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Nos gusta creer
En las más de seis décadas transcurridas, el experimento -conocido como Efecto Forer- se ha repetido millares de veces, y con los mismos resultados si se cumplieron estas 3 condiciones:
Primera, que el sujeto crea que el análisis se aplica solo a él. El texto debe estar redactado en segunda persona y dejarlo bien claro en repetidas ocasiones.
Segunda, que el sujeto crea en la autoridad del evaluador. La sugestión juega un papel muy importante: si el sujeto cree en la magia y el ocultismo, un entorno ambientado como tal aumentará la efectividad. Si el sujeto es más escéptico, suele tener más efectividad que el ambiente sea más científico.
Y tercera, que el análisis enumere mayormente atributos positivos. Se cree que esto sucede porque a las personas les gusta reconocerse más con lo que desean ser que con lo que verdaderamente son.
Para el ‘adivino’ todo consiste en decir -hábilmente, claro- cosas lo suficientemente vagas como para que pueda aplicarse a la persona que desea que le adivinen cómo es su personalidad. Por ejemplo, ‘usted no soporta la mentira y el engaño. Ama la justicia’.
Así, el charlatán comenzará por decirle cosas halagadoras y lo irá predisponiendo para que coopere y le dé la información que necesita para realizar sus ‘predicciones’. Al observar cómo reacciona cada persona, irá tanteando el terreno y arriesgándose a ‘leer’ cosas más exactas, usando la información recibida. La ansiedad por creer hará que la víctima se engañe a sí misma y termine creyendo que se lo han adivinado.
Lo único cierto y comprobable en las historias sobre videntes y brujos es la necesidad de las personas de oír que su vida cambiará para bien, y por eso tenderán a recordar los aciertos y a olvidar los muchos fallos y dudas sucedidos durante ese tanteo inicial. Es lo que se llama ‘sesgo de confirmación’: la tendencia que tenemos a favorecer la información que confirma nuestras propias creencias. (continúa)