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24 días duró su visita

El largo viaje de Fidel al Chile de Salvador Allende

El largo viaje de Fidel al Chile de Salvador Allende
Foto: Archivo
01 de diciembre de 2016 - 00:00 - Alejandro Tapia, corresponsal en Chile

Noviembre de 1971. Fidel Castro cumplía su tercer día de visita al Chile de la Unidad Popular de Salvador Allende, cuando aterrizó en el norte del país, para conocer las oficinas salitreras de Pedro de Valdivia y María Elena, ambos símbolos de la lucha del proletariado chileno a inicios del siglo XX. El sol pegaba fuerte en el desierto, cerca de Antofagasta, y el gobernante cubano tenía sed. De pronto alguien le pasó una botella de Coca-Cola y se genera un tenso ambiente. “¿La hacen acá en Chile?”, preguntó Castro. “Sí”, le respondió un minero entre risas. Segundos más tarde, Fidel se tomó al seco el refresco estadounidense.

Anécdotas como esa hubo muchas durante el viaje que hizo Fidel a Chile, que marcó todo un hito, ya que se extendió por nada menos que 24 días. Castro aterrizó en el aeropuerto de Santiago el 10 de noviembre de 1971 y regresó a Cuba el 4 de diciembre, una visita histórica, cargada de símbolos y que terminó complicando al propio Allende, pese a la afinidad ideológica y la amistad que ambos forjaron durante años.

Las relaciones con Cuba se habían interrumpido en 1964, pero Allende, histórico dirigente del Partido Socialista chileno, las reparó inmediatamente. Ambos se conocían prácticamente desde el inicio del triunfo de la revolución en 1959. Esto, porque Allende, entonces senador, fue el primer político chileno en visitar Cuba luego de la victoria revolucionaria y luego el fallecido Presidente socialista viajó prácticamente todos los años a la isla.

Durante su larga permanencia en Chile, Fidel Castro recorrió el país de sur a norte, conversó con sus dirigentes, pero también con gente común y corriente, y entregó varios discursos. Muchos chilenos, que veían la Revolución Cubana como un faro, cayeron rendidos ante el encanto del dirigente cubano. También tomó vino, jugó básquetbol, comió chirimoyas y conoció de primera fuente a ese Chile de la Unidad Popular.

“Cuba es una nación vinculada a la historia de América Latina, Fidel Castro representa a una auténtica revolución y queremos intensificar los tradicionales lazos amistosos que siempre han existido entre nuestros países”, dijo Allende durante la visita. Pero con el correr de los días, las cosas se fueron complicando. Si bien Castro y Allende estaban unidos por sus idearios de izquierda, los dos representaban dos vías diferentes en el camino hacia el socialismo. Mientras Fidel era el máximo representante de la vía armada en América Latina, Allende había optado por la llamada “vía democrática hacia el socialismo”, es decir, por la vía de las urnas.

“En nuestro país la fuerza de la revolución está en la unidad. Claro que nosotros no pretendemos ni mucho menos que cada cual vaya a renunciar a sus criterios, a sus ideas, a sus cosas, pero creemos que hay que tener conciencia muy clara de la importancia que tiene la unidad de las fuerzas revolucionarias”, les dijo Fidel a un grupo de universitarios chilenos durante su paso por el norte.

Castro no sólo escandalizó a la derecha chilena, poco acostumbrada a figuras como Fidel, sino que también a un sector de la izquierda. Otra de las “anécdotas” es que precisamente con su visita nacieron los “cacerolazos” de mujeres de la oposición a Allende. El discurso revolucionario de Castro incomodó de sobremanera al Presidente chileno, quien le dijo al entonces líder del PS, Carlos Altamirano, que le comunicara a su par cubano que ya era suficiente.

“Salvador me pidió que hablara con Fidel, pero yo no lo hice. No era fácil decirle a una personalidad y a un jefe de Estado de la talla de Fidel ‘mire, ya está bueno, se debe ir’”, recuerda el propio Altamirano en su libro de memorias. Finalmente, la salida fue la siguiente: se organizó el 2 de diciembre un acto de masas en el Estadio Nacional de Santiago, para que Fidel diera un discurso y luego partiera a Cuba.

Castro, consciente de la molestia de la dirigencia de la Unidad Popular, aprovechó su último acto para dejar en claro su camino: “Lo decimos con toda franqueza, que hemos tenido la oportunidad de aprender y de ver al fascismo en acción. Y sinceramente creemos que no habrá nada que pueda enseñarnos tanto como esta visita”.

“A nosotros se nos puede decir que iniciamos un proceso de lucha armada en Cuba. Pero nosotros no inventamos la resistencia armada. Y ustedes deben saber que en nuestro país la fusión de los partidos no se hizo por decreto. Nadie se imagine que en Cuba alguien decretó una ley fundiendo los partidos. Hoy en nuestro país hay una sola fuerza revolucionaria, que es la fuerza revolucionaria del pueblo de Cuba En nuestro país, se ha creado una estrecha e indisoluble unión entre pueblo y fuerzas armadas”, afirmó Castro. Dos días después, puso fin a su larga e histórica visita. (I)

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