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La idea nació en 2013 justo en el día de las madres

Con los zapatos, escultor recuerda a desaparecidos

Parte de la muestra ‘Huellas de la memoria’ de Alfredo López se puede encontrar en su página de Facebook.
Parte de la muestra ‘Huellas de la memoria’ de Alfredo López se puede encontrar en su página de Facebook.
Foto: Cortesía
30 de marzo de 2016 - 00:00 - Paula Mónaco Felipe, corresponsal en México

Trazar un mapa por encima de provincias, ciudades y campos. Marcar sobre el territorio mexicano el andar de quienes buscan a las personas desaparecidas. Esa es la tarea que se ha impuesto el escultor Alfredo López Casanova, autor del proyecto ‘Huellas de la memoria’.

La idea fraguó en su mente en mayo de 2013. Era el Día de las Madres, una fecha asociada a festejos que en años recientes se ha empañado porque miles de mujeres se preguntan dónde están sus hijos. “Recuerdo claramente ese día -relata el escultor-. Era caluroso; yo caminaba con ellas y me quedé tieso mirando sus zapatos.

Pensé, ¿qué pasaría si esas familias hubieran registrado sus pasos, si nosotros tuviéramos un mapa de cuando van al Ministerio Público, a la Comisión Especial de Atención a Víctimas, a la Secretaría de Gobernación, a la Secretaría de Investigación de la Delincuencia Organizada, a buscar por todas partes?”.

Nació entonces el proyecto de intervenir zapatos de familiares de los ausentes “porque su desgaste está lleno de contenido”. Un caminar durante meses o años buscando respuestas: ¿quién se llevó a sus hijos?, ¿dónde están sus hermanos?, ¿qué le pasó a mi papá?

‘Huellas de la memoria’ persigue un doble fin: abonar al recuerdo de quienes faltan y visibilizar la lucha de quienes los buscan. Si el grosor de la suela lo permite, el escultor graba un texto que habla sobre el caso y transforma al zapato en sello. Si el original es demasiado delgado, agrega una sobresuela de linóleo. Ambas opciones van en superficie y tinta verde, color que simboliza la esperanza de encontrarlos.

Estrategia de memoria

Alfredo López Casanova nació en Guadalajara en 1968. Es artista plástico de amplia experiencia en la escultura y compromiso con la memoria. Ahora reside en la capital del país y en su estudio, un departamento dentro de un viejo edificio que amenaza con caer, atesora más de 20 pares de zapatos intervenidos. Están acomodados en una estantería y al señalarlos resume: “Ahí está el país”.

Unos mocasines negros de tacón bajo son los primeros que trabajó. Pertenecen a Leticia Hidalgo, madre del estudiante Roy Rivera Hidalgo, desaparecido por policías en la ciudad de Nuevo León, estado de Monterrey. Su suela cuenta: “Me llamo Letty Hidalgo y busco a mi hijo Roy. Fue desaparecido el 11 de 2011”.

A su lado, los de Luz Elena Montalvo, madre de Daniel Roberto Dávila Montalvo, también desaparecido en años recientes y en la región norte del país, provincia de Coahuila. Junto, los de una mujer hondureña que busca a su hijo, migrante de quien perdió la pista cuando atravesó el territorio mexicano; y los de Teresa Vera, hermana de una persona desaparecida en Oaxaca. Color beige y con tachas los de Lourdes Huerta, que anda detrás del rastro de su hijo Kristian Karim, un muchacho desaparecido en el norte del país en agosto de 2010, días antes de ser padre.

Hay un par de huaraches -sandalias típicas de campesinos e indígenas-, blancos, gastados, con barro adherido. Pertenecen a Margarito Ramírez, padre de Carlos Iván Ramírez Villarreal, uno de los 43 normalistas desaparecidos desde 2014.

López Casanova conoce a detalle las historias que se trazan detrás de cada zapato. “La hermana de Tere (Vera) salió a cortarse el pelo y ya no volvió”, cuenta y mira el par en silencio. Toma otro: “Estos son de Graciela, busca a su hija Milinalli y es muy valiente. En Tamaulipas, ella solita se mete en territorios controlados por el cartel de Los Zetas”.

Mientras habla, las manos del artista recorren la superficie del calzado como acariciándolo. “Es un tema delicado, muy personal -advierte-. Por eso el proyecto empezó con personas a quienes conocía y después ha ido definiéndose siempre en diálogo con los familiares, por una cuestión de respeto. Cada vez que planteo mi idea a algún familiar, si accede a darme zapatos, nos vemos y platicamos un largo rato, no quiero que me los dejen con otros”. De ese diálogo y de un texto expreso que les solicita surgen las palabras que usará en la suela, el contenido del sello.

“Algunos padres solo tienen un par, entonces les hago un cambalache, les consigo zapatos nuevos a cambio y por eso también junto donaciones”, explica López. Pide botas, tacones, sandalias y demás modelos, nunca financiamiento. “No he pedido ni voy a pedir dinero a nadie porque no se requiere. Lo único que necesito es tinta para grabar, linóleo y papel bond. Invierto tiempo, ganas de hacer”. (I)

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