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Memoria y aprendizaje

Memoria y aprendizaje
11 de agosto de 2014 - 00:00 - María Eulalia Silva

La memoria está fuertemente ligada a las emociones. Trate de recordar qué hacía exactamente hace un mes atrás y verá que le resulta difícil. Pero seguramente se acuerda de lo que hacía el día del terremoto del 87 o cuando cayeron las Torres Gemelas. ¿Por qué pasa esto? Porque como ya dijimos, nuestra memoria no es una copia en video de la realidad, sino lo que nuestro cerebro ha experimentado frente a esa realidad. Qué emoción experimentamos en ese momento: dolor, alegría, tristeza, euforia... Y eso sucede porque el sitio del cerebro donde se consolidan los recuerdos es el mismo en el que se procesan las emociones; por eso las experiencias con emociones fuertes se fijan y lo emocionalmente neutro se desvanece.

Esa entonces es una pista para ayudar a consolidar el aprendizaje: una clase creativa y divertida será más recordada. En lugar de explicar sobre una pizarra qué es la tabla periódica de elementos químicos, un profesor podría hacer en el patio una representación teatral del hierro, el sodio o el oro y, seguramente, tendrá mejores resultados. Y una clase emocionante no solo significa mayores conocimientos de los estudiantes, sino que también los predispone a unir la información guardada y a reflexionar. Que el niño reciba la información y pueda ser crítico, analítico, creativo y que pueda sentirse bien con el proceso de aprendizaje. Una clase donde hay sonrisas y murmullos, y una buena actitud del profesor, garantiza un proceso de aprendizaje más efectivo.

Ejercitar la memoria

Seguramente habrá oído hablar de que existen 2 tipos de memoria: una llamada “de corto plazo” que guarda recuerdos por unos pocos momentos, y solo cuando necesitamos guardarlos se lo hace en un área llamada memoria de largo plazo. Eso es para evitar saturar a nuestro cerebro con demasiada información innecesaria.

Pero hay otros tipos de memoria que no solo nos permiten recordar episodios sino unir conceptos, evaluar soluciones y hasta rememorar sensaciones. La más curiosa es la llamada “memoria procedimental”, que explica por qué una vez que aprendemos a andar en bicicleta ya no lo olvidamos. Esa habilidad adquirida se almacena en el cerebelo, un órgano ubicado en la base del cerebro que coordina la precisión, el equilibrio y la motricidad. Es una especie de piloto automático que, por ejemplo, también nos lleva a pie de la casa al trabajo o al colegio sin que nos detengamos a pensar por dónde estamos yendo.

Pero en general nuestra memoria debe estar trabajando siempre, incluso, y sobre todo, cuando dormimos. Durante el sueño se vacía nuestra memoria de corto plazo: se selecciona lo más útil de los recuerdos aprendidos a lo largo del día y se lo guarda en la memoria de largo plazo. Lo que ya sabíamos antes, o lo poco importante, se eliminan por completo. Este proceso consolida todo lo que vamos aprendiendo, por eso el primer gran consejo para mejorar la memoria de niños y adolescentes es que duerman lo suficiente.

Una de las mejores maneras de ejercitar la memoria es leer. Leyendo se desarrolla una veintena de procesos intelectuales de manera simultánea, nuestro cerebro va relacionando la nueva información con la que ya tiene almacenada y ampliando sus conocimientos.

En los adultos mayores, si bien con el transcurso de los años su memoria se deteriora inevitablemente, eso se puede hacer más lento si se mantiene activo el cerebro: jugar ajedrez, resolver acertijos, como el sudoku; hacer cálculos matemáticos, pintar o dibujar los ayudará a reforzar las interconexiones cerebrales. Y por supuesto, la actividad física que ayuda a dormir mejor y, por lo tanto, a mejorar la memoria.

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