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El PSOE y Podemos pidieron el cese inmediato

El PP defiende a presidente de Murcia

El primer ministro español, Mariano Rajoy, interviene en el XVIII congreso de tres días del Partido Popular en Madrid.
El primer ministro español, Mariano Rajoy, interviene en el XVIII congreso de tres días del Partido Popular en Madrid.
Foto: AFP
16 de febrero de 2017 - 00:00 - Gorka Castillo. Corresponsal en Madrid

Poco tiempo ha tenido Mariano Rajoy para presumir de la estabilidad que ha proporcionado al Partido Popular (PP) con su victoria en el congreso. Y un nuevo caso de corrupción fue el encargado de truncar su deseo de que las irregularidades “son parte de la mala historia” de su partido y no volverán más.

Erró el presidente del Gobierno español. Horas después de la clausura de la convención, el juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, acusó al presidente de Murcia, el popular Pedro Antonio Sánchez, de fraude, cohecho y revelación de información reservada en la trama de corrupción aún en proceso de instrucción judicial ‘Púnica’.

La dirección del PP salió en defensa de quien es uno de sus más destacados “barones” e hizo suya la versión del presidente murciano de que nunca hizo negocios con la red corrupta cuyo principal cabecilla es Francisco Granados, exnúmero dos del PP en Madrid, que actualmente está encarcelado.

Pese a encontrarse preparado para el mal trago que supuso ver a una exministra como Ana Mato declarando el lunes en el juicio del ‘caso Gürtel’, la acusación formal contra Pedro Antonio Sánchez no entraba en los planes del PP.  

Por el momento, la dirección popular decidió aparcar cualquier medida disciplinaria contra el presidente de Murcia y deja su futuro político en manos de Ciudadanos, su socio en el ejecutivo regional, ya que el PSOE y Podemos pidieron su cese inmediato.

Además, Rajoy dejó bien claro el domingo que ya no podrá llevar las riendas de su partido, como venía haciendo en los últimos nueve años.

El problema murciano y el resto de vicisitudes que aparezcan de ahora en adelante serán gestionadas por el nuevo jefe del PP, Fernando Martínez-Maíllo, un honesto y leal delfín del presidente del gobierno.

Su nombramiento fue, de hecho, la única objeción para que el congreso de los populares del pasado fin de semana pasara desapercibido para los ciudadanos. Pero tras unos pequeños escarceos de su líder, el amago de oposición fue sofocado.

Los analistas aseguran que el cónclave concluyó con el entierro del “aznarismo” en el PP, sometido ya de manera irreversible por el “marianismo” que ha impuesto Rajoy desde su llegada al poder. No es de extrañar que el expresidente del gobierno ni apareciera por el congreso de su partido. Nadie se acordó de él. Y para un político tan presuntuoso como José María Aznar eso duele.

Ahora se trata de moderar las formas de cara al exterior y garantizar que el país continúe por la senda iniciada hace cinco años. Es decir, avanzando bajo un cielo de color gris plomo. La única consecuencia sobresaliente del cónclave conservador al contexto político actual es que ha reforzado su estrategia para comerse a Ciudadanos.

En palabras de casi todos los ponentes, quieren recuperar ya los votos que “prestó” a la formación naranja en las últimas elecciones. El partido de Albert Rivera comienza a ser caricaturizado como el bastón gratuito en el que se apoya Rajoy cuando le interesa. Desde todos los frentes. (I)

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