Publicidad
Colombia al servicio del imperialismo
El actual proceso de integración de los países latinoamericanos, encuentra en esta etapa nuevos desafíos en el plano geopolítico fundamentales para mantener el orden construido a partir de la UNASUR y la CELAC. Pero la controversia que se presenta responde a una situación lógica, producto del conflicto que arrastra desde hace un tiempo Colombia con los gobiernos de Ecuador y Venezuela en el marco de las fronteras nacionales. Pese a esto, el clima de incertidumbre reaparece en la escena regional, pero con otro matiz.
Pues, Colombia se ha transformado en un enclave de EE.UU. en el cono sur, cumpliendo la función de monitorear de cerca las acciones de los países que no siguen los edictos de “la Gran Nación del Norte”. Ergo, EE.UU. ha minado el suelo sudamericano con bases militares tanto en Colombia como en otras latitudes del continente, siendo desactivadas muchas de estas por las políticas de Rafael Correa y Hugo Chávez. Pero los dispositivos diplomáticos no lograron neutralizar ese constado pro-imperialista del Estado colombiano y han reaparecido los fantasmas del imperialismo y del militarismo, esta vez con el uso de su soberanía política como eje de articulación. A partir de esto, ha sugerido en estos últimos días un posible acuerdo de cooperación con la OTAN, el brazo armado del imperialismo occidental comandado por EE.UU.
Nacida en el ocaso de la II Guerra Mundial la primavera de 1949, para afrontar un hipotético conflicto bélico de alcance nuclear con la URSS, lo que daría inicio a la Guerra Fría entre el Occidente capitalista y el Este comunista. Una guerra fría que parece reinaugurarse en el umbral de este nuevo siglo con la crisis del orden unipolar. El cambio de época es ante todo, el surgimiento de una multipolaridad a escala mundial, y Colombia ha elegido ser la pieza de Ajedrez del imperio.
En este sentido, la muerte de Chávez como expresión de liderazgo, ha animado al imperialismo a crear una nueva ofensiva, moviendo los hilos de su marioneta cafetera que, consecuente con sus objetivos, ha destinado esta nueva estrategia, anclando en el continente a la OTAN con el argumento de querer ser solo “socios” de esta organización militar y no formar parte de ella. Esto, aunque sea como lo plantea el gobierno colombiano, constituye un acto de colonialismo arcaico que, con absoluta legitimidad, debe ser repudiado por todos los Estados de América Latina.
Sin embargo, esto se convierte -como en el último siglo- en un potencial generador de conflictos entre las naciones sudamericanas, tratando de incidir en las decisiones internas ocasionando una fractura que podría quebrar la unidad existe entre los países del continente. De este modo, se afianzan con Juan Manuel Santos los lazos coloniales que amenazan la paz de la región. Esto no hace más que elevar la tensión ya existente, donde el único fin que se vislumbra en el horizonte es la de dividir a los pueblos de Nuestramérica.
*Ensayista y escritor. Integrante del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales Felipe Varela, de Argentina