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El Telégrafo
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a veces sucede que con solo ir al médico los enfermos empiezan a recuperarse

¿Por qué los placebos curan?, una de las interrogantes pendientes

Medicamentos falsos son utilizados en pruebas médicas para evaluar la efectividad de los fármacos que sí contienen principios activos. Foto: Wikimedia
Medicamentos falsos son utilizados en pruebas médicas para evaluar la efectividad de los fármacos que sí contienen principios activos. Foto: Wikimedia
03 de agosto de 2014 - 00:00 - María Eulalia Silva

La ciencia no lo tiene resuelto todo y es por el deseo de conocer la verdad que envuelve a todas nuestras dudas, que continuamos buscando las respuestas.

¿Por qué funcionan los placebos?

Los placebos son supuestos medicamentos, sustancias carentes de principios activos que se administran a pacientes sin que ellos sepan que en realidad solo se trata de agua o azúcar.  Los investigadores médicos los usan en sus experimentos para comprobar si una nueva medicina realmente es eficaz. A un grupo de voluntarios se le da el medicamento verdadero y al otro solo el placebo. Si en los 2 grupos se obtienen resultados similares -sean buenos o malos- eso quiere decir que la medicina en realidad no sirve.

¿Cómo es posible que las personas se mejoren por el solo hecho de creer que están tomando una medicina? Los placebos parecen funcionar por lo general en dolencias menores, como dolores de cabeza, malestares gripales o depresiones transitorias. ¿Por qué? Hace pocos años se empezó a ver que la respuesta está en  las jugadas que nos hace nuestro cerebro. Cuando creemos tomar un medicamento se activa el neocortex.

En instantes nuestro cerebro segrega dopamina -que causa sensación de bienestar- y endorfina, que funciona como un analgésico propio del cuerpo que ayuda a tolerar mejor el dolor.  Cuando estamos bajo tratamiento médico, estas sustancias químicas funcionan juntas y mejoran la efectividad de las medicinas reales. La clave está en la autosugestión y quizá también en la fe que puede tener el individuo sobre el efecto que hará el medicamento en su organismo. Si sabe que se trata de un placebo, este suele dejar de causarle efecto.

Otra explicación sería la confianza que despierta el médico en sus pacientes. Parece que en nuestro cerebro está impresa la idea de que al visitar al médico uno ya comienza a sanarse. La conversación con él, la paciencia y el interés que manifieste ayudan a la mejoría, sobre todo en los casos de personas solas, mayores y deprimidas.

Algo parecido a lo que sucede cuando nuestros hijos se golpean: un abrazo y un beso de la mamá  alivian el dolor, uno de los placebos más antiguos. Así se entiende por qué parece funcionar la medicina alternativa, personas que creen sanar haciéndose una limpia, con bolitas homeopáticas o tomando aguas benditas, aunque ninguna de estas prácticas tengan respaldo de pruebas científicas sobre su efectividad. Ahora bien, si los placebos alivian momentáneamente pero realmente no curan, ¿es ético que se los recete? Y peor aún, ¿qué pasa cuando se dan placebos para enfermedades graves y fatales? ¿Y si esos placebos causan alivio pasajero y el paciente, confiado, abandona un tratamiento que podría salvarle la vida? El efecto placebo suele funcionar para enfermedades poco graves y por poco tiempo; cuando son graves o crónicas, su efecto desaparece. Todavía no hay una respuesta concreta al por qué sirven los placebos, pero eso podría cambiar.

Se ha anunciado un método que mediante un escáner cerebral detecta si el paciente tiene un dolor verdadero o imaginario. Tal vez así se devele el misterio de cómo logra engañarnos el cerebro para hacernos sentir mejor. (...continúa)

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