Un nuevo misterio llega a Marte
Nuestro vecino no deja de darnos sorpresas. En Marte, el planeta más próximo a la Tierra, se ha descubierto una enorme nube que está desconcertando a los científicos. La columna nubosa, que tiene más de 500 kilómetros de diámetro, ya fue observada hace tres años por astrónomos aficionados y aún no se logra encontrar una explicación concluyente: podría tratarse de una tormenta de polvo, de CO2 concentrado, o incluso partículas de agua congelada expulsada por un géiser que las auroras marcianas hacen brillar.
Y como era de esperar, ya han comenzado a tejerse las más descabelladas especulaciones entre quienes gustan de creer en marcianitos verdes. En la red ya hay gente que sostiene que esta es una prueba de que allí viven seres inteligentes y que se nos oculta esa información. Nada nuevo, porque siempre nos ha fascinado la idea de que Marte está habitado. Todo comenzó por su color: a simple vista Marte se destaca en el cielo nocturno por su fulgor rojizo, y por eso los romanos lo bautizaron con el nombre de su sangriento dios de la guerra.
20 siglos más tarde, un italiano llamado Giovanni Schiaparelli vio por su telescopio que el planeta estaba cruzado por líneas de origen natural a las que llamó “canales”. Hubo quienes los creyeron artificiales, y así se dio por sentado que en Marte había una avanzada civilización, que además era agresiva y podría atacarnos. Con esa idea fue que hace un siglo Edgar Rice Burroughs escribió una serie de novelas en las que a su héroe, el terrícola John Carter, le toca luchar contra marcianos malvados.
En 1938 el mundo se encontraba a las puertas de la Segunda Guerra Mundial y la gente estaba más que sensible. La noche del 30 de octubre de 1938 una radio difunde en Estados Unidos la noticia de una invasión marciana. Y aunque al inicio se advirtió que se trataba de una obra de teatro llamada La Guerra de los Mundos, en ciudades como Nueva York miles de personas huyeron de los sangrientos pero imaginarios marcianos invasores. En 1949 radio Quito emitió esta misma obra de H.G. Wells y cuando la gente se enteró de que la noticia era falsa, incendió la radio.
Pero en 1965 la moda de los “marcianos” llegó a su fin cuando la nave Mariner 4 empezó a enviar imágenes que desilusionaron: un mundo desértico plagado de cráteres y profundos cañones naturales. Otras naves espaciales lo confirmarían, y a partir de entonces los ufólogos dejaron de hablar de visitantes marcianos para usar el genérico “extraterrestres”, una vaga referencia a cualquier tipo de vida inteligente en cualquier parte del universo.
Las sucesivas misiones compuestas por sondas, satélites y robots que estudian su superficie demostraron que el clima y las radiaciones solares no son tan nocivos para los seres humanos como se creía. Y que a diferencia de las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury, los humanos no nos encontraremos con una civilización refinada y decadente sino con un nuevo mundo donde tal vez aún exista agua y bacterias desconocidas que nos obliguen a reescribir el libro de la vida en el universo. (continúa)