¿Creen descabellado pensar que nos inoculan el cáncer en ciertas bebidas -en las azucaradas colas o los tan en boga tés-? Desde hace unos meses estoy segura de que esto es así. En alguna parte tienen, ‘ellos’, que emponzoñarnos el endiablado mal. Solo de esta forma me explico que existan tantas e increíbles variedades de la misma enfermedad -a la tiroides, a los huesos, al estómago, a la garganta, a la uña del pie izquierdo... -y que las personas enfermas de cáncer se multipliquen día a día. Cuando pienso en este tema, me siento igual de paranoica como los llamados ‘ufólogos’, que andan viendo extraterrestres y confabulaciones sentados a la mesa de cualquier vecino.
También me siento paranoica cuando pienso en quiénes son los señores de la guerra. ¿Ustedes no? Cuando escuchan hablar del Estado Islámico, de Al Qaeda, de Hamás, etc., etc., ¿no se preguntan quiénes están detrás de estas organizaciones, quiénes financian sus desproporcionadas arremetidas, quiénes mueven los hilos de la muerte?
¿Creen descabellado pensar que hay quienes crean sus propios enemigos? Tengo un amigo alemán que, como buen alemán, me dice que es demasiado simplista esta idea. Me dice, por ejemplo, que en Alemania, al parecer, hay una célula del Estado Islámico, digamos que de unas 400 personas, que colabora económicamente con la organización. Digamos que lo mismo sucede en otros países. Digamos que estas 400 personas multiplicadas por ‘X’ colaboran económicamente y de otras maneras con organizaciones como el Estado Islámico. ¿Bastan estas colaboraciones para sostener organizaciones que aparecen armadas hasta los dientes, cuyo arsenal se muestra infinito y que, supongo, viven de algo más que de aire? Porque cada ‘rebelde’ ha de vivir en alguna parte y de algo. Necesitan provisiones, sistemas sofisticados de comunicación -comunicación que, en otros casos, se nos ha dicho públicamente que está siendo monitoreada e intervenida en todo momento; es decir, justito ahora cuando les escribo, casi antes de pensar...-; necesitan vías físicas de acceso y todo lo demás que les permite seguir en pie, ser, en términos actuales, sustentables...
A veces siento que reparamos demasiado en los intereses petroleros, por ejemplo, y nos olvidamos de la guerra. Nos olvidamos de quiénes fabrican, venden, trafican y ganan gracias a la guerra. Para ellos, para los señores de la guerra, resulta indeciblemente beneficiosa la multiplicación, no de los panes, sino del horror.
Mientras más decapitaciones ‘youtubizadas’ haya, mientras más execrables sean los actos de sus enemigos, más razones habrá para la guerra y la impunidad.
Por eso, en esta época demencial, de muerte y horror, me parece poco descabellado creer que son los propios señores de la guerra quienes, con paciencia, amasan la barbarie de sus enemigos.