Música, sexo y violencia
Hace casi ya medio siglo el mundo se sorprendía con las imágenes que llegaban del festival de Woodstock: chicos y chicas con melena y vestimenta estrafalaria cantaron, bailaron durante tres días al son del rock y el pop. La música, las drogas y la práctica del amor libre, expresaban el descontento de toda una generación de estadounidenses con la guerra de Vietnam y con una sociedad puritana y represora que ya estallaba por las costuras.
La música ha sido siempre la expresión de cada nueva generación, y siempre ha sido rechazada por las generaciones de más edad. Y como las mismas sociedades, ha ido evolucionando y cambiando con el tiempo. Fue romántica durante el Romanticismo, experimental en el apogeo del surrealismo y rebelde en los setenta. ‘El Jardín de las Delicias’, un tríptico pintado por El Bosco hace cinco siglos, muestra a los músicos populares de entonces condenados en el infierno. Para él y para la iglesia, todo lo que no era música religiosa constituía un grave pecado. A inicios del siglo veinte el tango era acusado de ser una expresión de lujuria de la más baja ralea. Elvis Presley fue considerado un engendro demoníaco por sus movimientos eróticos, que enloquecían a sus fanáticas pero no eran más que la expresión de la sexualidad juvenil reprimida.
Aún hoy para ciertos fanáticos religiosos el rock es satánico; lo acusan de ser la causa de la violencia juvenil. Pero eso es ignorar u ocultar deliberadamente que las cosas seguramente son al revés: como cualquier otra forma de arte o de comunicación, la música expresa los sentimientos de la generación que la crea. Si hay violencia, si hay sexualidad exagerada y descontrol, eso tiene su reflejo en la música; sin embargo, estos son problemas del conjunto de la sociedad y deben ser abordados como tales.
Por el contrario, muchos sociólogos sostienen que la música es una válvula de escape que sirve para liberar la represión y la inconformidad y construir identidades entre chicos de una misma generación. Solo hay que recordar lo que oíamos y hacíamos nosotros cuando éramos más jóvenes…y lo poco que le gustaba a nuestros padres y abuelos. (continúa)