Publicidad
Mitos sobre las fobias
Como en todas las enfermedades, las fobias también están rodeadas de mitos que no contribuyen a superarlas y en muchos casos las empeoran. Uno de los mitos sostiene que las fobias solamente las padecen las personas “miedosas”. La verdad es que todo ser humano nace con miedos, porque es un mecanismo de autoprotección de la especie. Sin embargo, a medida que crecemos se aprende a controlarlos. Está probado que muchas fobias se heredan a través de los genes. Por ejemplo, la neofobia que es el temor en los niños pequeños a probar comidas nuevas. Un estudio demostró que uno de sus padres había padecido la misma fobia a las mismas edades. Puede tratarse de un ancestral mecanismo evolutivo que evitaba que la gente pudiera morir por probar alguna planta venenosa.
También se ha demostrado que algunas fobias sociales -temor a relacionarse con los demás- tienen el origen en desequilibrios químicos del cerebro, por la mala distribución de una sustancia llamada serotonina que es la que regula los estados de ánimo. Las personas que sufren de depresión o ansiedad son más propensas a desarrollar fobias.
La herencia no es el único factor determinante en las fobias; en ciertos casos, el factor desencadenante puede ser una experiencia traumática vivida en la infancia, episodios en que el niño percibió un peligro en una situación concreta, o cuando vio que alguien experimentó un temor grave. Sin embargo, un mismo hecho no afectará a todas las personas por igual pues entra a jugar otro factor que es la predisposición de la personalidad. Algunas lo superarán y olvidarán con cierta facilidad, mientras que a otras los afectará por más tiempo, desencadenando una fobia. Incluso es posible que la persona fóbica no recuerde el episodio traumático que engendró la fobia, sino que solo experiemente el resultado, sin saber exactamente el porqué. La ayuda terapéutica ayudará a desenterrar esas escenas para así superarlas.
También es probable que dentro de una familia se desarrolle una misma fobia, que podría deberse tanto a influencias de la genética como a procesos de repetición de conductas en el grupo. Por ejemplo, una reacción exagerada de sus padres frente a los animales, a un temblor o a un ascensor puede generar en los niños una impresión fuerte que luego se transforme en una fobia. Muchas fobias no se originan en traumas de la infancia sino en la adolescencia, etapa en que se viven cambios físicos, hormonales y mentales.
Otra creencia equivocada es pensar que las fobias se pueden superar con el tiempo. Si se dejan transcurrir varios años, lo único que se logrará es que la fobia se incremente, el cerebro se acostumbre a convivir con ese miedo exagerado y provoque un cambio permanente en la conducta de la persona.
Las personas que padecen alguna fobia, la mayoría de los casos, están conscientes de que el temor resulta exagerado, pero son incapaces de vencerlo. Entonces, lo peor que se puede hacer con ellos es forzarlos a enfrentar lo que consideran como una amenaza. Presionarlos no funciona. Lo mejor es consultar a un especialista o convivir con ellas si es que no afectan de manera importante su vida cotidiana. No es lo mismo tener que superar el miedo a volar para un profesional que viaja frecuentemente, que para alguien que lo hace de vez en cuando. (continúa)