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A través de la grafología no es posible ‘adivinar’ la identidad de alguien

Los genes y el ambiente ‘pesan’ en el ser humano

El cine y la televisión han contribuido a popularizar el mito de que los opuestos se atraen. Cortesía: IMUJER
El cine y la televisión han contribuido a popularizar el mito de que los opuestos se atraen. Cortesía: IMUJER
29 de marzo de 2015 - 00:00 - María Eulalia Silva

Son creencias que de tanto repetirse y como tanta gente piensa que son verdades comprobadas, todos -o casi- las damos por ciertas. Pero los más recientes estudios científicos las han ido descartando. En esta primera entrega conoceremos 5 de las más populares.

Lo que heredamos no se puede cambiar

Antes se decía ‘lo trae en la sangre’, ahora se usa la frase ‘los genes lo son todo’, pero en los 2 casos se trata de decir lo mismo: que los genes determinan nuestro futuro y que de eso no es posible escapar. Pero hay muchos ejemplos de que eso no es así.

Uno fácilmente comprobable es la inteligencia o, mejor dicho, el desarrollo intelectual. Si los rasgos heredados no pudieran cambiarse, todos tendríamos la misma capacidad de nuestros padres o de nuestros abuelos y la verdad es que el ambiente puede modificar, y mucho, lo que traemos al mundo. Decenas de estudios demuestran el enorme avance en el coeficiente intelectual de generación en generación.

Hasta hoy continúa la polémica sobre si en nuestra conducta pesan más los genes o el ambiente, discusión inútil porque se ha probado hasta la saciedad que ambos factores tienen importancia e interactúan entre sí.

Y aunque el ambiente no puede cambiar nuestro color de pelo o de ojos, sí lo puede hacer con otras características internas, como por ejemplo, la inteligencia, que en los niños se eleva no solo con la educación formal, sino también con los estímulos que reciban en su casa para ser curiosos y aprender.

Un ambiente más estimulante, una mejor alimentación y una buena escuela pueden estimular el desarrollo de la capacidad intelectual que trajimos en nuestros genes.

Eso es lo que han probado diversos estudios sobre los hijos de personas del Tercer Mundo que han emigrado a países más desarrollados. Esta capacidad humana de mejorar progresivamente y no estar atado a los genes es lo que ha puesto a nuestra especie en la cumbre de la evolución. (...continúa)

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