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El instructor de la Comisión del Senado aconsejó destituir a la presidenta Dilma Rousseff

Brasil da un giro tras 'golpe' parlamentario

Sesión del Comité Especial del Senado brasileño sobre el impeachment a la presidenta suspendida en funciones, Dilma Rousseff
Sesión del Comité Especial del Senado brasileño sobre el impeachment a la presidenta suspendida en funciones, Dilma Rousseff
Foto: AFP
04 de agosto de 2016 - 00:00 - Pablo Giuliano. Corresponsal desde Sao Paulo, Brasil

Brasil recibe los Juegos Olímpicos, el acontecimiento universal más importante de su historia, incluso para Sudamérica, con una imagen que devuelve un espejo que ha sido roto: de aquella nación emergente, multilateral, que había incluido a los miserables de siempre, a esta situación que muchos asemejan a las republiquetas bananeras, con un golpe parlamentario financiado por las grandes empresas, en medio de una recesión y una grieta ideológica en la sociedad que será, como muchos especialistas anticipan, difícil de superar.

En 2009, la victoria tejida por el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva fue considerada como la cereza del pastel de su Gobierno, en el cual más de 50 millones de personas salieron de la miseria para tener, al menos, tres comidas por día, en un país famoso por convivir, casi en forma natural, con el lujo del mármol europeo y la barriga hinchada de los africanos subsaharianos.

De la grandeza de 2009 -no olvidar que Río de Janeiro, con el discurso de Lula, venció a la Chicago de Barack y Michelle Obama, también presentes en la ceremonia- a esta caricatura en la que se ha transformado un país que ha caído en un trastorno político que puede condenarlo al respeto de la historia.

Si en la época de Lula la conciliación de clases era el norte, hoy, esto parece tan lejano como la bonanza de sexta economía mundial con la cual gozaba el Brasil que ganó la sede para los primeros Juegos Olímpicos en América del Sur.

“Golpista”: ese es el término que más se escucha en las calles para hablar del presidente interino, Michel Temer, un vicepresidente rebelde que actuó con lo peor del Congreso y la oposición derechista derrotada desde 2002 en las urnas para abrirle un juicio político a su jefa de fórmula, Dilma Rousseff.

El país de 2009 le permitió a Lula hacer su sucesora a Rousseff, su jefa de ministros. Como vicepresidente fue elegido, para garantizar mayoría en el Congreso, Michel Temer. La victoria de Rousseff-Temer en 2010 es ‘hija’ del prestigio que Lula llevó a Brasil a nivel mundial. Pero en 2014, las denuncias de corrupción en la estatal Petrobras que nunca afectaron directamente ni a Lula ni a Rousseff arreciaron. No importaba si fuera verdad. Pero dejó al descubierto la financiación de la política por parte de empresas constructoras socias del Estado. No deja de ser una ironía del destino que la principal empresa que pagaba sobornos y abastecía las campañas políticas, Odebrecht, cuyos directivos están presos, haya sido la que entregó con muchas fallas la Villa Olímpica de Río 2016.

La degradación brasileña fue al compás de la crisis mundial. El precio de las materias primas caía y Brasil debió reformular su modelo económico. Rousseff, contra sus propios apoyadores, tras vencer la elección eligió un ajuste en las cuentas públicas y retiró los incentivos contra la crisis mundial por falta de recaudación: en el Congreso, Temer y sus aliados impidieron cualquier iniciativa y paralizaron al país. Temer se pasó a la oposición y apoyó la suspensión de Rousseff el 12 de mayo para enfrentar el juicio político que puede destituirla. Una agenda de derechas, rechazada en las urnas, está siendo aplicada.

En la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, ni Rousseff ni Lula estarán presentes. Apenas Temer, que como se espera, será abucheado cuando inaugure los Juegos Olímpicos. Al hacer una conexión entre la pujante 2009 y el rostro desdibujado del espejo de 2016, son impresionantes los hilos conductores: Lula denuncia que no hay estado de derecho en su país. En 2009, tras vencer la elección de Río de Janeiro 2016 en Copenhague por parte del Comité Olímpico Internacional (COI), Lula dijo: “Pasamos a ser un país que ha dejado de ser tratado de segunda clase, nadie tiene más dudas de la grandeza económica y social de Brasil, de nuestra alma”.

Detrás de él estaba Michel Temer, el presidente de la Cámara de Diputados. Hoy Lula busca votos para llegar a la presidencia y denuncia que es un perseguido por  la justicia. Rousseff mirará los Juegos que preparó, con la política deportiva que preparó, desde el Palacio de la Alvorada, esperando la votación en el Senado, a fines de mes, donde todas las apuestas indican que será destituida.

El instructor de la comisión de juicio político del Senado, Antonio Anastasia, aliado de Temer, votó a favor de destituir a la mandataria por delitos contables al haber hecho alteraciones de prioridades en el presupuesto, un argumento por el cual se califica de “golpe” al juicio político. Hoy la Comisión del Senado votará el informe y de ser aprobado pasará al  plenario, que el martes 9 deberá decidir si enjuicia a la mandataria, algo que ocurrirá en la semana posterior al final de los Juegos Olímpicos. Temer quiere apresurar los tiempos de la votación, en la cual se necesitan para aprobar la destitución 54 de los 81 votos, para poder asistir a la cumbre del G-20 en China, el 5 de septiembre, como presidente formal y confirmado.

Pero para eso aún falta sortear las tres semanas de Juegos Olímpicos: después de la conquista de 2009, el espejo roto de la actualidad tendrá visibilidad internacional. Temer le mostrará al mundo en qué ha convertido a Brasil. (I)

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