Reproducirse es la misión principal del sexo en la naturaleza y esto debe lograrse a cualquier precio, incluso a costa de la vida. Si usted pensaba en animalitos cortejándose con flores y bombones, ahora verá que estaba muy equivocado.

Entre las abejas, apenas nacen las reinas vírgenes tratan de matar a sus competidoras, y cuando finalmente maduran, las que quedaron vivas salen de la colmena para copular con al menos una docena de zánganos (abejas machos) y guardar todos sus espermatozoides. Cuando regresan a la colmena luchan otra vez hasta que una sola queda viva y se convierte en la reproductora. ¿Y qué pasa con los machos? Pues una vez que aportaron su esperma, sus testículos explotan y casi siempre mueren. Pero si sobreviven tampoco pueden regresar a la colmena porque ya cumplieron su misión.

Igual de dura y trágica es la vida para los machos de las arañas conocidas como ‘viudas negras’, salvo que se pongan las pilas. Porque sabido es que las hembras de esta especie devoran al macho después de la cópula como una estrategia para prevenir que a sus crías les falte el alimento. Ahora se ha descubierto que la naturaleza ha dotado a ellos de un detector que les permite identificar ciertas sustancias químicas en las telarañas. Por medio de ellas saben cuáles son las hembras que están mejor alimentadas y así evitan al máximo los riesgos.

En ciertas especies de calamares es la hembra quien no lo pasa tan bien. En la especie bioluminiscente Taningia ellos usan su pico y sus garras para producir heridas profundas en sus parejas y con un apéndice similar a un pene insertan su esperma. Otra especie hace lo mismo, pero empleando una sustancia química que disuelve el tejido y así crea la cavidad necesaria. Y en una tercera especie de calamares, algunos machos desarrollan glándulas que parecen femeninas para acercarse a ellas sin que los machos más grandes los detecten.

Entre las aves, casi siempre el macho es más vistoso que las hembras. Los más coloridos llaman más la atención a la hora de que ellas seleccionen pareja. Hay casos extremos como el pavo real, en que los machos compiten con su enorme y maravillosa cola. Entre los flamencos, los que tienen el plumaje de un rosado más fuerte atraen a las hembras. Pero cuando la naturaleza no ha sido generosa, eso se puede solucionar con maquillaje: algunos flamencos usan su pico para extraer los pigmentos rojizos que salen de sus glándulas y lo distribuyen por ambas alas y otras partes de su cuerpo para quedar más sexys.

Los bonobos son los únicos primates -excepto los seres humanos- que tienen sexo por diversión. Los bonobos tienen sexo con quien esté disponible, sin importar el género, e incluso usan el sexo para subir de estatus social. Los investigadores han encontrado que al tener relaciones sexuales con un macho alfa, una hembra de estatus inferior presume de ello. Y más aún si las hembras de mayor rango están cerca mientras se produce el intercambio.

Y para el final lo más sorprendente: reproducción sin sexo. ¿Es eso posible? Sí, se llama partenogénesis, y se trata de animales que se convierten en madres pero siguen siendo vírgenes. Tiburones, algunas serpientes y dragones de Komodo pueden embarazarse a sí mismas utilizando, además del huevo, otra célula que hace las veces de espermatozoide. Y aunque no es muy frecuente y pocas crías sobreviven, esta es una manera de asegurar la supervivencia cuando hay hembras sin pareja ya sea porque a los machos del grupo no les interesa o porque escasean.  

Además de sobrevivir, preservar la especie es el impulso más fuerte que todo ser vivo tiene. La vida se proyecta con fuerza y se abre paso con los mecanismos más sorprendentes. Seducir, engañar, competir y hasta matar. Todo vale con tal de conseguir pareja. (...continúa)