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MUJERES EN LA CIENCIA

MUJERES EN LA CIENCIA
14 de septiembre de 2014 - 00:00 - María Eulalia Silva

Las mujeres han aportado al desarrollo de la ciencia prácticamente desde sus inicios históricos, aunque pocas de ellas han sido reconocidas. Las antiguas creencias acerca de la inferioridad femenina también se incrustaron en el campo del conocimiento, y así intentaron limitarlas al ámbito doméstico. Y a pesar de ello son muchas las que lograron destacarse.

 

La primera mujer científica de la que se tenga registro es la médica egipcia Merit Ptah. Su imagen y su nombre se conservan en una inscripción cerca de la pirámide de Saqqara, nada menos que del 2700 antes de Cristo. Esta tradición la continuará la griega Agnodice quien disfrazada de hombre logró estudiar y practicar la medicina en Atenas en el siglo IV antes de Cristo. Dos siglos antes en la misma Grecia se destacó Téano, esposa de Pitágoras y autora de tratados de Matemáticas y Física, y más tarde, junto a sus hijas, directora de la prestigiosa academia pitagórica.

 

Mucho más enigmática y desconocida es María la Judía, a quien se considera nada menos que la fundadora de la Alquimia, antecesora de la Química moderna. Trabajadora infatigable de laboratorio, inventó algunos instrumentos para la destilación y la técnica conocida como Baño María.

 

La época oscura

 

Pero sin lugar a dudas la científica más destacada de la antigüedad fue Hipatia de Alejandría. Nacida en el año 370, fue hija del filósofo Teón, quien la educó en el amor por el conocimiento, estudió astronomía, física y filosofía, contribuyó a la invención de aparatos de medición, escribió tratados geometría y sobre el peso de los cuerpos, y defendió la teoría de que la Tierra gira alrededor del sol. Nunca quiso adherir al naciente cristianismo, y a pesar de la enorme influencia que tenía sobre el mundo intelectual de Alejandría fue arrastrada, lapidada y descuartizada por una turba de fanáticos.

 

En los siglos siguientes, con el dominio del cristianismo en Occidente la sumisión de la mujer se acentuó. Su tarea era engendrar hijos y apoyar a los hombres de la casa, valores que se consideraban naturales por decisión divina. Las pocas que podían estudiar lo hacían a escondidas, o sólo si se trataba de hijas de la nobleza que se preparaban para gobernar.

 

A partir del siglo XVII las cosas comienzan a cambiar y a las mujeres ya se les permite aprender a leer y escribir públicamente en ciertos lugares de Europa, aunque sólo a partir de la Ilustración francesa hubo una expansión de su rol en campos de la ciencia como Biología, Química, Astronomía, Matemáticas y Física. (CONTINÚA).

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