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La producción de este aguardiente derivado de la caña de azúcar data del siglo XIX

La cachaza, la bebida de la tierra brasileña, está muy ligada al turismo

En alambiques artesanales en la ciudad de Atibaia, al interior de Sao Paulo, nace la materia prima de la caipirinha, la cachaza. Cortesía
En alambiques artesanales en la ciudad de Atibaia, al interior de Sao Paulo, nace la materia prima de la caipirinha, la cachaza. Cortesía
08 de noviembre de 2015 - 00:00 - Pablo Giuliano. Corresponsal desde Sao Paulo, Brasil

La bebida de la tierra brasileña, sin dudas, es el aguardiente de caña de azúcar, la cachaça o, para pronunciarla en español, cachaza, inspiradora nada menos que del tercer trago más pedido en los bares del mundo, la caipirinha (suena caipiriña). Para Brasil, la producción a gran escala o en alambiques artesanales, se ha transformado en una gran opción de turismo, sobre todo en los estados de Minas Gerais, Sao Paulo y Río de Janeiro (región sudeste), y en Ceará y Pernambuco (nordeste).

La cachaza puede ser transparente, como la que es usada para tragos o caipirinha, o dorada, la que tiene un trabajo de añejamiento en barricas, una labor tan sofisticada como la del whisky o el cuidado con el vino. Incluso la mejor cachaza -con más de 4 años en añejamiento en madera- sin lugar a dudas les compite a los mejores whiskies.

El producto de exportación ha ganado mercados mundiales como Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia y claro, toda Sudamérica. Pero la degustación de la cachaza puede formar parte, sobre todo para quien quiere descubrir un costado nunca abordado de Brasil, de una de las actividades turísticas de un viaje por este gigante país.

Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais, es considerada la ciudad con más bares de cachaza de Brasil, tiene city tours destinados a degustar el destilado. El interior de Minas Gerais y de Sao Paulo es la inspiración para la cachaza.

En Minas Gerais, corazón cultural de Brasil, la competencia por cuál es la mejor cachaza artesanal o de alambique es tema de conversación: en la ciudad de Salinas hay 80 alambiques y un museo de la cachaza. Lo mismo que en la colonial Ouro Preto, ubicada a 90 kilómetros de Belo Horizonte.

En Sao Paulo, la visita está a dos horas del aeropuerto internacional de Guarulhos, en la ciudad de Pirassununga, donde existe un tour por cinco alambiques artesanales y allí está edificada la fábrica de la marca líder de la cachaza brasileña, llamada ‘51’, de la Compañía Muller de Bebidas.

“La cachaza fue una bebida relacionada siempre con la clase baja, una bebida barata, pero ahora está ganando aires más sofisticados. El brasileño empieza a entender que una buena cachaza es tan buena como cualquier bebida del mundo. En poco tiempo tendremos la importancia para el mundo que el tequila tiene para México”, cuenta a EL TELÉGRAFO el ‘masterblend’ Reynaldo Silva, guía por los cañaverales y la destilería de la marca 51 en Pirassununga. El visitante puede recorrer desde la materia prima, los campos de caña de azúcar, hasta la degustación de las mejores bebidas que tienen entre 38% y 48% de tenor alcohólico en las barricas de madera brasileña, europea o del roble importado del whisky Bourbon de Estados Unidos.

En la vecina Analandia, pequeña aldea de 4.000 habitantes, siempre en el estado de Sao Paulo, una actividad imperdible es conocer el alambique de la Cachaçaría y Pousada Macaúva. Allí, en medio de un bucólico paisaje de montañas de un verde como el de la bandera de Brasil, el turista puede apreciar el proceso artesanal de fabricación y tomar una selección de las mejores cachazas del país. Siempre con moderación.

En esta región, el interior de Sao Paulo, es considerado fundacional para la caipirinha el trago de cachaza blanca o transparente, limón, hielo y azúcar. Cuentan los historiadores que los esclavos de los ingenios de la colonización portuguesa comenzaron a curar la gripe con cachaza, limón y miel. Con el tiempo, esta cultura se expandió por el interior de Sao Paulo y en una ciudad llamada Piracicaba, en el estado de Sao Paulo, el señor Paulo Vieira, dice la leyenda, cambió la miel por el azúcar, más hielo, y encontró la fórmula perfecta para la bebida tal como la conocemos hoy. Caipira es como se conoce a los ‘provincianos’ del interior del estado de Sao Paulo. Y fue así que la bebida ganó el nombre de ‘caipirinha’.

En Río de Janeiro, por ejemplo, el mejor lugar para visitar la historia de la cachaza es de ensueño: Paraty, tal vez la ciudad colonial más bonita de Brasil actualmente, ubicada a 200 kilómetros de la ciudad maravillosa. Paraty fue durante la época colonial portuguesa, dedicada a la caña de azúcar, uno de los principales centros económicos del imperio luso. Además de tener una bahía repleta de playas paradisíacas y una arquitectura sin igual, Paraty fue la mayor productora de cachaza del Brasil colonial. Tenía 100 alambiques de aguardiente que funcionaron a partir de 1700 para abastecer a Portugal y al resto de Brasil. Ahora funcionan seis, la cachaza Coqueiro, Coriso, María Isabel, Paraitiana y Mulatina y Pedra Blanca, todas a disposición del turista que quiera adentrarse en medio del empedrado colonial portugués y las iglesias barrocas con vista al mar para probar el verdadero sabor de la tierra brasileña.

La caña de azúcar llegó a Brasil con la colonización portuguesa de estas tierras. Se cultivaba en las Islas Azores, luego de que llegara allí desde el Mediterráneo. Durante más de un siglo, hasta 1700, fue la principal actividad económica de Brasil, uno de los motivos de la llegada de los esclavos desde África.

Precisamente, el origen de la caña de azúcar está en la costa brasileña y hoy es un gran polo de atracción turística vinculado al aguardiente de caña o cachaza. En Fortaleza, capital del estado de Ceará (nordeste), domina ampliamente la marca Ypioca, que desde fines de 1.800 produce la cachaza más famosa de la región que data del siglo XIX. Allí, en el Museo de Ypioca, está el tonel de madera más grande del mundo, con 8 metros de altura y capacidad para 370.000 litros. La visita a Fortaleza, ciudad conocida por el sol, la playa y por el vecino parque acuático internacional Beach Park, puede ser sensorial sobre la cultura de la cachaza, pero también para toda la familia existe el I-Park, un complejo de ecoturismo que incluye un parque temático con un parque de diversiones. Ypioca fue comprada el año pasado por el grupo británico Diageo, que fabrica el whisky Johnnie Walker.

En Pernambuco, la marca emblemática de la ciudad de Recife y sus alrededores, es Pitú, que también posee un museo temático como atracción turística de la ciudad que fue colonizada por los holandeses. Y uno de los paseos imperdibles es la casa de la cachaza Carvalheira en Recife, fundada en 1870 por una pareja portuguesa. Maria das Vitorias Cavalcanti, directora de relaciones internacionales de Pitú, dijo a EL TELÉGRAFO que la cachaza “es producida únicamente en Brasil, por lo que todavía es desconocida en forma masiva en el mundo, la gente aún no sabe cómo se produce”. Pitú domina la exportación hacia Estados Unidos y Alemania.

Los productores brasileños luchan para el reconocimiento mundial de la cachaza, que es un aguardiente más sofisticada en su proceso de elaboración que el rum o el pisco, y la marca Leblón ha lanzado una campaña para que los propios brasileños dejen de lado realizar experimentos de caipirinhas con otras bebidas como el vodka o el sake. “La única caipirinha es la caipirinha hecha con cachaza”, dice la campaña ‘Save the caipirinha’. (I)

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