El Telégrafo
Ecuador / Sábado, 23 de Agosto de 2025

Esta creencia sostiene que la tensión a la que vivimos sometidos es la causante de las úlceras del aparato digestivo. Se sigue pensando que las preocupaciones que tenemos repercutirán en nuestro organismo y nos terminarán causando heridas en el estómago o el esófago. Así pensaba todo el mundo hasta hace 30 años.

Pero en 1981, Robin Warren y Barry Marshall, 2 médicos australianos, comenzaron a dudar de este mito y pronto descubrieron que los estómagos de las personas con úlceras tenían algo en común: una bacteria conocida como Helicobacter pylori, que se transmite por el agua. Tras muchos estudios se sabe ahora que es la verdadera causante de las úlceras y la gastritis; ella convive pacíficamente en el cuerpo de los infectados hasta que por la dieta o la predisposición genética ataca la pared interna que protege el estómago y provoca las úlceras.

Hasta que ellos lo demostraron, los científicos creían que ninguna bacteria podría sobrevivir por mucho tiempo en el ácido del estómago. Pero esta sí. Warren y Marshall ganaron el premio Nobel de Medicina y así se abrió la puerta al estudio del rol de los microorganismo en otras enfermedades, como la artritis.

Se puede aprender mientras se duerme

La neurología ha probado que el sueño es imprescindible para fijar en la memoria lo que aprendimos estando despiertos: se sabe que una noche de sueño reparador, o incluso una buena siesta, nos permite retener conceptos y nuevos conocimientos, además de ayudarnos a ser más creativos. Y en eso se basaron vendedores de todo tipo para asegurar que podemos aprender inglés, dejar de fumar y hasta bajar de peso mientras dormimos y sin hacer el menor esfuerzo. Diversos experimentos probaron que eso no era más que un engaño publicitario.

Pero resulta que una reciente investigación de la Universidad de Northwestern en Estados Unidos estableció que los sonidos que se escuchan durante el descanso refuerzan los recuerdos a los que están asociados. Es decir que, aunque estemos durmiendo profundamente, el cerebro sigue detectando los sonidos del ambiente y estos influyen en la formación de los recuerdos. Claro, tampoco pueden ser tan fuertes porque nos despertarían. El estudio no dice que podamos aprender algo nuevo: solo reforzar lo que ya aprendimos. (...continúa)