Graderíos del estadio Mineirao. Un niño llora lo irreparable, como si le hubieran matado su perrito… en su cara. En cancha, David Luiz se ahoga en lágrimas y pide perdón. “Solo quería dar alegría a mi pueblo”.

Felipao llamó una sicóloga para apoyar a los chicos, cuando ya la presión les erosionó la cabeza, les volvió el alma flaca y les secó la boca.

Thiago Silva, el capitán brasileño, hizo noticia por romper en llanto, evadir penales. No era la primera vez. Es expulsado antes del crucial partido.

La súper millonaria industria del fútbol seguirá campante. David Luiz y los suyos no podrán dormir y se llevarán a la tumba el pesar del 7 – 1.

Todos asistirán con miedo a descomunales desafíos: los brasileños deben jugar para aliviar la vida a sus compatriotas. ¡Ese peso estaba en la espalda de David Luiz!

¿Le corresponde?

Los latinoamericanos deberíamos tener más fuentes de alegría, de amor y de pertenencia que nuestras selecciones o equipos de fútbol. ¿Cómo prepararon a Thiago para capitán de la más famosa selección del planeta? ¿Quién y cómo preparó a Antonio Valencia para ser capitán ‘tricolor’? ¿Lo hicieron? Porque Antonio, en Brasil, fue otro suicida futbolístico.

El niño llora. David Luiz se ahoga.

El fútbol a cargo de lo que no hacen gobiernos ni sociedades. El fútbol obligado a alegrarnos la vida. “A llorar menos”, dijo Cafú, el gran capitán brasileño.

¿Están listos los héroes para volver con el botín de las sonrisas? A la fecha, son más los que yacen a un lado del largo y hostil camino.