta del 24 de abril, Hofer obtuvo el 35,1% de los votos, superando a Alexander Van der Bellen en más de 13 puntos. Una goleada en toda regla que puso a temblar a miles de migrantes y al borde del despeñadero al gobierno de coalición. Tanto fue el impacto de la derrota que el canciller socialdemócrata Werner Faymann dimitió dos semanas después al considerar que había perdido la confianza. Su sucesor es Christian Kern, también del SPÖ, y en el discurso de investidura pronunciado en el Parlamento el pasado martes anunció que su prioridad absoluta es frenar el avance de la ultraderecha en las elecciones presidenciales del domingo. Kern ha pedido el voto para Van der Ballen. “Es una cuestión de necesidad”, dijo.

No es para menos. En los discursos pronunciados durante el cierre de campaña del viernes, los dirigentes ultraderechistas fueron desgranando los principios inviolables de sus ideales que les ha proporcionado un colosal apoyo de votantes desencantados con un sistema que ha barrido sus esperanzas de tener un mundo mejor. Por eso, en el FPÖ confluyen desde brokers audaces hasta austriacos desangelados que culpan a la migración de poner en riesgo las bondades del Estado del Bienestar cimentada al término de la II Guerra Mundial. Heinz-Christian Strache, el presidente y  verdadero líder del FPÖ, enfundado en un pañuelo de seda, subió al estrado para decir una victoria de Hofer marcará el inicio de una “una nueva era política”. 

Hofer, aclamado con un mesías, fue aún más lejos al comparar a Bruselas con “una agencia de viajes para los inmigrantes” contra el que es necesario luchar y “evitar así la invasión de los musulmanes”. En Austria, un país con 8,5 millones de habitantes en el corazón de Europa, han sido registrados cerca de 100.000 refugiados sirios desde el inicio de la crisis humanitaria en 2015. Para ellos está prohibido estudiar y trabajar. A cambio del asilo, recibe 350 euros al mes y residencia. Con ello deben organizarse de la mejor manera posible.

No es extraño escucharles decir que si gana el FPÖ las cosas irán a peor. “Si gana Hofer me temo que tendré que volver a huir a otro país. No sé si a Croacia, Alemania o dónde pero no quiero quedarme en Austria”, indica un joven sirio. Norbert Hofer ya ha anunciado que si gana hoy las elecciones apoyará la férrea posición de los países del Grupo de Visegrado, los más ultras del continente -Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa-, que rechazan la aplicación de las cuotas de los migrantes. Extranjeros, que según Hofer, “no son todos refugiados. Sólo el 20% de ellos lo son en realidad”. Según algunos sondeos, el 60% de los austriacos piensan como el candidato presidencial de la ultraderecha y creen que su país ya ha sido muy generoso.