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El Telégrafo
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La compraventa de carros da un respiro a cubanos

La compraventa de carros da un respiro a cubanos
01 de octubre de 2011 - 00:00

La autorización de compraventa de autos en Cuba, prohibida por medio siglo pero  que rige desde hoy,  acabará al fin con angustias de muchos cubanos como Rafael, quien vendió ilegalmente su desarmado Moskvich pero, siempre como su dueño, debía encarar a la Policía ante el menor problema con el auto.

“Aplaudo esa medida, porque al fin podré dormir tranquilo. Viví todos estos años en la zozobra y fui llamado dos veces a la Policía a responder por infracciones que no cometí”, contó  Rafael Pérez, que vendió en 2007 su “cacharrito”, porque no tenía cómo mantenerlo rodando.

La noticia del levantamiento de la prohibición sobre la comercialización de autos para uso particular, un gran reclamo popular, se regó como pólvora entre los cubanos, muchos de los cuales corrieron el  jueves a comprar el diario Granma, órgano de comunicación del gobernante Partido Comunista Cubano (PCC), para constatar lo que la edición digital de la Gaceta Oficial publicó el miércoles.

Granma solo publicó cinco párrafos de las 15 páginas del Decreto 292 del Consejo de Ministros (Ejecutivo), pero la televisión informó luego las normas principales, anunció la venta de 200.000 ejemplares de la Gaceta y un programa especial sobre el tema.

La nueva norma, incluida en un plan de más de 300 reformas de apertura económica, autoriza la compraventa ante un notario, mediante el pago de un impuesto de 4% del valor del vehículo, de cualquier marca, modelo o año de fabricación.

Como decenas de miles de profesionales cubanos a los que el Gobierno autorizó comprar autos soviéticos antes de 1990, a   bajos precios y con facilidades de pago, Rafael adquirió su Moskvich a finales de los 70, bajo la condición: “sin traspaso”. Es decir, no podía venderlo.

“Estaba desarmado y con 500 pesos (unos 20 dólares) de salario nada podía hacer. Decidí venderlo a un conocido, por 2.500 dólares, y este a otro. Ahí comenzó mi angustia”, contó el hombre que, al realizar una venta ilegal siguió figurando como propietario del coche y debió responder por las contravenciones que otros cometieron.

La ilegalidad del mercado ha disparado los precios. Un Lada en óptimas condiciones puede costar unos 12.000 dólares, el doble del precio si fuera legal.

Ahora, según Rafael, el último comprador del Moskvich deberá buscarlo y negociar con él, “y en dólares”, para aparecer ante las autoridades como el legítimo dueño.

Hasta ahora los cubanos solo podían comprar autos si les eran otorgados por el Gobierno  y, en casos excepcionales, con un permiso especial, como ocurre con los músicos que viajan al exterior y ganan altas sumas de dinero o los profesionales, sobre todo médicos, que cumplen misiones en países como Venezuela.

Libremente solo se podían adquirir los viejos coches norteamericanos, conocidos popularmente como “almendrones”, fabricados antes del triunfo de la revolución de Fidel Castro, en 1959, muchos de los cuales, equipados con motores diésel de Europa del Este o japoneses, ruedan como taxis por La Habana.

Otros convertidos en verdaderas piezas de museo rodantes, de 20.000 hasta 80.000 dólares, son apreciados por coleccionistas.

El decreto también autorizó la compra de autos modernos en tienda en pesos convertibles -equivalente al dolar-, pero solo a quienes cumplan misiones oficiales. Además se permitirá a los que emigren vender sus carros antes de marcharse.

“Sé que muchos están contentos, ven la posibilidad de hacerse de un dinerito, pero, por ejemplo, si mi hermano que vive en Miami desea comprarme un carro, no lo puede hacer”,  expresó  William González, quien hace cinco años dejó la mecánica para vender carros por “la izquierda”.

Desde que asumió el mando en 2006, cuando enfermó su hermano Fidel, Raúl Castro levantó prohibiciones como las que impedían comprar electrodomésticos, hospedarse en hoteles, rentar autos y contratar celulares.
“Ahora falta lo de las casas y lo de los viajes. Lento, pero vamos avanzando”, añade sonriente Rafael.

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