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El Telégrafo
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Arabia Saudí desata la furia de las comunidades chiitas por ejecución de clérigo

Mujeres musulmanas chiitas-pakistaníes gritan consignas contra la ejecución del clérigo musulmán chií Nimr al-Nimr durante una protesta en la ciudad de Lahore.
Mujeres musulmanas chiitas-pakistaníes gritan consignas contra la ejecución del clérigo musulmán chií Nimr al-Nimr durante una protesta en la ciudad de Lahore.
Foto: AFP
04 de enero de 2016 - 00:00 - Agencias AFP y Prensa Latina

La ejecución de un dirigente chiita en Arabia Saudí intensificó ayer las tensiones en Oriente Medio, en particular en Irán, donde manifestantes indignados atacaron la embajada saudí y el gobierno advirtió a la dinastía Al Saud de una “venganza divina”.

El ajusticiamiento del clérigo Nimr Baqer al Nimr, figura de la oposición al régimen de Riad, provocó la ira de las comunidades chiitas de Irán, Arabia Saudí, Líbano, Baréin, Pakistán, Yemen e Irak.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), Estados Unidos, la Unión Europea (UE), Alemania y Francia expresaron también su preocupación y temen una intensificación de las tensiones entre chiitas y sunitas en la región, manifiestas en el conflicto sirio y en la guerra de Yemen.

El líder chiita de 56 años fue ejecutado el sábado junto a otras 46 personas, entre ellas un chadiano y un egipcio, condenadas por “terrorismo”. La mayoría eran yihadistas del grupo Al Qaeda.

“Sin ninguna duda, la sangre injustamente derramada de este mártir tendrá sus consecuencias y la mano divina lo vengará de los dirigentes saudíes”, advirtió ayer el guía supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei.

Horas antes, la noche del sábado, cientos de personas encolerizadas atacaron con cócteles molotov la embajada de Arabia Saudí en Teherán.

“El fuego destruyó el interior de la embajada”, declaró a la agencia AFP un testigo. El consulado saudí en Mashhad (noreste) también fue atacado.    

El fiscal de Teherán anunció la detención de al menos 40 manifestantes y de otras 4 personas en Mashhad.

Manifestaciones en Teherán

El presidente iraní Hasan Rohani denunció la ejecución del clérigo, pero calificó de “injustificables” los ataques contra las representaciones saudíes.  

Más de un millón de personas se manifestaron ayer en dos lugares diferentes de Teherán en protesta contra la ejecución del líder chiita saudí, sin causar incidentes.        

Una concentración tuvo lugar cerca de la embajada de Arabia Saudí, pese a la prohibición del gobierno para evitar nuevos altercados.

Antes de ser dispersados por la policía antidisturbios, los manifestantes gritaron “muerte a Al Saud”, del nombre de la familia reinante en Riad y quemaron banderas estadounidenses e israelíes.     

Si la indignación y la ira son especialmente fuertes en Irán, país musulmán de mayoría chiita (90%) y gran rival de la sunita Arabia Saudí, los chiitas se manifestaron igualmente en el reino saudí, en Baréin y en Irak, en la ciudad santa chiita de Kerbala (centro).

El ayatolá Ali al Sistani, la más alta autoridad chiita en Irak, calificó de “agresión” el “derramamiento de sangre pura” de los ejecutados.

En Líbano, el líder del movimiento chiita Hezbolá, Hasán Nasralá, condenó el “terrorismo” y el “despotismo” de Arabia Saudí.

La cancillería saudita convocó al embajador de Irán para protestar contra las “declaraciones agresivas” de Teherán, al estimar que representaban “una flagrante injerencia en los asuntos del reino”.     

Poco después, Riad calificó a Irán de país “sin vergüenza” por apuntar la cuestión de los derechos humanos, cuando Teherán lleva a cabo ejecuciones “sin un marco legal claro”.

“El régimen iraní es el último en poder acusar a otros de apoyar al terrorismo, en tanto él mismo lo hace”, añadió la cancillería saudita.

Esta ejecución “revela la verdadera cara de Arabia Saudí, la cara despótica, criminal y terrorista”, dijo Nasralá en un discurso retransmitido por la cadena de televisión del Hezbolá, Al Manar.

Países de Occidente preocupados por aumento de escalada  

Mohammed al Nimr, hermano del líder ejecutado, ya advirtió que esta ejecución “provocará la ira de los jóvenes” chiitas en Arabia Saudí.

El clérigo Al Nimr fue condenado a muerte en octubre de 2014 por “terrorismo”, “sedición”, “desobediencia al soberano” y “tenencia de armas” por un tribunal de Riad, tras un “juicio injusto”, según Amnistía Internacional.

Más allá de Oriente Medio, su ejecución preocupa a Estados Unidos, tradicional apoyo de Arabia Saudí, que teme que las tensiones “se acentúen en un momento en el que urge apaciguarlas”.

El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, hizo un llamamiento a la “calma y moderación”.

Por su parte Francia instó a los dirigentes de Oriente Medio a “hacer todo lo posible para evitar la exacerbación de las tensiones sectarias y religiosas”.

La ejecución de Nimr al Nimr, que estudió en la ciudad santa de Qom, en Irán, corre efectivamente el riesgo de agravar más la rivalidad entre Teherán y Riad, opuestos en las crisis regionales, como la de Siria y la de Yemen. (I)   

La disputa entre Arabia Saudí e Irán surgió hace unos 1.400 años  

La disputa entre Arabia Saudita e Irán tras la ejecución del clérigo Nimr Baqer al Nimr tiene de fondo un conflicto que divide a las dos ramas del islam, tensiones existentes hace unos 1.400 años.

El Islam se divide en dos ramas, la chiíta y la sunita. Tras la muerte del profeta Mahoma en el año 632, se planteó el problema de la sucesión. Un grupo -los sunitas- siguió a los primeros califas posteriores a Mahoma, mientras que el otro -los chiitas- sostuvo que se debía continuar con la línea familiar del profeta, es decir, su yerno Alí.

Esta división ha tenido implicaciones políticas y sociales en el Medio Oriente. Mientras que los sunitas representan el 90% de los musulmanes e imperan en la mayoría de los países de la región, los chiitas son una minoría con 100 millones de adeptos.

El único gobierno musulmán chiita es el de Irán, sin contar el régimen alauí de Siria, que es una secta dentro del chiismo.

En esa puja, resulta elegido un califa (el que gobierna ese espacio de la comunidad musulmana). En total se eligieron cuatro (tres de ellos fueron asesinados). Los tres primeros fueron Abu-Bakr, Omar y Uthman. Tras el asesinato del último, Alí -primo y yerno de Mahoma- reclamó el puesto y se instauró como cuarto califa.

El Califato se desintegra en 1923, un año después de la caída del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial. Y se materializa la división de la comunidad entre sunitas (hoy el 90% del mundo musulmán) y chiitas (el 10%, son mayoría en Irán y Bahrein, la mitad de Irak y hay pequeñas comunidades en el mundo, una de ellas está en el Líbano. Además, el grupo terrorista Hezbollah también es chiita).

Más recientemente, la Revolución Islámica de Irán en 1979 puede considerarse como otro episodio clave: marcó el inicio de un régimen teocrático en este país, actual centro de los chiitas.

En teología, los chiitas magnifican al cuarto califa, Alí (su nombre nace de shiat Alí, ‘los partidarios de Alí’). Es que consideran que el líder debe descender de los hijos que Alí engendró con Fátima, la hija de Mahoma. Por eso también veneran a Hussein, el nieto del profeta que muere asesinado por los sunitas.

Para ellos, existe división jerárquica de la religión. La máxima autoridad es el ayatollah. Sus fetuas (opiniones) se imponen en todos los niveles interiores.

Para los sunitas, las opiniones de todos los teólogos tienen el mismo peso. Esta rama adopta el nombre por la importancia que le dan a la Suna, la colección de dichos y hechos atribuidos a Mahoma y transmitidos en forma oral. No se basan estrictamente en el Corán, lo que abre la posibilidad de adaptarlo a los cambios de épocas y realidades.

Las cifras del islam: sunitas, 87% de los musulmanes; chiitas, 13% de los musulmanes.

Las organizaciones sunitas son Al Qaeda, Hamas, el movimiento Talibán, Estado Islámico, Hermanos Musulmanes.

La organización chiita más destacada es Hezbollah. (I)    

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