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“está consolidada la democracia, lo que no significa que estemos hablando de países que tienen alta calidad de democracia”

La “izquierda” no se ha asentado en Centroamérica

¿Quién es? Nombre completo: Manuel Alcántara Sáenz Profesión: Doctor en Ciencias Políticas y Sociología Cargo Actual: Profesor emérito del Departamento de Estudios Políticos de FLACSO Ecuador
¿Quién es? Nombre completo: Manuel Alcántara Sáenz Profesión: Doctor en Ciencias Políticas y Sociología Cargo Actual: Profesor emérito del Departamento de Estudios Políticos de FLACSO Ecuador
14 de febrero de 2014 - 00:00 - Redacción Mundo

Manuel Alcántara, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, es también profesor emérito del Departamento de Estudios Políticos de la Flacso en el Ecuador. Su principal línea de investigación y de trabajo es la política comparada en América Latina, con sus publicaciones en partidos políticos, elecciones, poderes legislativos y élites políticas. El jueves pasado participó como invitado especial de un conversatorio sobre ‘las elecciones de Costa Rica y El Salvador en el contexto regional de Centro América’, en la Flacso.

¿Cuál es la situación política actual de Centroamérica, tomando en cuenta que Costa Rica y El Salvador acaban de celebrar elecciones?

Es una situación política que se conoce poco porque ocupa escasa atención en los medios de comunicación. En la década de los ochenta sufrieron procesos revolucionarios y de conflicto armado. En la década de los noventa llegaron a acuerdos de paz y parece que el mundo ya se olvidó de ellos. Para hablar de Costa Rica y El Salvador hay que dejar claro que son países muy diferentes. El primero ha mantenido una institucionalidad democrática desde 1949 hasta la fecha, por lo tanto es el país más estable de América Latina. Sus formaciones políticas son: el Partido de Liberación Nacional y de Unidad Socialcristiana, que se alternaron en el poder durante mucho tiempo, pero entraron en crisis en la pasada década. En estas elecciones se presentó una formación llamada Frente Amplio, que aglutina un sector de la izquierda que hasta ese momento había sido muy minoritario. Fue una sorpresa que las encuestas hablaran de una intención de voto por encima del 15%, incluso llegando al 20%. En un determinado momento se pensó que en Costa Rica podía haber un giro hacia la izquierda, como en otros países de Sudamérica, pero no ha ocurrido así.

¿Por qué razones considera que esto no ha sido así?

Por tres razones fundamentales: la primera porque el electorado costarricense es muy conservador, por lo que huye de los extremismos. La posición del Frente Amplio que se situaba en un escenario de izquierda fue atacada por los otros partidos políticos de extrema izquierda y esto generó una percepción por parte de los ciudadanos, de una ‘peligrosa’ situación para la estabilidad y el conservadurismo costarricense.

La segunda razón fue que el Partido de Acción Ciudadana (PAC), que se creó hace aproximadamente 12 años y que había sido el gran opositor a las políticas neoliberales, como la firma del Tratado de Libre Comercio, optó por el académico Luis Guillermo Solís, que era poco conocido en la población. Ese desconocimiento se superó recién en los dos últimos meses. La tercera idea, como decimos en Ciencias Políticas, es que el votante costarricense no tiene fidelidades partidistas, lo que se vio reflejado en que un 40% de la población, dos semanas antes de las elecciones no sabía por quién votar.

¿Cuál es el panorama que se visualiza actualmente en Costa Rica?

El primer domingo de abril se llevará a cabo la segunda vuelta. Se enfrentarán Solís con Johny Araya, del partido Liberación Nacional. En este escenario veremos dos factores. El primero es la frescura que representa la candidatura de Solís y por otro lado Araya, que es oficialista. Los costarricenses quieren un cambio, están cansados del Partido de Liberación Nacional y en este sentido la oferta de Solís es más atractiva.

¿Cuáles van a ser los retos que el nuevo gobierno de Costa Rica va a tener que enfrentar?

El deterioro social y económico. Costa Rica era uno de los países con menos porcentaje de población pobre, pero esta ha ido aumentando y con eso crece la brecha de la desigualdad. Tendrá que enfrentar una sociedad que es más desigual que hace 20 años. El presidente se va a encontrar con la Asamblea Legislativa más fragmentada de la historia y su desafío será crear alianzas.

El caso de El Salvador...

Es muy diferente porque desde los acuerdos de paz ha estado articulado en torno a dos grandes partidos. El Partido de derecha que es Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y de izquierda, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que ha ido creciendo. Este último ganó por un estrecho margen con un candidato que no era propiamente del partido, Mauricio Funes.

¿Qué ha pasado en estas elecciones?

El FMLN ha hecho una buena elección, pero se ha quedado en el 48.9%, faltándole punto y medio. También revela que la gente apoya al gobierno saliente. Mientras que en Costa Rica ha cambiado todo, en El Salvador las cosas han cambiado poco. Es difícil hacer pronósticos en la política, pero me atrevo a decir que el FMLN volverá a ganar. Sin embargo, esta vez los candidatos son distintos. Funes es un hombre que no pertenecía al partido mientras que el candidato Salvador Sánchez ha sido toda la vida parte del FMLN, es un antiguo guerrillero, lo que le lleva a tener una actitud distinta a la que ha tenido el presidente Funes, en cuanto a su liderazgo.

En el escenario regional, comparando la dependencia que tienen estos dos países con Estados Unidos, frente al otro escenario, Sudamérica, con una tendencia izquierdista... 

En el caso de Costa Rica, está claro que apuesta por la Celac y que va a ser muy activa. No creo que a pesar de la servidumbre que impone el Tratado de Libre Comercio con EE.UU, lo vaya a revertir. El posible presidente Solís no tendría mayoría en el Congreso para hacerlo, es un acuerdo que lo debe resolver conjuntamente con la Asamblea.

Por su parte, El Salvador no ha sido especialmente activo en los últimos años, ha sido un país bastante ensimismado y también es muy dependiente de EE.UU. En términos relativos, es la nación en la región que tiene el mayor porcentaje de ciudadanos en ese país, incluso más que México. Esto le obliga a mantener las relaciones de cooperación constante con EE.UU.

Justamente, ¿cuál va a ser el paso de Costa Rica por la Celac?

Lo principal es consolidar este organismo, que ya está en marcha. América Latina ha tenido una historia de fracasos muy repetidos en términos de generar espacios de discusión, análisis, de coordinación de políticas a nivel estrictamente latinoamericano. No obstante, el momento actual es muy distinto por las propias experiencias que ha vivido América Latina en cuanto al liderazgo de algunos presidentes. Entonces, yo creo que el desafío de la presidencia de Costa Rica es precisamente contribuir a sentar ejes que sean indiscutibles entre los diferentes socios de Celac y eso es difícil, porque pueden haber posiciones que a veces no son conciliables. Buscar esos ejes de articulación es el principal reto que tendrá la Secretaría de la Celac.

¿Qué significa la izquierda en Centroamérica?

Es complicado. Los politólogos estamos acostumbrados a intentar definir y medir las cosas pero no es fácil. La izquierda sigue manteniendo principios estatistas, es decir, que promueve a un Estado fuerte con una capacidad de poner políticas públicas suficientemente financiadas para poder satisfacer las necesidades de la gente. La izquierda también supone una posición crítica a Estados Unidos, pero no solo como país, sino lo que significa como el auge irrestricto del mercado. En ese sentido puede ser anti-Estados Unidos y anti-Unión Europea o antimultinacionales. Esto no ha pasado en Centroamérica.

¿Por qué en Centroamérica no existe una tendencia izquierdista o si existe, por qué no ha crecido?

Yo creo que por dos razones: una histórica por la tutela de Estados Unidos, pero es distinta; antes era militar, antes este país te invadía. Ahora es a través de los migrantes, influencia de los Tratados de Libre Comercio sobre las élites centroamericanas, pues todas tienen una segunda residencia en Estados Unidos. El segundo elemento es más cultural y es difícil demostrarlo, pero son sociedades menos modernas. La sociedad hondureña es tremendamente clientelar, muy dependiente de relaciones patrón-cliente. De alguna manera la izquierda va a caballo de las ideas de modernidad. Panamá por ejemplo, es un país donde no existe y tampoco ha existido izquierda, ni siquiera un diputado o dos. En Honduras, por ejemplo, parecía que había un cambio con Manuel Zelaya, pero no es de izquierda. El hecho de que tengan una posición crítica contra Estados Unidos o Bolivariana, no significa que sean de izquierda. Les faltaría una verdadera convicción ideológica a favor de una sociedad más igualitaria, justa y donde desaparezcan los privilegios.

¿Cree que el proceso democrático se sigue consolidando en América Latina?

Si entendemos como consolidación que no haya un retroceso en términos de individuos o grupos que tengan el poder prescindiendo de la voluntad popular expresada en las urnas, la respuesta es sí, está consolidada la democracia; lo que no significa que estemos hablando de países que tienen alta calidad de democracia. Los trabajos que intentan medir la calidad de la democracia ponen muy de relieve que en Centroamérica hay una profunda fractura entre tres países que tienen nivel aceptable de democracia, como Costa Rica, El Salvador y Panamá. Otros tres países cuya democracia es un desastre son: Nicaragua, Guatemala y Honduras.

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