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La tragedia del Rey desnudo y la “fábrica de sueños” en quiebra

La tragedia del Rey desnudo y la “fábrica de sueños” en quiebra
14 de junio de 2012 - 00:00

Ciudad de México/ALAI.org

La irrupción de los jóvenes que hoy dan vida al Movimiento #YoSoy132  (M132) echó por tierra el escenario político electoral construido a lo largo de seis años por el gobierno de Felipe Calderón y sus aliados: el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), el Partido Nueva Alianza (PANAL), el Gobierno de Estados Unidos y las multinacionales, entre las que destacan Televisa y TV Azteca. De acuerdo al plan, la disputa electoral debía darse entre los principales partidos de la derecha: el PAN y el PRI; con un candidato triunfador que ganaría la contienda por un amplio margen de votos relegando al candidato de la izquierda electoral y progresista a  un lejano tercer lugar.

De esta manera garantizarían la continuidad y la radicalización de las reformas estructurales de derecha, relegitimando al viejo régimen oligárquico, priísta-panista, que nunca acabó de transitar a la democracia. A estas alturas, el proyecto de una sucesión presidencial pactada y regulada por las fuerzas abiertamente derechistas ha fracasado. Los jóvenes del M132 contribuyeron decisivamente a derrumbar toda  posibilidad de legitimar electoralmente la victoria de Enrique Peña Nieto y del régimen oligárquico; de justificar el proceso de ocupación nacional o de recolonización que a nombre del libre comercio y de las reformas estructurales derechistas se   da  desde hace 30 años.

Sin legitimidad electoral, los efectos de las crisis políticas derivadas  de las elecciones fraudulentas y los “golpes de Estado técnicos” de 1988 y 2006 y de la rebelión zapatista de 1994 difícilmente podrán superarse. Sin un triunfo electoral convincente, los rasgos antidemocráticos, antinacionales, ilegales y autoritarios del régimen tienden a pasar a primer plano con el consiguiente desgaste de los aparatos del Estado y de los medios de comunicación que lo soportan. Sin la coartada de la  legitimidad electoral, es imposible seguir ocultando que el viejo régimen político oligárquico priísta-panista transita hacia la  implantación de una nueva dictadura civil militar, propia de una  economía criminal.

En el nuevo sistema de dominación neoliberal, el terror de Estado ha pasado a ser el eje de las políticas de control social y territorial  ensayadas por los últimos gobiernos bajo el disfraz de una guerra contra la delincuencia. Guerra calificada como de cuarta generación por diversos analistas políticos y que formalmente fue declarada por Vicente Fox, Felipe Calderón y George Bush en 2006. Como lo han constado numerosos estudiosos, en la campaña de terror estatal confluyen fuerzas institucionales estatales y poderes fácticos, ejércitos y policías articuladas con empresas y bandas delictivas que operan bajo la tutela del Estado mexicano y estadounidense a través de la CIA, la DEA y otros  organismos extranjeros.

En ese nuevo tipo de guerra, que en el caso mexicano debe ser calificada como terrorismo de Estado, los medios de comunicación juegan un papel de comando, de dirección que no tenían en épocas pasadas. De apoyadores, apologistas y cómplices pasaron a ocupar un papel dirigente, a participar directa y sistemáticamente en el diseño de estrategias para el combate contra quienes son catalogados de “enemigos internos”. Puede decirse que estas empresas, como Televisa y Azteca, entre otras, operan como mercenarios a sueldo de gobiernos, empresas y personajes como Peña Nieto.

Con la diferencia, con respecto a los “soldados de fortuna” a quienes únicamente les importa la paga y los tiene sin cuidado si comparten o no los intereses o la ideología de sus patrones; en cambio, en el caso de las televisoras y otras redes privadas, sus dueños y los empleados de primer nivel son parte de uno de los bandos y comparten, en lo fundamental, los fines y la ideología de los gobiernos y partidos de derecha que los contratan.

La información periodística y la verdad histórica quedan secuestradas, se trasladan al campo de guerra donde son manipuladas por los grandes medios de comunicación. Los asesinatos, secuestros, golpizas, despidos y las amenazas sufridos por los periodistas que osan desafiar este modelo, no son accidentales, forman parte de las operaciones terroristas contra el enemigo interno y contra la verdad, para la construcción social del miedo. Por eso México es uno de los lugares más inseguros para el ejercicio del periodismo. La pretendida neutralidad u objetividad de las empresas de información es inexistente.

No obstante el poder del enemigo, el despertar juvenil ha modificado sustancialmente la coyuntura electoral de  2012. Luego de la movilización del 11 de mayo en la Universidad Iberoamericana y el 19 de mayo contra Enrique Peña Nieto, la disputa dejó de ser entre el PRI y PAN, para convertirse en una disputa entre Peña Nieto y López Obrador, y en una contienda de amplios sectores sociales contra el candidato priísta.

A partir de esas fechas se produjo un cambio en el ambiente político nacional y en la correlación de fuerzas. Algo semejante a lo ocurrido en diferentes países de América Latina donde los neoliberales recalcitrantes han sido desplazados del gobierno por levantamientos civiles, donde participan partidos, movimientos y dirigentes tradicionales o institucionales, al lado de movimientos sociales y civiles llamados independientes.

En México, tal vez más que en otros países de Latinoamérica, no es posible vencer a la oligarquía y a sus partidos sólo con votos, cuidando las casillas, se requiere del alzamiento civil pacífico, complemento indispensable para el triunfo de una opción electoral no oligárquica.

Antes de la irrupción juvenil Andrés Manuel tenía escasísimas posibilidades de remontar al candidato priísta. Gracias en gran medida  al M132 la tramoya construida por los medios de comunicación y las encuestadoras se vino a pique con todo y candidato priísta, colocando en un verdadero aprieto a las multinacionales y a quienes promueven la escalada de reformas para consumar el saqueo del país. La primera línea de sus ejércitos en esta batalla, los medios de comunicación privados, está mellada.

En las nuevas circunstancias de derrumbe de la conjura mediática, Peña Nieto y el viejo régimen priísta-panista ya perdieron las elecciones y la oportunidad para relegitimar electoralmente el sistema de dominación. No tienen como justificar la legitimidad y la legalidad de una victoria electoral en el nuevo contexto. Una vez que ha sido derribada la  superioridad virtual de Peña Nieto, la percepción generalizada en la opinión pública, que hasta hace unos días dependía de los medios, es la de que el PRI sólo puede triunfar a través del fraude y la imposición; por medio de un golpe de Estado menos “técnico” y más violento.

La bestia está acorralada, por eso han desatado una virulenta contraofensiva. Avanza el nuevo cerco informativo contra todo movimiento opositor y el empleo de la violencia y de cuerpos de choque contra los  que se atreven a encarar a Peña Nieto es cada vez más frecuente; al igual que las cooptaciones de grupos panistas y experredistas.

El manejo de la imagen para ocultar el número de participantes y el sesgo informativo dado a la marcha del 10 de junio de los anti-Peña Nieto, que intenta presentarla como una movilización que mayormente rememora la masacre estudiantil de 1971, es un ejemplo de manipulación del trato mediático que viene.

Pero no todo es invisibilizar, satanizar, golpear, cooptar y dividir a sus opositores. En su ofensiva todo se vale y todo puede ser aprovechado, particularmente nuestras debilidades: desde los errores, soberbias e intolerancias de Javier Sicilia o del mismo Obrador, hasta los desplantes anarquizantes y ultraizquierdistas.

Además de las ingenuidades y la mala fe de quienes aconsejan a los jóvenes el limitarse a los puros aspectos procedimentales del juego electoral, en aras de despojar a la lucha por la democracia de sus contenidos de justicia social y soberanía nacional, de su carácter antineoliberal y tendencialmente anticapitalista; de su naturaleza anti-Peña Nieto.

Personaje que en este momento es el representante más notable del partido de la guerra, la violencia y el terror de Estado; la viva  encarnación del enemigo principal: la oligarquía y el imperialismo estadounidense y español. El M132 ha exhibido los límites de la videocracia, la fragilidad y el avanzado proceso de putrefacción del sistema político y económico oligárquico; sus tendencias dictatoriales profundamente represivas.

Su incapacidad para mantener bajo control su propio terreno, el de la lucha electoral inequitativa y trampeada; acompasada por la manipulación mediática. Estamos de nuevo, de cierta manera, en 1988, 1994 y 2006, ante la posibilidad de derrotar a la oligarquía en el terreno electoral y de romper la inercia dominante: el desastre neoliberal y la ocupación neocolonial.

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