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La lencería y sus mitos

La lencería y sus mitos
22 de marzo de 2015 - 00:00

Alrededor del mundo de la lencería se han tejido varios mitos. Uno de los más fuertes es que es un juguete sexual y, al mismo tiempo una prenda usada por mujeres para sorprender y satisfacer a su pareja. Aunque este uso está bastante extendido, muchas personas que gustan de la lencería no lo hacen por esta razón.

Hoy por hoy, muchas mujeres solteras y sin una vida sexual activa son fanáticas de estas prendas que, en muchos casos son costosas y exclusivas. Según la revista Elle, hay mujeres que usan lencería solo por el placer de hacerlo.

Mientras más personas están convencidas de que estas prendas ayudan a mejorar la vida sexual, hay estudios que señalan que las entorpecen. Hay muchas piezas que son consideradas trabajosas tanto para poner como para quitar y que básicamente ‘envuelven’ el cuerpo (corselettes, bodies, mallas, ligueros...) o dificultan la actividad física vigorosa (corsés), incluyendo el sexo. Con frecuencia, también se cree que la lencería está diseñada únicamente para mujeres esbeltas y con medidas perfectas, pero, en realidad, pueden usarlos mujeres de todas las tallas, sin excepción. De hecho, algunos tipos de prendas resaltan más en unos cuerpos que en otros.

De acuerdo con el blog Nacida en Xixax, el mundo de la lencería no está exento de propagar la idea de la delgadez como la quintaesencia de la belleza, pero también es cierto que la lencería es un tipo de ropa especialmente favorecedor para todo tipo de cuerpos y que las comunidades dedicadas a ella constantemente realizan campañas que promueven la diversidad tanto en el modelaje como en la oferta de productos de lencería para personas con todo tipo de cuerpos y complexiones. La lencería es una forma de vestirse y expresarse y como tal, no tiene que gustarles a todas las mujeres.

La lencería puede hacer sentir a algunas personas más femeninas, más confiadas en su belleza, más sensuales, como una segunda piel, pero también puede hacer sentir a otras expuestas, objetificadas, conscientes de sus defectos o sencillamente incómodas. La historia de la ropa interior se remota a unos orígenes tan ancestrales que es complicado realizar una datación fidedigna. Así, se estima que las camisas de lino interiores ya existían en el 1360 a. C. después de que el faraón egipcio Tutankamón portase una en su tumba. Al parecer los primeros tejidos en los que se elaboraba la primitiva ropa interior eran el atrapapelo, el lino y el algodón. Entre las diferentes culturas precursoras del uso de ropa interior destaca la grecolatina.

Desde el punto de vista mitológico, Homero ya narraba en sus escritos cómo Afrodita cedió el ceñidor con el cual esculpía su bella figura a Hera para la reconquista de Zeus. En el período napoleónico el corsé se convirtió en una prenda privilegiada en la corte, realzando las virtudes de mujeres que anhelaban verse estilizadas y reducir la talla del abdomen para remarcar una reducida cintura.

De acuerdo con el periodista y escritor Gilles Néret, los primeros sujetadores podrían datarse en el año 300 a. de C.

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