La caza a la guerrilla de Ernesto “Che” Guevara en 1967 en Bolivia no fue apenas una misión de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) y de las Fuerzas Armadas y policiales de la dictadura boliviana de René Barrientos. Contó con el envío de armamentos -entre ellos 100 bombas de napalm- por parte de la dictadura Argentina y de entrenamiento de pilotos bolivianos en territorio de Brasil.
Documentos desclasificados del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Brasil revelados por el diario O Estado de Sao Paulo sostienen que el dictador argentino Juan Carlos Onganía en 1967 envió a Bolivia material bélico para combatir a la guerrilla de Guevara.
Un facsímil del informe de inteligencia brasileño indica que Argentina proveyó a Bolivia para combatir a Guevara: 250 fusiles FAL, 200 pistolas calibre 45, 30.000 cartuchos calibre 45, 100 bombas napalm de 100 kilogramos, 50 bombas de 50 kilogramos y 5.000 cartuchos. El napalm, un combustible en gel incendiario de alta onda expansiva, fue usado por Estados Unidos contra Japón en la Segunda Guerra Mundial y en la invasión a Vietnam. La fecha de ese informe es el 31 de agosto de 1967, casi dos meses antes de la muerte del guerrillero que con Fidel Castro y Camilo Cienfuegos concretaron la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959, ocho años antes.
La dictadura brasileña temía que la influencia de la revolución cubana se expandiera en BrasilEn 1967 gobernaba a Brasil la dictadura que se había instalado en el golpe de 1964 y que duró hasta 1985. El entonces dictador Artur de Costa de Silva no creyó en los informes de inteligencia de Bolivia que indicaban que el “Che” Guevara había ingresado bajo el alias de Ramón a territorio boliviano, pero sí, revelan los documentos, se había registrado que había un grupo internacionalista insurgente que contaba con 12 brasileños en la selva boliviana. Brasil, por ejemplo, brindó asistencia a 4 pilotos bolivianos en Río Grande do Sul, dice uno de los documentos, que aclara que “no hubo provisión de armamento”.
El 31 de agosto de 1967 la dictadura brasileña realizó un diagnóstico sobre la mala preparación de Bolivia para enfrentar una guerrilla. “Bolivia es un país rico en yacimientos minerales, pero paradójicamente pobre. El país siempre amargó fracasos en sus emprendimientos militares”, dice el texto enviado al entonces dictador Artur Costa de Silva por los jefes militares.
El dictador boliviano, René Barrientos, contó con la ayuda extranjera que desembocó en la captura y ejecución de Guevara en La Higuera el 9 de octubre de 1967 tras la estrategia de la guerrilla foquista que el guerrillero quería implementar en el Tercer Mundo.
La preocupación de Brasil en los años sesenta no se limitó a Bolivia sino que la dictadura brasileña temía que la influencia de la revolución cubana se expandiera en Brasil mediante los movimientos guerrilleros de Colombia y Venezuela, dos de sus vecinos amazónicos.
“La guerrilla colombiana se presenta como una verdadera plaga. La proclamación de Fidel Castro en 1963 de que Colombia era una nación clave para la revolución en América Latina dio a esos movimientos un perfil ideológico comunista-castrista”, dice sobre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) un documento del 31 de agosto de 1967. Los militares brasileños, según el documento, dudaban de las convicciones ideológicas del jefe de las FARC, Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez, ‘Tirofijo’. “Su pertenencia al Partido Comunista Colombiano se traduce en la necesidad de tener un dispositivo de apoyo, tanto político como económico”, sostuvo.
Once años después de haber entrenado a los pilotos bolivianos, otro dictador brasileño, Ernesto Geisel, en 1978, lanzó un plan de espionaje que debían realizar militares y diplomáticos brasileños en embajadas y consulados en América Latina y el Caribe. El programa se llamaba “Programa de Estrategias Militares” y buscaba detalles sobre las compras militares de los países del hemisferio, salvo Estados Unidos y Canadá.
El Estado Mayor Conjunto tejió la hipótesis, desestimada por el presidente Geisel, de un conflicto bélico de Brasil contra una alianza de dictaduras de Brasil, Uruguay y Paraguay a fines de los setenta. En ese momento estaba en vigor y funcionaba a todo vapor la Operación Cóndor, la cadena represiva de las dictaduras sudamericanas.