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El espectáculo de los gladiadores inspiraba pasiones desenfrenadas
Gladiador se deriva de la palabra ‘gladius’, nombre de una espada corta utilizada por los romanos.
Esa espada, usada para apuñalar más que para cortar, era el arma empleada por las legiones romanas. Pero los combates de gladiadores se originaron entre los etruscos que habitaban en la región italiana de La Toscana, donde era costumbre que los militares lucharan entre sí como parte de los funerales.
Esta habría sido su manera de honrar a los soldados caídos en combate o personajes ilustres, para simbolizar la pelea que el difunto debía librar contra los malos espíritus y así alcanzar la paz en el otro mundo.
Con el tiempo esta costumbre fue adoptada por Roma, aunque dejó de ser simbólica y se convirtió en una lucha que a veces era a muerte.
En un inicio los combates se libraban en las plazas principales de la ciudad, y después se comenzaron a construir lugares específicos; el más grande fue el Coliseo, que podía albergar hasta 50 mil espectadores y cuya majestuosa estructura puede aún apreciarse en la capital italiana.
Casi al igual que hoy sucede con el fútbol, este era un espectáculo que inspiraba la pasión desenfrenada.
El pueblo romano acudía masivamente y desde tempranas horas para conseguir las mejores localidades y así animar o insultar a los luchadores. No se pagaba entrada porque los combates eran financiados por las grandes fortunas de la aristocracia romana. Era una forma de hacer propaganda política, puesto que los aspirantes al poder utilizaban estos juegos como una manera de ganarse la simpatía de la gente. De ahí proviene la famosa frase “pan y circo para el pueblo”. Esta estrategia fue utilizada luego por los emperadores, que cada cierto tiempo organizaban fastuosos combates para distraer al pueblo de sus preocupaciones y evitar las protestas.
¿Quiénes eran?
Los gladiadores eran en su mayoría esclavos, personas condenadas a muerte, o prisioneros de guerra. Aunque también podían ser hombres libres en busca de fortuna.
Para convertirse en luchadores profesionales se entrenaban en una escuela especializada donde vivían en pésimas condiciones y recibían adiestramiento bajo una férrea disciplina. Incluso eran azotados o quemados, como una manera de preparar su cuerpo y su mente para el combate.
Cuando estaban bien preparados, sus entrenadores podían alquilarlos o venderlos al mejor postor. Pero el esfuerzo valía la pena: los pocos que sobrevivían podían amasar grandes fortunas. También existía la posibilidad de que se convirtieran en hombres libres –en el caso de los esclavos- y de que incluso alcanzaran la fama. Día antes los juegos eran anunciados con bombos y platillos. Comenzaba con un desfile de combatientes por la ciudad con toda la pompa que exigía el espectáculo. El desfile inaugural terminaba en la arena del anfiteatro, donde los gladiadores saludaban al Emperador con su trágica frase: Ave Caesar, morituri te salutant (Ave César, los que van a morir te saludan).
Categorías de los combatientes
Según su entrenamiento y las armas que portaban había diversas clases de gladiadores: el tracio, con su espada curva; el samnita, armado de un enorme escudo oblongo y una espada corta y recta; el mirmillo, cuyo casco tenía una cresta en forma de pez y portaba un escudo rectangular; el retiarius, que no llevaba protección e iba armado con un tridente y una red.
Se enfrentaba un tipo de gladiador con otro y su emparejamiento era fruto de un estudiado cálculo sobre las ventajas y desventajas de cada adversario, para que el enfrentamiento fuese lo más espectacular y duradero posible.
Todos tenían en común que utilizaban protección solo en los brazos y debajo de las rodillas, para evitar que una herida de menor importancia acabara con el combate. Las áreas vitales siempre debían estar expuestas. Algunos combatían entre sí sobre un caballo o un carruaje, y otros se entrenaban para luchar contra animales, principalmente leones y toros.
Algunas fuentes históricas narran que existían también mujeres gladiadoras. En el Museo Británico se conserva un bajorrelieve en el que se representan dos gladiadoras famosas: Achilia y Amazona.
Para evitar la pasividad de un gladiador, existían los azuzadores, hombres que eran quemados o heridos, forzándolos así a la lucha.
Tras minutos u horas de dura batalla, el gladiador que se consideraba vencido podía alzar la mano en señal de rendición, lo que detenía el combate y colocaba al derrotado a merced de un público que podía reconocer sus méritos y pedirle al presidente de los juegos le perdone la vida. Se gritaba “mitte” (suéltalo) o “iugula” (degüéllalo). Una vez terminado el combate los cadáveres eran arrastrados y la ensangrentada arena era reemplazada por una limpia.
Gladiadores famosos
La película Gladiador muestra con bastante fidelidad cómo eran los combates, y el personaje que protagoniza Russell Crowe está basado en un hombre real. Se llamaba Marco Valerio Hispánico. En realidad no era un general romano y apenas superaba los 20 años de edad. Vivió en el siglo II, era un hombre libre que se alquilaba para combatir. Pero el más famoso de todos los gladiadores fue Espartaco, un esclavo de origen tracio (hoy Bulgaria) que fue forzado a entrar a una escuela de gladiadores donde organizó primero una fuga masiva y luego la más grande y célebre sublevación de esclavos en la historia. Reunió a 70 mil hombres, que lucharon ferozmente para alcanzar su libertad.
Pero tras 4 años de lucha, Espartaco murió en combate y 6 mil de sus seguidores fueron crucificados.
El carisma y la popularidad de los gladiadores llegaron a ser tan grandes que emperadores como Calígula, Nerón o Cómodo intentaron imitar sus destrezas.
A Cómodo lo vemos como uno de los protagonistas de la cinta Gladiador. Se sabe que arreglaba los combates para salir siempre victorioso. Ganó más de 700 peleas, principalmente utilizando drogas para adormecer a sus adversarios. Murió en su palacio a manos de un esclavo, envenenado y estrangulado. “El hombre se alimentaba de la sangre del hombre”, lamentó Séneca, repudiando este tipo de espectáculos.
Con la decadencia del imperio, las luchas fueron disminuyendo y la prohibición definitiva vino en el año 404. A partir de entonces los anfiteatros enmudecieron y pasaron a convertirse en el testimonio de la crueldad humana.