El Telégrafo
Ecuador / Sábado, 06 de Septiembre de 2025

La democracia americana se apoya en la memoria corta de su gente, en la condición intelectual comatosa de las masas. Esto se puede ver en los resultados electorales de noviembre. La pérdida de identidad del público americano es la causa predominante de la poca participación electoral. El poder controlador de esta democracia ha utilizado en forma consistente la táctica de dividir para conquistar. Sin darnos cuenta, los ciudadanos de esta gran nación hemos sido propagandeados hasta el punto de mirarnos mutuamente con sospecha. La comunidad está dividida en un sinnúmero de grupos con intereses diferentes, solamente percibidos, mas no reales. El engaño de los que quieren dominar al público americano consiste en convencerlos de que los derechos y aspiraciones de grupo, como por ejemplo de la tercera edad, se oponen a los intereses de los jóvenes, pues los jóvenes, con sus impuestos altos, tendrán que sostener a los ancianos. Los grupos de inmigrantes son otro ejemplo vivo, se quejan porque los inmigrantes vienen a este país a utilizar los servicios del Gobierno, como hospitales, escuelas; vienen a quitar los empleos a los nativos.

Se olvidan de que este país fue fundado por inmigrantes, quienes, generación tras generación, han generado riqueza, que ellos son explotados y humillados por su condición de ‘ilegales’. Se olvidan de que en estados como Texas las casas son más baratas gracias a la fuerza laboral de mexicanos, predominante en la industria de la construcción. En California se olvidan de que las frutas y otros productos agrícolas son más baratos por su intervención.

Temas que han dividido al público americano tienen que ver con los derechos e intereses de género. Estas fuerzas que tiran piedras y esconden sus manos han logrado convencer a la mayoría que las mujeres no tienen derecho a la igualdad con mejores salarios o derechos sobre su cuerpo con el aborto. Dicen que los gays no deben aspirar a formar hogares donde el afecto mutuo, según sus detractores, es sinónimo de corrupción sexual. Estas falacias se han apoderado de la mente de gente buena, que desafortunadamente se dejan llevar por actitudes que contradicen sus principios éticos. Pregúntense de dónde podrán provenir estas ideas que predican odio, de dónde surge esa falta de compasión y tolerancia por el prójimo. Es como un virus que se ha propagado y ha logrado envenenar los corazones de la gente buena.

Otros grupos incluyen a gremios. ¿Quiénes son los odiadores que difunden envidia de las prestaciones que disfruta el magisterio? Por allí van proclamando que los profesores, con su bajo rendimiento, no se merecen  ‘favoritismos’, por tanto hay que bajarles sus pensiones de jubilación y despojarles de cualquier otro derecho que han adquirido. Para ello se les vilipendia y descalifica a cada rato. Sus gremios han sido objeto de persecución con el fin de destrozarlos, como ya ha sucedido con la mayoría de los sindicatos laborales de este país. Esta malicia que yace por debajo del radar consciente de la comunidad está diseñada a crear víctimas, pero este rol de víctimas está afectando y dividiendo a la comunidad continuamente. Los padres entonces apuntan el dedo acusatorio a los maestros, y esto abre las puertas para justificar acciones negativas para la misma comunidad como la introducción de compañías privadas para desplazar la educación pública y así marginalizar al magisterio.

Siempre hay alguien que se beneficia cuando cunde la confusión dentro de la sociedad. Se me ocurre la escena del vendedor quien apela a los intereses divergentes de una pareja de esposos, quienes antes de aquella interacción tenían el mismo objetivo, pero que la retórica del vendedor logra confundirlos y ahora ya no saben qué hacer. Así se encuentra el electorado americano, incapaz de discernir la veracidad de las opciones. Cada grupo es objeto directo de la propaganda individualizada que solo pueden actuar basados en los ecos más fuertes que han sabido manipular su egoísmo personal. En otras palabras, están despistados, distraídos, mientras les venden una canasta de bienes que luego les defrauda totalmente. Cuando al fin despierten se encontrarán en un país tercermundista.

En el ambiente cultural prevaleciente es casi imposible que el pueblo salga de su marasmo por sí mismo. Los poderes económicos anónimos ya se han apoderado de sus mentes. Es una tarea enorme educar a una sociedad que se cree libre, aunque no pueda ejercer su libertad de expresión porque carece de los recursos que tienen los medios de comunicación privados. Esta fragmentación de la sociedad americana no es consecuencia azarosa, es diseñada desde sus estratos más altos e implementada con las armas sofisticadas de las élites.

La ideología que satura el aire que respiramos emana como un gas venenoso indetectable. Existe un sinnúmero de organizaciones sin objeto de lucro, pero con objeto de influenciar la opinión pública en todas sus esferas.

Muchos de ellos están disfrazados, unos como centros de investigaciones sociales o científicas, otros como organizaciones caritativas, organizaciones educativas y culturales. Dichas entidades logran impresionar al ciudadano por su seriedad, por su nivel académico y científico, por su independencia y neutralidad. Así tiene que ser si esperan cumplir su papel de participantes en una democracia abierta. Lo que no está claro para su clientela es que ellos constituyen el blanco de los poderes fácticos. La distorsión de la realidad entonces responde a un cálculo que tiene como objeto socavar la cohesión de las grandes mayorías que de otra forma impondrían su voluntad de acuerdo al interés común. La tan celebrada democracia deviene en una realidad ilusoria, una democracia manufacturada de acuerdo a los intereses del capital. Una democracia que enfatiza los derechos individuales frente a los derechos colectivos, los contrapone, escondiendo la relación de interdependencia mutua, de que el uno como el otro son caras de la misma moneda, indivisibles e inseparables. De este modo se logra fracturar y fragmentar al grupo en mil piezas para restarle su eficacia en la reivindicación de sus justas aspiraciones.  

Finalmente, ¿por qué no se escuchan las voces del pueblo? Hace un tiempo el movimiento Occupy Wall Street irrumpió en el debate nacional. ¿Dónde está ahora? Al parecer, el genio de la democracia es que la estrategia para acallarlas apela a los intereses individuales. Los periodistas saben inconscientemente que existen líneas invisibles que no deben cruzar si es que quieren avanzar en su carrera, ellos conocen las consecuencias de revelar los secretos del poder. El poder puede esperar pacientemente hasta que las voces controversiales pierdan su fuerza, se apaguen por sí solas o con su intervención, que el público se olvide, que sus apoderados se encarguen de sofocar a las voces disidentes. La voz del pueblo carece de fuerza, no puede atraer la atención de la sociedad, y allí yace la tragedia.