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En sus rincones, La Habana rinde tributo al Comandante Castro

La ‘caravana de la libertad’ que salió desde La Habana transporta en una urna las cenizas del líder cubano Fidel Castro. Recorrerá 950 kilómetros (590 millas) en cuatro días.
La ‘caravana de la libertad’ que salió desde La Habana transporta en una urna las cenizas del líder cubano Fidel Castro. Recorrerá 950 kilómetros (590 millas) en cuatro días.
Foto: AFP
01 de diciembre de 2016 - 00:00 - Paula Mónaco. Corresponsal en La Habana

La Habana, Cuba, 1 de diciembre de 2016. Todo parece normal en la ciudad de La Habana.

Turistas de muchas nacionalidades caminan por el centro entre edificios coloniales, algunos en ruinas y otros ya remodelados. Los “cocotaxis” recorren el malecón en busca de turistas y los autos antiguos –“máquinas”- van a toda velocidad con un estruendo imposible de ignorar. En los barrios la vida transcurre tranquila y muchas esquinas de se han transformado en nuevas plazas públicas porque allí funciona el wi-fi que todos quieren usar.

Sin embargo, desde los rincones surge un silencio que se extiende y apaga a esta ciudad siempre bulliciosa. Hay luto nacional, por eso no se venden bebidas alcohólicas y hay cines y tiendas cerradas. Pero además aparecen fotografías, carteles de todos los tamaños y altares que los cubanos montan para recordar a su líder, Fidel Castro Ruz, un par de días después de su muerte.

“Eterno joven”, dice un retrato en blanco y negro pegado por vecinos en las escaleras de un edificio el barrio Nuevo Vedado. Fotografías del líder de la Revolución Cubana cuelgan de ventanas y balcones que dan al malecón mientras algunas oficinas públicas –también privadas- usan su fachada para recordarlo. “#Hasta Siempre Comandante”, dice una cartulina blanca, pintada a mano, en zona céntrica.

No son los grandes murales pintados por el Estado cubano para ensalzar a sus líderes históricos: después del fallecimiento de Fidel han sido los ciudadanos quienes ponen su rostro como tributo, en rincones de memoria discretos que no se observan a simple vista.

También hay altares. Con flores, un retrato y una cinta que dice “Al querido Comandante en jefe Fidel”, montaron el suyo los trabajadores de “Trimagen S.A.”, una empresa audiovisual creada por el Estado. “Prácticamente en todas las empresas del país va a ver lo mismo”, explica Orlando Padilla mientras los transeúntes piden permiso para entrar a las instalaciones, tomar una foto y permanecer instantes en silencio frente a la ofrenda.

Se percibe una tristeza contenida, que no se expresa con la misma soltura que la estruendosa alegría. “Pero si usted le pregunta a la gente cómo se siente ahora, se lo van a manifestar. Lloramos”, dice Alberto Hernández, también trabajador de Trimagen S.A. Tiene 70 años, recuerda la entrada de los revolucionarios en 1959 y en su juventud fue alfabetizador en el campo. No puede contener la emoción, con ojos húmedos completa la frase: “Es que Fidel ha formado parte de nuestra vida…¡forma parte de nuestra vida!”.

Tributo masivo

La noche del 29 de noviembre de 2016, la Plaza de la Revolución está abarrotada en la despedida masiva para Fidel. Llegan familias completas y grupos de personas con uniformes de lo más diversos,  hay quienes acuden en bloque con sus compañeros de trabajo y los que llegan solos pero igualmente quieren portar su vestimenta laboral, como muestra de orgullo.

Adelante están los más jóvenes. Estudiantes de la Universidad de La Habana con carteles, pancartas recién pintadas y camisetas con mensaje político. También grupos de pre-universitarios, jovencitos con entalladas camisas y muchachas con cortísimas minifaldas azules y marrones, según la escuela a la cual concurran. Unos atentos al acto político, otros más distraídos, pero todos en las primeras filas. Conscientes de que el futuro dependerá de ellos y al parecer, tomando el relevo.

“Venimos a darle la despedida a nuestro Comandante. Sabemos que él se va pero seguirá siempre en nuestros corazones”, dice una muchacha montada sobre los hombros de un compañero. Es rubia, de ojos claros. En sus cachetes hay dos corazones rojos y su frente dice “Fidel”,  pintados con el mismo esmalte que usa para escribir el nombre del líder en los rostros de sus amigos. Muchos de ellos parecen distraídos porque toman selfies y coquetean, se abrazan y besan quienes son novios. Sin embargo, de inmediato responden con aplausos a las palabras de los más encendidos oradores.

El primero en hablar es el presidente de Ecuador, Rafael Correa. A muchos emocionan sus palabras: “Murió haciendo honor a su nombre, Fidel: digno de fe; una fe que nunca fue decepcionada y menos aún traicionada”. Dijo también que el líder revolucionario se va “invicto, sólo derrotado por el inexorable paso de los años”.

Reala la resistencia del Comandante Castro a “una verdadera guerra” que ha sido el bloqueo por parte de Estados Unidos y también los resultados concretos que logró pese a todo: cero desnutrición infantil, escolarización del cien por ciento de la población, esperanza de vida más alta del continente y sobre todo “ningún niño viviendo en la calle”.

Emocionado habla directo hacia los mártires de la Revolución, aquellos que en rostros de luz amarilla rodean la plaza, imposibles de ignorar. “Contigo, compañero Fidel Castro Ruz, con Camilo Cienfuegos, con Ernesto Che Guevara –dice Correa mirando a los edificios- y también con Hugo Chávez Frías, aprendimos a creer en el hombre nuevo latinoamericano”.

Durante cuatro horas se suceden mensajes de presidentes, primeros ministros y enviados de países de varios continentes. Hablan representantes del bloque de gobiernos de izquierda de Sudamérica como también del Caribe, Sudáfrica, Palestina, Namibia, Grecia y otras latitudes. La sucesión de oradores se hace larga por momentos pero el ánimo se enciende otra vez cuando habla el presidente de Bolivia, Evo Morales.

“¡Que viva Cuba! ¡Que viva Fidel”, empieza y la multitud le responde. Habla poco el mandatario aymara: “Fidel no puede morir –dice sin esconder sus sentimientos -. Está por encima de su propia vida, es parte de la historia de la humanidad. América Latina y el mundo no se pueden comprender en el siglo veinte sin Fidel”.

“¡Papá, si no habla Maduro nos vamos!”, exige un niño cansado después de varias horas de concentración, más el tiempo que le habrá tomado llegar hasta la reunión de multitudes. Para su fortuna el siguiente orador es mandatario venezolano, quien empieza en medio de una ovación, y último en tomar la palabra es Raúl Castro. Es actual presidente de Cuba y hermano del fallecido líder pero opta por un discurso de apenas 15 minutos.

Empieza agradeciendo las expresiones de afecto, a nombre del gobierno cubano, el Partido Comunista y la familia Castro. Recorre la historia reciente del país, los momentos de gloria pero también de sufrimiento y reconoce que su hermano Fidel

“consagró toda su vida a la solidaridad. Encabezó una revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes”. Termina Raúl con voz quebrada pero tono alto, con el grito emocionado de “¡Hasta la victoria siempre!” (I)

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