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El Telégrafo
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Somos producto de una serie de cambios evolutivos

¿Los humanos somos creaciones perfectas?

¿Los humanos somos creaciones perfectas?
28 de junio de 2015 - 00:00 - María Eulalia Silva

Desde que los primeros reptiles se animaron a salir del agua han pasado cientos de millones de años hasta llegar a los seres humanos que hoy construyen y tripulan naves espaciales. Hemos avanzado tanto que raramente nos detenemos a pensar en los rastros que aún conservamos de ese pasado animal, de ese innegable parentesco que nuestra inteligencia se empeña en ignorar.

Las evidencias están en nuestro propio cuerpo, lo que se conoce como ‘rasgos atávicos’, es decir, aquello heredado de antepasados que tenemos en común con otras especies animales, y que aún conservamos, sencillamente porque tampoco significan una desventaja. Estos son algunos de ellos:

Mamas masculinas

Ya sabemos que las mamas femeninas tienen la función de alimentar al bebé durante la lactancia, pero en los hombres ¿qué sentido tienen? La razón es que sin importar nuestro sexo, el desarrollo del feto sigue un patrón femenino. A todos nos aparecen pezones y nuestros órganos genitales son iguales hasta la novena semana. Aunque a partir de allí se diferencien los sexos, los pezones se mantendrán. Aunque a los machos de un tipo de murciélago les son útiles: son ellos los que amamantan a sus crías.

Es que originalmente en los primeros organismos unicelulares que poblaron la Tierra no existían dos sexos: se multiplicaban sencillamente duplicándose como fotocopias.

Pliegue semilunar

Si mira sus ojos en el espejo notará que en los bordes colindantes tenemos como una pequeña telita. Eso, en algún momento de nuestra evolución fue una membrana transparente, un tercer párpado, que protegía nuestro ojo. Le servía a nuestros tatarabuelos reptiles para sumergirse. Ellos y muchas aves aún lo conservan completo porque protege su globo ocular humectándolo mientras mantiene la visibilidad. Se llama ‘membrana nictitante’. Cuando los reptiles comenzaron a salir a tierra firme fue perdiendo su utilidad.

Pelo corporal

El vello corporal es un vestigio de nuestros ancestros, los primates, que nos servía principalmente para conservar el calor. Pero cuando los primeros humanos caminaron por las calurosas sabanas africanas el excesivo pelo se hizo innecesario. Así generación tras generación fuimos quedándonos calvos. Hoy, al ser tan delgado, el pelo ya no nos sirve de abrigo. Tiene utilidad solo en zonas específicas. Por ejemplo el cabello que nos protege del frío y los rayos solares, las pestañas y los vellos nasales evitan el paso de partículas, basura o microbios y las cejas hacen que el sudor no llegue directamente a nuestros ojos. El resto carece de función. (continúa)

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