Una cosa es que nuestro cerebro crea reconocer formas y otra es que nos induzcan a ello para vendernos las más extrañas teorías. Por ejemplo, Erich von Däniken aseguraba que un bajorrelieve encontrado en una tumba maya era la representación de un visitante de otro mundo: le llamó el ‘Astronauta de Palenque’.

Girando la imagen a su conveniencia, nos hacía ver que esta persona estaba recostada en una cápsula espacial con volantes, pedales y palancas, además de un tubo para respirar. Y era convincente, porque cuando apareció su libro, los primeros astronautas viajaban semiinclinados en estrechas cápsulas espaciales llenas de aparatos.

¿A quién se le podría ocurrir que alguien viajara en esas primitivas condiciones el larguísimo tiempo que le demandaría llegar a la Tierra? Hoy su interpretación causa risa. Ahora que se han descifrado las inscripciones se sabe que en realidad se trata de la representación del difunto rey Pakal el Grande, emergiendo de la Tierra para su encuentro con los dioses. De él se conoce hasta las fechas exactas en que nació y murió.

Cuando sucedieron los atentados de las Torres Gemelas, mucha gente no lograba comprender lo sucedido y esto fue aprovechado por fanáticos religiosos para sostener que había sido obra nada menos que del diablo, como podía apreciarse en una captura de video. Y por las dudas no pudieran encontrarle forma a la humareda, la remarcaron para que quedara claro.

Lo mismo sucede con las supuestas canciones satánicas, que al ser escuchadas al revés parecen decir ciertas palabras que ratificarían su malignidad. Claro que si los que creen que allí hay mensajes ocultos no nos dijeran exactamente qué palabras debemos oír, difícilmente las podríamos reconocer. Ahí está el truco. Si hace la prueba, verá cómo funciona.

Es que quienes quieren vendernos algo (lo que sea) se aprovechan de que nuestro cerebro intenta a toda costa encontrar cosas reconocibles en aquello que parece confuso. Y si alguien nos da una interpretación fácil, lo más probable es que la creamos.