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El Telégrafo
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Los ‘gauchos’ se sienten bien representados por su equipo, pese a la derrota ante los germanos

Tristes pero orgullosos, los hinchas hicieron flamear sus banderas en Buenos Aires

Un hincha argentino festejó el vicecampeonato del mundo de su Selección en medio de aficionados alemanes que se reunieron en un bar de Buenos Aires para observar la final de la Copa. Fotos: AFP
Un hincha argentino festejó el vicecampeonato del mundo de su Selección en medio de aficionados alemanes que se reunieron en un bar de Buenos Aires para observar la final de la Copa. Fotos: AFP
14 de julio de 2014 - 00:00 - Marcelo Izquierdo

Buenos Aires

No pudo ser. La proeza que faltaba se ahogó en la orilla. Las bendiciones del papa Francisco no fueron suficientes. Los argentinos murieron de pie. “Campeones igual”, decía ayer en Buenos Aires Mario Cordero, enfundado en una enorme bandera celeste y blanca. Su sentimiento graficaba la sensación que abrazó a todo un país tras la derrota ante Alemania en la final del Mundial de Brasil.

“Fueron todos unos leones. Se merecen nuestro aplauso y nuestro reconocimiento. Gracias a ellos el fútbol argentino volvió a estar en lo más alto del mundo”, agrega.

Tristes pero orgullosos, los fanáticos argentinos se animaron a flamear sus banderas nacionales y hasta tocar sus bocinas como un homenaje a una selección que les dio mucho más de lo esperado. “Esta vez no pudo ser. Messi se lo merecía, también Mascherano, pero a veces no hace falta ser campeón para convertirse en leyenda. Hoy estos muchachos se recibieron de héroes”, interrumpe Carlos.

Las decenas de miles de argentinos que siguieron el partido en pantallas gigantes ubicadas en paseos tradicionales de Buenos Aires, como en el Parque Centenario, aplaudieron a su equipo tras el último suspiro del Mundial. Gritaron por su Selección, por Argentina, por Messi y por los otros 22 ‘leones’ que llevaron el estandarte nacional hasta el último peldaño.

Una aficionada argentina llora en el momento que el árbitro italiano Nicola Rizzoli dictamina el final del partido entre su Selección y Alemania.

“Una pena, no pudo ser. Pero igual, de esto no nos olvidamos nunca más. Pasarán años y años, y los argentinos seguiremos recordando con canciones esta gesta, de esa vez que copamos Río de Janeiro y que jugamos la final en casa de ellos, en casa de Brasil”, el eterno rival, dice Agustín Serrano, aún derramando lágrimas.

El cuento de hadas llegó a su fin. Una Selección que fue criticada hasta el cansancio antes del Mundial se sobrepuso a todo, a la desconfianza por un arquero como Sergio Romero, que fue un puntal del equipo; a una defensa que hacía agua por todos lados y terminó siendo un baluarte, y a las lesiones que mermaron el poder ofensivo.   

El Mundial ya dio las 12 campanadas y en la medianoche del fútbol esta Selección dejó el baile cuando estaba a solo un paso de conquistar a su propio ‘príncipe’, ese trofeo que le es esquivo desde México 86.
Pero Argentina no se fue corriendo escaleras abajo abandonando un zapatito de cristal. “Nos fuimos del Mundial con la frente en alto. Este grupo está lleno de luchadores”, resume Andrea Véliz.    

Por las calles, los fanáticos seguían aplaudiendo a sus ídolos, emocionados por esas lágrimas que derramaron en el Maracaná. Mañana será el día de lamer las heridas que suele dejar el fútbol. Pero no hay duda de que, más allá del resultado, esta Selección argentina hizo historia en casa de su clásico rival.

Miles de aficionados ‘gauchos’ se reunieron en varios lugares estratégicos de Buenos Aires para alentar a la Albiceleste durante la final del Mundial.

“Ellos no pudieron jugar la final, nosotros sí. Y aunque perdimos estaremos eternamente agradecidos a Messi, a Mascherano y a todos por todo lo que dejaron en la cancha”, asegura Esteban, cuyo apellido se pierde entre los gritos de los fanáticos. Carlos Bilardo, entrenador campeón del 86 y subcampeón del 90, suele afirmar que el segundo es el primero de los perdedores.

Pero hoy en Argentina nadie cree que su Selección haya perdido. “Se ganó el respeto de todos. Jamás los olvidaremos”, afirma Walter, un hombre mayor que aún recuerda el Mundial del 50. “Me da pena por el pibe, por Messi. Él se merecía ganar el Mundial. Es lo único que le falta en su carrera”, concluye. Y sí, se lo merecía. Messi se lo merecía.

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