Con una rigurosa condena de 13 años de prisión a un campesino que el pasado año desnudó las pobres medidas de seguridad en la Ciudad Prohibida robando valiosas piezas imperiales, las autoridades intentan dar carpetazo a meses de críticas y desprestigio del museo más famoso y visitado de China.
Shi Baikui, un  inmigrante de Shandong (este de China) que robó las piezas sin planearlo  de antemano, casi por impulso, fue condenado este lunes a esa pena de cárcel y  a 2.000 dólares de multa, por sentencia del Tribunal Popular Intermedio  de Pekín.
 Este "robo del siglo" ha sido muy seguido por  medios de comunicación y opinión pública del país durante meses,  acompañado de otros escándalos en torno al antiguo palacio imperial  reconvertido en museo, que lleva casi un año recibiendo una lluvia de  críticas por su gestión.
 El 8 de mayo de 2011, Shi, de 27  años, robó nueve cajas de oro y plata cubiertas de piedras preciosas  valoradas en 65.000 dólares, de las que tres aún no han podido ser  recuperadas, ya que el condenado afirmó que se deshizo de ellas en su  huida.
 Fue el primer latrocinio sufrido por el antiguo palacio  imperial en casi un cuarto de siglo, y ello llevó a plantear muchas  dudas sobre la seguridad del recinto.
 El robo ocurrió pasada  la hora de cierre, sin que nadie pareciera advertir la presencia de un  intruso en el palacio, y los sistemas de alarma no funcionaron  correctamente.
 El suceso, que no se desveló a los medios hasta  dos días después, acabó dañando gravemente la imagen del antiguo  palacio imperial, uno de los más mayores atractivos turísticos de China,  y obligó a los responsables del museo a pedir disculpas públicas.
 Tras esta "vergüenza nacional" por un museo que aspira en el futuro a  que regresen a él las colecciones que desde hace 60 años están  "exiliadas" en Taiwán, se dio prioridad extrema a la captura del ladrón,  que fue detenido en un cibercafé de la ciudad apenas dos días después.
 Las autoridades llegaron incluso a obligar al autor del robo, que  confesó el delito en el momento de su detención, a repetir esta  declaración frente a las cámaras de televisión nacional, para intentar  un lavado de imagen.
 Pero éste no fue el único suceso que minó la imagen del museo más famoso y visitado de China el año pasado.
 En agosto, por ejemplo, un investigador del museo rompió  accidentalmente una pieza de porcelana de mil años de antigüedad de la  colección del museo, y al conocerse este incidente se reveló que con  anterioridad se habían dañado otros cuatro objetos de manera similar.
 También se denunció por aquel entonces la existencia en el  museo-palacio de un secreto "club de millonarios" dentro del recinto.
 Aunque la existencia de ese club nunca llegó a demostrarse del todo,  ello no detuvo las críticas de los pequineses de a pie, quienes ven el  lugar como un sitio "para todos los públicos" después de que durante  siglos sólo pudieran entrar en él los eunucos y los miembros de la  realeza.
 No es de extrañar que tras todos estos casos el museo  decidiera el pasado mes de enero relevar a su entonces director, Zheng  Xinmiao, quien tras nueve años al frente de este bien patrimonio mundial  de la humanidad fue sustituido por Shan Jixiang, su actual responsable.
 Zheng, de 64 años, estaba llamado a seguir al frente del antiguo  palacio hasta octubre de este año, fecha en la que alcanzará la edad de  jubilación, pero su retirada se adelantó unos meses, algo que la misma  prensa oficial china consideró una consecuencia de los problemas  protagonizados por la institución en 2011.
 La Ciudad  Prohibida, que sirvió de residencia a los emperadores de las dinastías  Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911), fue durante medio milenio el centro  político y cultural de China, y tras sobrevivir guerras civiles y la  Revolución Cultural en el siglo XX se ha convertido en uno de los  lugares emblemáticos de Pekín.