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Los malos resultados del PP provocan una oleada de críticas contra Mariano Rajoy

Los soberanistas catalanes admiten la derrota en el plebiscito

El líder de la coalición catalana ‘Junts pel Si’ (Juntos por el Sí) Raul Romeva (centro), el presidente de Cataluña, Artur Mas (der.), y Oriol Junqueras (izq.). Foto: AFP
El líder de la coalición catalana ‘Junts pel Si’ (Juntos por el Sí) Raul Romeva (centro), el presidente de Cataluña, Artur Mas (der.), y Oriol Junqueras (izq.). Foto: AFP
29 de septiembre de 2015 - 00:00 - Gorka Castillo. Corresponsal en Madrid

El resultado del plebiscito independentista celebrado el domingo en Cataluña ha provocado una tempestad política en España de extraordinaria envergadura. Para empezar, destacados analistas unieron sus voces a la proclama del gran triunfador de la noche, el derechista partido Ciudadanos de Albert Riveras, para pedir sin dilación la inmediata retirada de la escena pública del presidente Artur Mas, el principal acusado de instigar una ruptura fracasada que solo ha ensanchado las grietas de la convivencia de España.

Pero no será fácil que lo consigan en los próximos meses. Especialmente porque, pese al éxito que suponen sus 25 escaños en un Parlamento con 135 representantes y de haberse convertido en el referente anti soberanista de Cataluña, Ciudadanos no deja de ser una fuerza minoritaria frente a los 62 diputados obtenidos por la lista de Mas, Junts pel Sí, que podría aumentar en las próximas horas si finalmente tienen el respaldo de los 10 que lograron los izquierdistas de la CUP para alcanzar la mayoría absoluta.

El PP, uno de los grandes derrotados en la jornada del domingo, se desmarcó de inmediato de esta bravuconada de Ciudadanos y abrió la puerta al diálogo que siempre negó para solucionar este conflicto. “Estamos dispuestos a escuchar y a hablar”, aseguró su presidente Mariano Rajoy desde los cuarteles a donde se ha recluido para curar las profundas heridas que estos comicios han dejado en el PP. Sin embargo, su aparente apertura pareció más una limpieza de imagen que un cambio de estrategia ante una realidad territorial donde casi el 50% de la población sigue pidiendo la independencia o, al menos, el permiso del Estado para celebrar un referéndum. “El límite es la ley y no discutiremos la unidad de España ni la soberanía nacional”, remarcó Rajoy.

Pero por lo visto y escuchado durante los últimos días de campaña, el presidente español agotó su crédito hace tiempo y pocos le creen. Ni siquiera dentro de su mismo partido. Hasta el expresidente José María Aznar consideró ayer que el PP vive el peor momento de los últimos años y arremetió contra la estrategia que lidera Rajoy en España. “Ya es el quinto aviso que recibe y no se puede desoír”, sentenció el expresidente.

Para los catalanes, el líder del PP no es más que un cadáver político sin credibilidad ni carisma. “Trata de ganar tiempo de cara a las elecciones generales introduciéndonos en un nuevo laberinto que provoque la sensación en la ciudadanía de que es un campeón del diálogo”, afirmó el líder republicano Oriol Junqueras en una entrevista a Catalunya Radio. No le faltan razones a quienes, como el candidato de los socialistas a la presidencia de España, Pedro Sánchez, consideran que Rajoy carece ya de legitimidad para negociar nada a menos de tres meses de unas elecciones que pueden ser su tumba política.

Con más expectación de lo normal se esperó ayer la valoración de Antonio Baños, el candidato de la CUP a la presidencia de Cataluña y árbitro del futuro de Mas como figura indiscutible del proceso soberanista. “No es imprescindible”, sentenció Baños antes de aceptar con deportividad que el independentismo ganó las elecciones “pero perdió el plebiscito. No apoyaremos una ruptura unilateral en estas circunstancias”. Sus palabras cayeron como un jarro de agua fría en las aspiraciones de algunos de los dirigentes de la lista Junts pel Sí de Artur Mas, Oriol Junqueras y Raül Romeva.

Su estrategia, a partir de ahora, se centrará en mantener el fuego de la ruptura con el reino de España encendido de cara a las elecciones de diciembre con la esperanza de que otra fuerza que no sea ni el PP ni Ciudadanos llegue al gobierno del Estado. Algo similar a lo que viene reclamando Podemos, que ayer se mantuvo en un discreto discurso tras el decepcionante resultado obtenido el domingo. “Abriremos un proceso de diálogo y legalizaremos el derecho a decidir (la autodeterminación) en España”, dijo su líder Pablo Iglesias.

El panorama que Podemos tiene por delante es complejo ya que Cataluña ha mostrado que el fervor popular que levantaba la emergente fuerza de izquierda se está desinflando.

El PSOE comienza a remontar el vuelo y vuelve a situarse como referente de los votantes que desean desalojar al PP del gobierno de España para empezar a cambiar las cosas. (I)

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