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La Biblia sostiene que Dios creó a Adán y Eva a partir del lodo

El ‘Hombre de Vitruvio’ fue diseñado por el pintor e investigador Leonardo da Vinci.
El ‘Hombre de Vitruvio’ fue diseñado por el pintor e investigador Leonardo da Vinci.
20 de abril de 2014 - 00:00 - María Eulalia Silva

Cinco mil años antes de Cristo, los sumerios del norte de Irak creían que los dioses habían creado a los seres humanos a partir de la arcilla, tradición que luego compartieron los judíos y mucho más tarde los cristianos.

La Biblia sostiene que Dios creó a Adán y Eva a partir del lodo, y a su imagen y semejanza, aunque en otra parte se dice que Eva fue hecha después y a partir de una costilla extirpada a Adán. Para los antiguos griegos, habíamos salido de las piedras;para los mayas, del maíz; y para los escandinavos, de los árboles. De lodo, de madera o huesos, no estaban tan desencaminados al pensar que estábamos hechos de la misma materia prima que el resto del universo.

Si echamos una mirada a nuestro cuerpo encontraremos sorpresas. Somos más líquidos que sólidos. Cada una de las células de la piel, los músculos, el cerebro o el corazón contienen un porcentaje de agua, y más específicamente de agua salada. Por nuestro cuerpo fluyen sales minerales en proporciones parecidas a las que encontramos en el agua de mar, e incluso lloramos agua salada.

Pero curiosamente no podemos beberla porque nuestro metabolismo entraría en crisis ya que las células intentarán diluir el exceso de sal liberando agua. Al deshidratarse empezarán a trabajar mal y a causar graves daños al organismo.

Respiramos un gas tóxico

También somos algo eléctricos: todo lo que comemos y el oxígeno que respiramos se convierte en electricidad. Las mitocondrias, minúsculas baterías que hay en nuestras células, transforman el aire y la comida en la energía que usamos para realizar nuestras actividades.

Hay un millar de estas centrales eléctricas en cada célula del cuerpo que nos proporcionan el calor corporal, a pesar de que suman apenas la décima parte de un voltio. Curiosamente, una sobrecarga eléctrica puede llegar a matarnos.

Y aunque nos quejamos de la contaminación de las ciudades y nos gusta salir al campo a respirar oxígeno, ese gas es altamente tóxico.

Casi no existió en el planeta durante los primeros mil millones de años de la vida, ya que las primitivas bacterias respiraban metano y amoníaco.

La prueba de que se trata de un gas venenoso para otros seres es que los glóbulos blancos lo usan para matar a las bacterias invasoras.  Ah, y el exceso de oxígeno puede dañar nuestro cerebro.  Hace algunos años un equipo de investigadores descubrió -haciendo tomografías- que usar oxígeno puro para reanimar pacientes no era tan bueno como se creía. Al hacerlo exhalaban rápidamente dióxido de carbono y eso causaba el estrechamiento de los vasos sanguíneos, lo que evitaba que el oxígeno pudiera llegar al cerebro y al corazón.  El remedio terminó siendo peor que la enfermedad, así es que desde entonces se agrega a los aparatos un pequeño porcentaje del supuestamente ‘dañino’ dióxido de carbono mezclado con el presuntamente ‘sano’ oxígeno.

Una vida, siete cuerpos

Cambiamos todo el tiempo. El divulgador científico Bill Bryson no exagera cuando sostiene que, si pasamos el dedo por encima de los muebles de nuestra casa, la mayor parte de lo que creemos polvo en realidad se trata de células muertas de nuestra piel.
Cada día perdemos decenas de miles de ellas y son reemplazadas por otras nuevas.

Las células sanguíneas se desintegran todo el tiempo. La mayoría de los diferentes tipos de células de las que estamos formados no llega a vivir más de un mes.

Cada año se renueva la décima parte de las células de nuestro esqueleto, de ahí que al cabo de nueve o diez años ya no queda de nosotros virtualmente ni un sola molécula de las que teníamos.
Y decimos casi porque no todos los tejidos se reemplazan cuando se pierden, como los cartílagos y los tejidos nerviosos.

Así es que si viviéramos 70 años habremos tenido unos siete u ocho cuerpos casi completos. Somos organismos en constante renovación.

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