Miles de jóvenes indias trabajan bajo un régimen  de esclavitud en empresas de tejido de algodón con la promesa de que al  finalizar los tres años de contrato recibirán el dinero suficiente para  pagar la dote de su matrimonio.
 Así lo ha denunciado la  organización holandesa SOMO (Centro de Investigación de Empresas  Multinacionales), en colaboración con el ICN (Comité de Holanda para la India), en un informe que sacaron recientemente a la luz bajo el título: "Atrapadas por el algodón".
 Los fabricantes indios producen estos artículos en el estado de Tamil Nadu, en el sur de la India,  para importantes marcas internacionales como Bestseller, Diesel, Gap, y  las españolas Inditex (Zara), El Corte Inglés y Cortefiel.
 Aunque algunas de estas compañías "han tomado cartas en el asunto", un  gran número de "prácticas abusivas siguen acometiéndose", señaló el  estudio.
 Según informó a Efe Leontien Aarnoudse, encargada de  comunicación de SOMO, Inditex y Cortefiel reaccionaron positivamente al  informe, y señaló que, entre otras acciones, esas firma han participado  en encuentros con promotores de la Iniciativa de Comercio Ético (ETI).
 Aarnoudse precisó que, sin embargo, El Corte Inglés no respondió a  los intentos de SOMO por contactar con esa empresa española.
 Las jóvenes, en su mayoría pertenecen de la casta de los dalits, la más  baja, son reclutadas bajo un sistema conocido como Sumangali.
 Se trata de la palabra tamil para referirse a una mujer felizmente  casada y que vive con su marido una vida afortunada y plena, algo que se  encuentra relacionado con el pago de la dote.
 Las chicas sumangali son reclutadas con la promesa de un sueldo decente y un alojamiento confortable.
 También con el incentivo de una suma considerable de dinero tras la  finalización del período de trabajo, que varía entre 400 y 800 euros, y  que la joven usará para pagar la dote, el único modo para muchas  familias pobres de conseguir casar a sus hijas.
 Según SOMO, en  los últimos 10 años más de 120.000 mujeres han sido empleadas bajo este  patrón, en su mayoría de manera temporal (entre el 60% y 80%), para  "evitar que se organicen y quieran luchar por sus derechos".
 Además, un estudio de la universidad india Bharathidasan, reflejado en el informe, sentencia que entre el 10% y el  20% de las trabajadoras tenían de 12 a 14 años cuando las contrataron,  "algo denunciable como explotación infantil".
 Monika, que  tenía 13 años cuando comenzó a trabajar en esas condiciones y 15 cuando  fue entrevistada por SOMO, dijo: "Nadie va a trabajar ahí porque quiere,  algunas lo hacemos porque nuestros padres nos obligan y otras por las  necesidades familiares".
 "A las mujeres se les promete que  vivirán en buenas condiciones de trabajo y alojamiento, algo que no  sucede porque trabajan demasiado y son confinadas durante el tiempo  restante en un centro de alojamiento", denunció a Efe la activista india Pallvi Mansingh.
 "En las raras ocasiones en las que se les permite salir siempre lo  hacen acompañadas, sin poder hablar con nadie ajeno a su empresa",  añadió Mansingh, directora del Centro para la Educación y la  Comunicación (CEC), en Nueva Delhi.
 "Por lo que su único contacto verbal con el exterior son las visitas, esporádicas, de sus padres", concluyó la activista.
 La experiencia de Prithi, de 19 años y narrada en un entrevista a  SOMO, ejemplifica sin fisuras las difíciles condiciones en las que deben  trabajar esas jóvenes de Tamil Nadu.
 "Completé los tres años y  me dieron 30.000 rupias (unos 450 euros). Cuando terminé estaba muy  enferma y al descubrir que tenía una bola de algodón en el estómago   -por inhalarlo durante el trabajo- me operaron", explicó.
 Y  añadió; "gasté todo el dinero que tenía en la factura del médico, por lo  que mis padres tuvieron que cancelar mi boda al no poder pagar la  dote". 
