El Telégrafo
Ecuador / Miércoles, 03 de Septiembre de 2025

Por Marcelo Izquierdo

Corresponsal en Buenos Aires

 

Feo, petiso y gordo. Así  veía el “establishment” argentino al periodista Jorge Lanata cuando desde el diario Página/12, que fundó en 1987, o en sus programas de radio y  TV,  combatía al neoliberalismo en los 90 o denostaba al grupo mediático Clarín, al que acusaba de monopólico y cómplice de la dictadura militar, incluso durante el gobierno de Néstor Kirchner. Era el periodista más creíble de la izquierda argentina y de los sectores de clase media progresista. Hoy ese mismo “establishment” que se enriqueció con  el “menemismo”, lo ve rubio, alto y de ojos celestes... 

¿Qué fue lo que pasó?  Lanata se ha convertido. Pasó de deambular en canales de TV de poco rating  a ocupar un espacio estelar con su programa “Periodismo para todos” en el Canal 13, la espada televisiva del grupo Clarín. Desde allí, o desde las páginas del diario homónimo, o en su programa matinal de Radio Mitre, también del mismo monopolio mediático,  se ha transformado en el “jefe de la oposición” al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Su estilo mezcla el “show” (tras su fallida experiencia en teatro como monologuista) con denuncias de corrupción de gran impacto, pero a veces con escaso sustento probatorio y que al día siguiente tienen eco en los cientos de medios del grupo mediático desparramados en todo el país. ¿Su marca registrada?: el dedo medio levantado en señal de “fuck you”.   Sus denuncias son reproducidas hasta el cansancio por los medios opositores. Su poder mediático es tan grande que después de que el presidente uruguayo José Mujica lo denostó por involucrar a Uruguay en  una supuesta red de lavado de dinero que implicaba al ex presidente Kirchner, el diario Clarín tituló:  “Lanata salió a cruzar a Mujica”. Es decir, a la misma altura que un presidente...  

“En este momento es la figura más visible de la oposición al kirchnerismo -sin ser un líder político o social-. Y no creo que quiera serlo. Por lo menos es lo que siempre dice. Después de fundar Página/12 se convirtió en el abanderado del periodismo de investigación, siempre interesado en encontrar información secreta sobre políticos y funcionarios. Y lo sigue siendo, con el agregado de que esa forma de hacer periodismo lo constituyó últimamente en una especie de punta de lanza de esa oposición”, afirma a El Telégrafo el escritor Martín Caparrós, crítico del Gobierno y que trabajó en el pasado con Lanata.

Pero de aquel viejo Lanata quedan solo cenizas. Ha dado paso a otro Lanata, aclamado por decenas de miles de personas que el 18 de abril pasado salieron a las calles con sus cacerolas para protestar contra el Gobierno. Allí desfilaban dirigentes opositores, desde la socialdemocracia hasta la derecha,  las clases altas y medias conservadoras y decenas de miles de argentinos descontentos en temas como inflación, corrupción e inseguridad, la deuda visible del proyecto político y social oficialista.

También estaba Cecilia Pando, una referente de la extrema derecha  que reivindica la dictadura y hasta la apropiación de los hijos de desaparecidos buscados por las Abuelas de Plaza de Mayo. Un verdadero campo minado. 

“Lanata presidente”, decía un cartel que un manifestante portaba en el centro de Buenos Aires durante la protesta, mientras muchos otros coreaban el nombre del periodista cuando se encendían las cámaras de la Televisión Pública, entre insultos y agresiones. 

Para la analista Graciela Romer, directora del centro de investigación Graciela Romer y Asociados,  “probablemente  Lanata pudiera aplicar  a un cargo legislativo” en las elecciones de octubre próximo, “pero habría que probarlo con una medición. Hay enormes ejemplos de referentes cuyas expectativas de voto han sido muy bajas”, indicó en diálogo con El Telégrafo. 

Lanata responde con un discurso que aglutina el descontento y hasta el odio expresado por un sector de la sociedad que  llegó a agredir a periodistas afines al Gobierno y pedir a viva voz  que “Cris se vaya con Néstor”, el fallecido ex presidente Néstor Kirchner, o al menos “que se vaya ya” del régimen que tiene mandato popular hasta 2015 y fue votado por el 54% del electorado. 

“No estoy llamando ni a un golpe, ni a una rebelión, ni nada. Hay que lograr en las urnas que esta gente se vaya. Esta historia no da para más. Que pierdan una vez el inconmensurable poder que tienen y que nos está haciendo mierda. Voy a hacer todo lo posible para que eso pase”, exhortó el periodista. 

Lanata, a quien un libro del periodista Luis Majul le atribuyó adicción a la cocaína, disfruta del poder inconmensurable de su ex enemigo mediático, al que le dedicó  una portada descalificadora cuando dirigía Página/12. Incluso, en un editorial de portada en su fugaz diario Crítica en  2008, acusaba al editor general de  Clarín, Ricardo Kirschbaum, de  pasar “los mejores años de su carrera avalando los negocios y asesinatos de la dictadura” desde las páginas de ese periódico. Kirschbaum lo había acusado de lanzar una campaña contra el monopolio mediático y de ser la versión “paraoficial” del primer gobierno de Cristina Kirchner. Hoy ambos comparten espacios televisivos en programas de TV del grupo Clarín. 

El domingo pasado su programa de televisión hizo 33 puntos de rating, unos 3,3 millones de telespectadores.  ¿Qué había pasado? En la emisión anterior lanzó una bomba y  prometía  pruebas sobre una supuesta red de lavado de 55 millones de euros que involucraría al Gobierno a través del empresario Lázaro Báez, vinculado a la familia Kirchner, con giros ilegales a Uruguay y Panamá. ¿Las pruebas? Una cámara oculta al empresario Leonardo Fariña -casado con  Karina Jelinek, una vedette de escasas luces pero busto prominente- que esbozaba la ruta del “dinero sucio”; y un financista, Federico Elaskar, que denunciaba la supuesta trama de corrupción acusando como “lavador” a Fabián Rossi, esposo de otra vedette voluptuosa, Iliana Calabró, hija de un gran cómico  ya jubilado, Juan Carlos Calabró. 

Días después, Fariña y Elaskar negaron todo. El  empresario dijo que Lanata “quería ficción y le di ficción” y el financista que había mentido porque quería vengarse de sus antiguos socios.  Los programas televisivos de chismes del espectáculo, ante tanta vedette con silicona dando vueltas, se hicieron un festín. Lanata acusó al Gobierno de “farandulizar” el caso que apuntaba directamente a  negocios de  Báez, acusado de ser testaferro de la familia Kirchner.  

Roberto Caballero, director del diario Tiempo Argentino, cercano al Gobierno, afirma a El Telégrafo que las denuncias de Lanata “muchas veces tienen de espectacularidad lo que tienen de inconsistencia. Eso no quita que, en el tiroteo, cada tanto acierte con alguna cosa. Ya en la tele, creo que se agravó su narcisismo. Como si las cosas pasaran porque él las dice y no tuviera necesidad de probarlas. Es capaz de cualquier cosa: decir una verdad o decir una mentira con tal de tener razón”.  

Lanata es rechazado por  un amplio sector de la sociedad que  no le perdona su pase al grupo Clarín, enfrentado ferozmente con la presidenta por una Ley de Medios que lo obliga a desinvertir y que está paralizada en la justicia. También por antiguos compañeros: “Me llamaron de su producción para sumarme a su programa radial. Les dije que no.  No podría trabajar con Lanata.  No hace periodismo. Se ha convertido en un showman”, manifiesta  un reconocido periodista deportivo que prefiere permanecer anónimo. 

Caballero precisa que, “a fines de los 80, Lanata revolucionó el periodismo gráfico desde Página/12, un diario de centroizquierda y defensor de los derechos humanos, que desacartonó el diseño, la manera de titular y el enfoque hegemónico de las noticias de la prensa tradicional. En los 90, ya desde la radio y la TV, se convirtió en el comunicador más implacable y eficaz contra el menemismo neoliberal. Hoy, en una parábola impensada, trabaja para los grupos monopólicos de la comunicación que antes criticaba y adoptó un discurso antipolítico que lo emparenta a la derecha rancia, enemiga del kirchnerismo gobernante. Creo que fue un modelo para muchos de nosotros y hoy dejó de serlo, simplemente”. 

Y concluye: “Lanata expresa solo una referencia mediática de la centroderecha, pero no hay que descartar que intente convertirse en el Beppe Grillo argentino. En su caso, lo ayuda la ausencia de gestión comprobable, su capacidad para ubicarse por encima de cualquier ideología, el efecto de sus dichos en un sector de la población que detesta al kirchnerismo y, por supuesto, el arsenal mediático monopólico que lo instala en el prime time dominical del canal más visto de la Argentina, reproduciendo su imagen, su consigna del ‘fuck you’ y sus eslóganes a través de sus casi 300 licencias de radio y TV por cable, más el diario Clarín, hoy prácticamente convertido en el diario de Lanata”.